jueves, 30 de diciembre de 2021
Saga “Dos amigas”, de Elena Ferrante
miércoles, 29 de septiembre de 2021
"El desierto de los tártaros", de Dino Buzzati
miércoles, 22 de septiembre de 2021
"Teatro fantasma", de Ismael Orcero Marín
Los fantasmas son los espíritus de los muertos —también, a veces, de los vivos— que se manifiestan de forma perceptible en lugares que frecuentaban en vida, o en asociación con sus personas cercanas. Estas almas errantes suelen manifestarse cuando alguien los llama. Ismael Orcero Marín invoca a sus fantasmas y los pone en escena, para hablar con ellos, para que le muestren el camino hacia el centro de sí mismo. Los fantasmas de Orcero Marín son las musas que le acompañan en el viaje de la escritura y de la vida .
martes, 7 de septiembre de 2021
Cinco años con Montag
martes, 31 de agosto de 2021
"Kathleen", de Christopher Morley
miércoles, 18 de agosto de 2021
"La librería", de Penelope Fitzgerald
«—¿Por qué cree que abrir una librería es inverosímil?—le gritó al viento— ¿La gente en Hardborough no quiere comprar libros? —Han perdido el deseo por las cosas raras—dijo Raven mientras seguía limando—[…] Y no me diga usted que los libros no constituyen una rareza en sí mismos». (p.21)
Penélope Fitzgerald publicó La librería en 1978. Fue una escritora que comenzó a escribir cuando estaba cerca de los sesenta. Le dio tiempo a escribir ocho novelas y a conocer el éxito. Fue finalista del Booker Prize con La librería y lo ganaría al año siguiente con A la deriva. Señala Terence Dooley, su yerno y albacea, en el posfacio: «Qué extraña y maravillosa ironía supone que los dos libros que Penelope escribió para exorcizar en parte los fracasos de su época de madurez, La librería y A la deriva, finalmente la pusieran en el camino hacia el éxito, hacia el estrellato literario»
La librería es una novela con tintes autobiográficos que rememora la época en la que la escritora trabajó durante tres años en la librería de un pequeño pueblo costero del este de Inglaterra. Pero es fundamentalmente una historia de ficción inspirada en El cura de Tours, de Balzac, obra que recrea las intrigas de una población pequeña y la mezquindad de sus habitantes basada en la lucha de clases y el poder de las influencias. En la novela de Balzac, la malvada señora Gamard deja al pobre cura sin casa y sin su biblioteca. Aquí están las líneas maestras de La librería.
Corre el año 1959 cuando Florence Green decide abrir una librería en un pequeño y ficticio pueblo de la costa británica del Mar del Norte llamado Hardboroug. Cumple con el sueño romántico de muchos de los amantes de los libros.—¿Quién no ha tenido alguna vez este sueño descabellado?— Sin embargo, no lo tendrá fácil. La todopoderosa señora Gamart (nótese la leve diferencia con la malvada de Balzac) se empeñará en hacerle la vida imposible por un estúpido capricho.
Se suele decir que una novela llega donde no llega una película. Y suele ser cierto, salvo en contadas ocasiones. Creo que La librería es una de ellas. La adaptación cinematográfica de Isabel Coixet es bastante fiel, aunque con algunas licencias que, en mi opinión, mejoran la historia. Incluso diría que Coixet llega con el personaje de Florence Green donde no llega Fitzgerald. Digamos que la hace más humana, con una Emily Mortimer que lo borda. Esto se deja entrever en su relación con la niña que le ayuda en la librería y sobre todo con el señor Brundish. En la novela, Florence Green apenas deja notar su amor por los libros, y la librería es exclusivamente un negocio como otro cualquiera. «Yo soy solo una comerciante», dice. En la película se aprecia ese sueño que antes mencionaba y el amor por los libros de Florence Green. Tampoco se vislumbra en la novela esa relación especial, casi amorosa, que surge con el señor Brundish, el viejo ermitaño que vive aislado rodeado de libros. En la novela aparece Lolita de Nabokov como libro clave de la historia, pero no menciona Fahrenheit 451 de Ray Bradbury, ni Florence Green llora sobre las páginas de El vino del estío tras la muerte del señor Brundish, en una de las escenas memorables de la película. El homenaje de Coixet a Bradbury es todo un acierto que refuerza la pasión de los protagonistas por los libros. Incluso el final es diferente. Es más novelesco el de la película que el del libro, por la justicia divina que desprende.
