Regreso a la Librería Cabo de Gata de Pujaire y me alegro de encontrarla abierta y con buena salud después del gran seísmo. Se nota que sus propietarios la cuidan y la miman al máximo, tanto o más que los protagonistas de La Librería Encantada de Christopher Morley, que es la novela con la que salgo debajo del brazo. La compro porque me atrae título aunque desconozco al autor, y porque está publicada por la editorial Periférica, que ya es una garantía.
«Si alguna vez viajáis a Brooklyn, ese barrio con soberbias puestas de sol y magníficas estampas de cochecitos de bebé propulsados por diligentes maridos, es muy probable que tengáis ocasión de dar con una callejuela tranquila donde hay una librería formidable. Dicha librería, que desempeña sus funciones bajo el inusual lema de “El Parnaso en casa”, está ubicada en una de esas confortables y antiguas construcciones de piedra marrón que han hecho las delicias de fontaneros y cucarachas. El propietario se ha visto en mil apuros para remodelar la casa, a fin de adecuarla al negocio, que comercia exclusivamente con libros de segunda mano. No existe en el mundo una librería más digna de respeto».
Con esta imagen propia de una película de Woody Allen comienza La Librería Encantada de Christopher Morley, escrita y publicada en los estertores de la Primera Guerra Mundial. Los ingredientes de la novela no pueden ser más atractivos: Libros, Brooklyn, la Gran Guerra, intriga, amor y espionaje.
La trama gira en torno a un libro: Cartas y discursos de Oliver Cromwell de Thomas Carlyle. El libro aparece y desaparece de La Librería Encantada, una librería de segunda mano situada en Brooklyn y regentada por Roger y Helen Mifflin, dos amantes de la buena literatura convencidos de que los libros son las mejores armas para curar a una humanidad enferma que ha tocado fondo con la Gran Guerra que acaba de terminar. De hecho la historia se desarrolla durante los últimos días de noviembre de 1918, tras el armisticio alemán y la abdicación del Káiser, justo cuando el presidente norteamericano Woodrow Wilson está preparando su viaje a París para negociar las condiciones de paz entre los contendientes.
Roger Mifflin se considera un médico del espíritu y La Librería Encantada es su consulta en la que tras escuchar a los lectores-pacientes, receta tal o cual medicamento en forma de libro.
«No soy un negociante de mercancías, sino un especialista en ajustar cada libro a una necesidad humana. Entre nosotros: no existe tal cosa como ‘un buen libro’, en un sentido abstracto. Un libro es ‘bueno’ sólo cuando encuentra un apetito humano o refuta un error. Un libro que para mí es bueno a usted podría parecerle una porquería. Mi gran placer es prescribir libros para todos los pacientes que vengan hasta aquí deseosos de contarme sus síntomas. Algunas personas han permitido que sus facultades lectoras hayan decaído tanto que lo único que puedo hacer es colgarles un letrero que diga Post Mortem. Aun así, muchos tienen todavía la posibilidad de recibir tratamiento». (p.19)
La Librería Encantada es la segunda parte de La Librería Ambulante, y Morley, cual Cervantes, juega con que alguien publicó las aventuras previas de los Mifflin, lo que no convenció demasiado a la pareja de libreros.
«Hace algún tiempo vino a vernos un joven reportero y los resultados fueron muy decepcionantes. Se aprovechó de la buena voluntad de la señora Mifflin y le sonsacó cierta información. Luego nos sacó a ambos en un libro llamado La Librería Ambulante, que ha sido un auténtico tormento contra mi persona. En ese libro se me atribuye un buen número de observaciones superficiales y edulcoradas sobre el oficio de librero que a la postre han resultado fastidiosas para el negocio. Me alegra decir que, sin embargo, tuvo unas ventas insignificantes». (p. 34)
Cuando compré el libro no sabía que era una segunda parte. De hecho hasta que llegué ese párrafo no lo supe. Tampoco hacía falta. Hace poco leí a alguien que decía que era mucho mejor leer El Quijote comenzando por la segunda parte. Puede ser. Ni qué decir tiene que pronto leeré La Librería Ambulante.
Las conversaciones de los protagonistas sobre la guerra y las librerías son una constante, sobre todo en la primera parte, en la que el autor nos sitúa en el contexto del final de la guerra, y lo hace con una visión de futuro ciertamente optimista, tal vez demasiado, en vista de lo que ocurriría veinte años después.
«La humanidad está ávida como nunca antes por acercarse a la verdad, a la belleza, a las cosas que reconfortan y dan consuelo y hace que la vida valga la pena. Lo veo cada día a mi alrededor. Acabamos de vivir una horripilante ordalía y todo espíritu decente se pregunta ahora qué tenemos que hacer para recoger los fragmentos y remodelar el mundo a medida de nuestros deseos». (p.134)
Los deseos y predicciones de Morley respecto al nuevo mundo surgido tras la guerra no se cumplieron. Por aquellas mismas fechas, en el centro de las ruinas de la vieja Europa, un joven escritor se acercaba más a la realidad imaginando a la humanidad convertida en un insecto.