La sensación que me deja la novela es que es austera, tanto en el tono como en el lenguaje. Demasiado fría, demasiado inglesa. Tal vez demasiado realista. Mientras que la película de Isabel Coixet introduce el punto romántico, con los personajes más contrastados, que creo que hace la historia más redonda. No sé si mi opinión sería la misma si hubiese leído el libro antes de ver la película. Tal vez la crítica iría hacia Isabel Coixet por tomarse tantas licencias. El caso es que no fue así. Y entre el el libro y la película, aunque el libro tiene un buen rato de lectura, me quedo con la película.
Traducción de Ana Bustelo
jueves, 12 de agosto de 2021
"Patria", de Fernando Aramburu
Patria de Fernando Aramburu se convirtió en todo un fenómeno editorial desde su publicación en septiembre de 2016, y yo, que desconfío por sistema estos fenómenos, me propuse leerla cuando bajara el soufflé, cuando todo el mundo se olvidara un poco de ella, como suele ocurrir con la mayoría de las novelas. No estoy seguro de que esto haya ha sucedido, sobre todo debido al estreno de la serie (que no he visto), la promoción y la polémica de la portada. Pero no estaba dispuesto a esperar más. El día llegó, y felizmente, porque hace tiempo que no devoraba una novela de más de seiscientas páginas en dos días. Ahora entiendo el éxito de la novela de Fernando Aramburu. Más que merecido. Entiendo que todavía no se haya olvidado.
El tema es bien conocido. Dos familias, amigas íntimas, euskaldunas de toda la vida, nacionalistas ambas, separadas por el conflicto vasco, es decir, por la guerra de ETA contra el Estado español. No obstante, el problema en su origen no es de tipo político, sino económico: un empresario, el Txato, decide no pagar a ETA el impuesto revolucionario. Al tiempo, Joxe Mari, el hijo de su amigo Joxian, se ha echado al monte y se ha metido en ETA convertido en nuevo gudari/terrorista. Uno de los ganchos de Fernando Aramburu en la novela es si fue él quien apretó el gatillo que se llevó por delante la vida de su vecino.
La historia comienza poco después de que una ETA desmadejada deje las armas de manera permanente. Esto lleva a Bittori, la viuda del Txato, a volver al pueblo para enfrentarse con el pasado, ahora sin tanto miedo, para mirar a la cara a sus viejos amigos/enemigos, a la familia del asesino de su marido, para tratar de averiguar detalles, para saber si realmente fue el hijo de Miren quien lo mató en la puerta de su casa una tarde lluviosa. Va al pueblo para que Joxe Mari le pida perdón, desde la lejana cárcel en la que lleva ya diecisiete años perdiendo el pelo. Bittori es la gran protagonista de Patria, la mujer valiente que se atreve a dar el paso.
Este es uno de los mensajes de la novela: la reconciliación y la paz en Euskadi pasan por el reconocimiento del dolor causado a las víctimas por parte de los victimarios y por que estos pidan perdón. Evidentemente, esto no gusta en el mundo abertzale, y algunos están criticando la novela y la serie —artefactos de ficción, por si no se habían enterado— llamándola fascista e idioteces por el estilo. Imagino que ni la han leído, ni lo harán.
Aramburu trata de hacer un retrato más o menos fiel, incluso equidistante, del conflicto. No solo cuenta el inmenso dolor de las víctimas, señaladas y apartadas socialmente, asesinadas y finalmente expulsadas de su pueblo, sino que entra en el mundo de los victimarios recreando cómo un joven entra en ETA y actúa, y cuáles son las consecuencias para él (cárcel con tortura incluida) y su familia. Y ahí aparece su madre, Miren, que se fanatiza al máximo para apoyar a su hijo: todo por la patria—paradojas de la vida, el lema que sus enemigos lucen en sus cuarteles es también su máxima—. La patria es Euskal Herría, la tierra prometida. Todo por la patria, incluso matar a quien le enseñó a montar en bici, convertido en un enemigo de la patria por no pagar el impuesto revolucionario. El Txato es un empresario al que le va bien, y ETA, además de ser independentista, tiene una vena marxista, así que, el Txato, aunque nacionalista (se sobrentiende que del PNV) y euskaldún, es un enemigo de clase. Y esto también se ve reflejado en la novela: hay un invisible rencor de clase entre las dos familias. Amigos desde la infancia, el Txato prosperó montando una empresa de transportes, mientras que el Joxian, pusilánime, no se atrevió a dar el paso y continuó trabajando en la fundición. Los hijos de El Txato, Xavier y Nerea, con estudios universitarios y bien situados. Los hijos del Joxian, sin estudios universitarios: Joxe Mari en ETA y en la cárcel, Arantxa trabaja en una zapatería y Gorka escribe y es locutor de radio.
Los hijos juegan un papel fundamental en la novela. Aramburu cuenta y les hace contar su historia. Cómo viven ahora y cómo vivieron antes y después del atentado del Txato. Entre todos equilibran la novela. Joxe Mari, es el etarra radicalizado, mientras que Arantxa primero, y Gorka después, zafándose de la presión social del entorno, se posicionan en contra del fanatismo violento del hermano y del mundo del nacionalismo radical. La lectura—siempre la lectura— los salva de quedar atrapados en sus redes. Me quedo con Arantxa, a quien la justicia divina le hace pagar, injustamente, por los crímenes de su hermano, el fanatismo de su madre y la cobardía de su padre, que no se atreve a mover un dedo. Xabier y Nerea, hijos de el Txato y Bittori también se equilibran como opuestos. Ella, la hija frívola, se niega a ser la hija de un asesinado por ETA y lo oculta. Quiere seguir viviendo como si nada hubiera pasado. La vida sigue. Él, todo lo contrario, hijo abnegado y siempre pendiente de la madre, el atentado lo ha dejado tocado, triste, solitario e incapacitado para la felicidad. La historia personal de los cinco hijos y de los cuatro padres componen Patria. Los secundarios tampoco desmerecen la novela, sobre todo Don Serapio, el cura del pueblo, partidario de la lucha armada, tipo repelente capaz de decirle a Bittori, la víctima, que no vuelva por el pueblo para no reabrir heridas. Nada menos.
El lenguaje utilizado por Aramburu es certero y fluido, con un narrador en tercera persona que es sustituido constantemente por la voz, interna y externa, de los nueve personajes protagonistas, por lo que el lector está pegadísimo a ellos. Son personajes con voz propia, perfectamente perfilados. La estructura también es dinámica, con ciento veinticinco capítulos cortos en los que no existe una evolución cronológica lineal de los acontecimientos, sino que hay un continuo ir y venir de los distintos personajes desde el presente hacia el pasado y viceversa hasta formar el puzle, un todo verosímil y coherente que atrapa, y de qué manera, desde la primera página.
Nunca es tarde para leer una gran novela como Patria de Fernando Aramburu. Imprescindible.
viernes, 16 de julio de 2021
"Rey de Picas", de Joyce Carol Oates
lunes, 28 de junio de 2021
"Las bibliotecas perdidas", de Jesús Marchamalo
Siempre he sentido una fascinación especial por todo lo que rodea al mundo de la creación literaria. Me atraen las casas en las que vivieron los escritores, el lugar en el que crearon esas obras extraordinarias, los libros que leyeron antes de escribirlas, las cartas en las que conversaban sobre ellas, sus diarios, su vida cotidiana, sus objetos, lo que les rodeaba en el momento de tener «el fogonazo».
viernes, 11 de junio de 2021
"El arte de mantenerse a flote", de Eric Luna
«El mundo de afuera era una partitura rara. Intuía que había que unir los puntos para obtener el dibujo completo, como en aquellos libros para niños. Pero el trazado se perdía en el horizonte del día siguiente». (p. 93)
Salgo a la superficie en busca de aire fresco y me alegro de encontrarme con un escritor como Eric Luna, que derrocha talento en este libro de relatos titulado El arte de mantenerse a flote, recientemente publicado por la editorial Boria. El título es acertadísimo, pues el hilo conductor de la obra nos muestra a unos personajes que tratan de sobrevivir en un mundo dominado por dioses que disfrutan jugando con el naufragio cotidiano de la gente corriente.