Aunque Brooklyn se convierte en un protagonista más de la novela, en más de una ocasión he tenido la sensación de que esa librería estaba en Londres y no en Nueva York, tal vez por el lenguaje y el tono y el lenguaje que utiliza Morley, sobre todo con los Mifflin, más de té de las cinco que de perrito caliente, más de Conan Doyle que de Walt Whitman, autores mencionados en la obra y admirados sin duda por Christopher Morley.
La trama de La Librería Encantada se va tejiendo en torno a estos asuntos cuando Aubrey Gilbert, un publicista que visita la librería, se percata de que algo extraño ocurre entre varios clientes y el libro de Carlyle, que va desapareciendo y apareciendo del estante como por arte de magia. Casualmente es uno de los libros favoritos del presidente Wilson. Estos hechos coinciden con la llegada a la librería de una ayudante llamada Titania, joven hija de un rico industrial que quiere inculcar a su hija el amor por los libros enviándola durante unas semanas con Roger y Helen Mifflin y su perro Bock a La Librería Encantada. Aubrey Gilbert, tras encandilarse con la joven Titania, sufre una agresión que pronto relacionará con los extraños sucesos de la librería. Ahí comienza una quijotesca investigación por parte de Gilbert, convertido en andante caballero encargado de deshacer los planes de un supuesto grupo de malvados espías alemanes entre los que cree reconocer a Roger Mifflin, el propietario de la librería, que sería el encargado de secuestrar a la bella Titania en una conspiración relacionada con el final de la guerra. La acción de nuestro estrafalario y enamorado don Quijote, que ve gigantes donde hay molinos, se acelera en la segunda parte para llegar a un final propio de las novelas de Graham Greene.
La Librería Encantada de Christopher Morley ha sido todo un descubrimiento. Por suerte, todavía me queda por disfrutar de La Librería Ambulante. La editorial Periférica no se equivocó al publicarlos. Una lectura muy recomendable.
"Libros, Brooklyn, la Gran Guerra, intriga, amor y espionaje". Desde luego que los ingredientes no pueden ser más atractivos y estimulantes. Brooklyn, barrio que conozco aunque me imagino que nada tiene que ver con el de 1918, es un lugar tan encantador como el cine y la literatura sugieren. O puede que yo haya ido sugestionada y haya encontrado lo que esperaba encontrar.
ResponderEliminarImagino que los Estados Unidos de 1918 tampoco tendrán mucho que ver con los actuales y guardarían más reminiscencias de Reino Unido y el té de las cinco que de los McDonalds y demás símbolos de la capital del imperio. Aunque conociendo ambos países, me quedo sin dudarlo con Estados Unidos. Se come mucho mejor y la gente es más amable y menos estirada.
No conocía estos libros y ya los he apuntado porque me resultan muy tentadores.
Un beso.
Fíjate que yo tuve mi época antiyanqui en la facultad, pero la música, y sobre todo el cine y la literatura, hace tiempo que derribaron esa estúpida barrera y no pude más que sucumbir a las maravillas de un país tan diverso y contradictorio. En la novela los libreros representan la parte inglesa pero el publicista y la ayudante son la parte estadounidense. Tradición y modernidad, Doyle y Whitman. Todo encaja perfectamente. La ambientación es de lo mejor de la novela. Seguro que la disfrutarás.
EliminarUn abrazo.
Hay en España muchos prejuicios sobre Estados Unidos. Con sus cosas negativas, que las tiene, es un país maravilloso. A mí también me acercaron a él el cine y la literatura. Lo bueno fue que, cuando lo visité y lo recorrí en coche, me encontré con que no me defraudaba en absoluto, me derrumbaba todos mis prejuicios y me gustaba más de lo que esperaba. Deseando que pase esto de la Covid-19 (y Trump a ser posible) para volver.
EliminarEs verdad eso que dices sobre los prejuicios con USA. Mi profesor Juan Andreo, que en paz descanse, decía que ese antiyanquismo español tenía su origen en el Desastre del 98, en el que un joven país en ascenso con ínfulas imperialistas humilló a todo un imperio aunque eso sí, en decadencia.
EliminarNi qué decir tiene que la mayoría de mis películas favoritas son Made in USA, igual que muchos de los escritores (la lista es interminable) o músicos. El jazz es uno de los grandes hitos de este país, mal que les pese a los Trumps de turno.
Yo no lo he visitado todavía, y mucho estoy tardando.
Un beso.
Veo que "La librería encantada" incorpora una parte de misterio que parece casar muy bien con esta pareja tan pintoresca de amantes de los libros. "La librería ambulante" me ha dejado con ganas de seguir, tu reseña también, así que espero estar "encantada" en breve. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Ana, la parte misteriosa de la novela está muy bien, es lo que sirve de gancho a Morley, pero lo mejor son las conversaciones sobre libros y librerías, y las que giran en torno a la guerra que acaba de terminar, y por supuesto la ambientación en el Nueva York de inicios de los años veinte del siglo pasado.
EliminarYo también estoy deseando leer “La Ambulante” para saber cómo se conocieron. Espero que La Encantada te guste tanto como la
Ambulante. Ya nos contarás.
Un abrazo.