Está compuesto por doce relatos de diferente extensión, divididos en tres partes. La primera se titula Días de Jagger y hierbabuena, y está formada por tres relatos cortos que nos introducen en el universo de Eric Luna, en el que las historias giran en torno al trabajo, la juventud o la música. El libro va in crescendo en la segunda parte titulada Apocapitalismo, con cuatro relatos distópicos, o no tanto, que nos hablan de la deshumanización de la sociedad occidental, con la soledad en la vejez y la muerte tras la jubilación, con el Estado como imposible mecenas del arte, con las consecuencias del uso generalizado de la mascarilla y de la persecución los disidentes, y sobre la tecnología como sustituta de los trabajadores. Este último relato titulado Moloch 3000, uno de los más perturbadores del libro, es una alegoría hiperbólica y terrorífica de la sustitución del trabajo manual por el mecánico.
La tercera parte es la mejor del libro, con cinco relatos protagonizados por antihéroes que se agarran a los micromomentos buenos de la vida, que, a veces, pocas, aparecen como contrapunto a la lluvia y al frío que hace fuera, como rendija por la que se vislumbra un punto de calor, como el del sonido de un contrabajo en forma de corazón en el interior de un útero, como la canción Free Bird de The Lynard Skinard sonando en el coche antes de llegar al trabajo. Los cinco relatos son extraordinarios. El primero, Tríptico Chileno está protagonizado un joven escritor que emigra a Chile en busca de trabajo. Lo mejor es que el mismo protagonista aparece tres relatos después para contarnos el final de sus aventuras en el país andino. Se titula Mecanografía, en mi opinión el mejor relato del libro, con el joven Isaac, personaje que recuerda al detective salvaje Juan García Madero, que se ve abocado a regresar a la madre patria tras un desesperado intento de vender su talento en las calles. Y entre ambos, tres estupendo relatos. Ganapanes refleja la cara más penosa del éxito en un conocido escritor, ganador del Planeta, que contrasta con el fracaso aventurero y nostálgico de nuestro emigrante. Un relato bebop nos lleva a la vida de un trasunto de Chet Baker con el jazz como protagonista; y Free bird,con un final épico en uno de esos micromomentos que a veces aparecen para sacarnos del hastío. En esta tercera parte, los relatos toman tintes bolañescos, con la literatura o la música como meta, con personajes que respiran autenticidad, que tratan de mantenerse a flote en un mundo hostil. Son historias que conmueven, que llegan, que tocan la fibra, que emocionan por auténticas.
Un gran descubrimiento, Eric Luna.
martes, 18 de mayo de 2021
"La hija de Homero", de Robert Graves
Escribe Jesús Marchamalo en Las bibliotecas perdidas que Robert Graves trabajaba en su casa de Mallorca en una habitación en la que, salvo los interruptores de la luz, todo estaba hecho a mano, porque era importante para su actividad creativa saber que estaba rodeado de cosas construidas de forma artesanal. Lo imaginas en ese espacio anclado en el tiempo, dando vueltas a una historia que gira en torno a la teoría del británico Samuel Butler, traductor al inglés de La Odisea, quien, a finales del siglo XIX, tuvo el atrevimiento de defender que La Iliada y La Odisea estaban escritas por manos diferentes. Esta última no la habría escrito Homero, pues, tras un análisis pormenorizado, llegó a la conclusión de que fue escrita por una mujer, poniendo en pie de guerra a la crítica literaria victoriana, en una época en que las mujeres todavía eran una rara avis en la literatura y las artes.
lunes, 10 de mayo de 2021
"Dioses y héroes de la antigua Grecia", de Robert Graves
Siguiendo la estela de Homero, entre un tumbo y otro tumbo, encuentro en mi biblioteca un libro titulado Dioses y héroes de la antigua Grecia, de Robert Graves. Lo publicó en 1960, como una especie de apéndice de su extensa obra dedicada a compilar Los mitos griegos (1955). Cuenta Lucía Graves en el prólogo de la novela La hija de Homero, que su padre buscaba en los orígenes de la cultura europea el origen del comportamiento de su generación, una generación que vivió las dos guerras mundiales. Robert Graves, que participó en la primera, como su colega J.R.R.Tolkien, y fue gravemente herido en la batalla de Somme (estuvo oficialmente muerto durante 48 horas), decidió retirarse del mundo urbano (in)civilizado que conocía para bucear en la antigüedad en busca de los valores perdidos en el subconsciente. Ahí se encontró con Deià, un pueblo mallorquín entre el mar y la montaña que recordaba al paisaje griego, un lugar mediterráneo, rural y primitivo donde los antiguos ciclos agrícolas seguían estando presentes.