viernes, 15 de junio de 2018

"La insolación", de Carmen Laforet




La sombra de algunas novelas es tan alargada que en ocasiones oculta el resto de la producción literaria de un autor. En algunos casos, como el de Juan Rulfo, la sombra de Pedro Páramo impidió que escribiera una segunda novela. En otros, como el de Carmen Laforet, la publicación de una obra tan excepcional como Nada ocultó el resto de su obra, incluso puede que lastrara su carrera literaria; sin embargo, y a pesar de las dificultades, escribió otras tres novelas. La última se tituló La insolación y la publicó en 1963. Era la primera de Tres pasos fuera del tiempo, una trilogía que pensaba escribir y que no llegó a ver la luz en vida de la escritora. Tras su muerte en 2004, con el permiso de sus hijos, se publicó la segunda parte titulada Al volver la esquina, una novela que Carmen Laforet había corregido una y otra vez y que nunca se atrevió a publicar. La tercera, que llevaba por título Jaque mate, al parecer fue pasto de las llamas por voluntad de la autora.

Recuerdo que la lectura de Nada me impresionó tanto que cuando la terminé fui corriendo al Bazar del TBO en busca de otra novela de Carmen Laforet que había hojeado varias veces anteriormente. Era una primera edición del año 1963 publicada por Círculo de Lectores con una de las portadas más fascinantes que había visto nunca. Se titulaba La insolación. No había oído hablar de ella. Para mí, Carmen Laforet era Nada y nada más, como si la novela que aquel día (7 de junio de 2012) me llevaba a casa fuera una obra menor. Mi entusiasmo fue menguando debido al paso del tiempo (que todo lo desdibuja) y a la llegada de otras lecturas, y La insolación quedó olvidada perdida en los estantes de mi biblioteca. Durante años, la sombra de Nada había hecho mella en mi subconsciente, tapando La insolación. Esto cambió la mañana del pasado domingo. Mientras pensaba en el verano que está a la vuelta de la esquina, un recuerdo lejano llegó a mi cabeza avisándome de que aquella olvidada novela de Carmen Laforet se desarrollaba en unas playas del sureste peninsular, precisamente en las playas que estaban en mi mente. Creo que esto fue lo que me impulsó a leer La insolación.  Y tras leerla, no puedo más que alegrarme de haber encontrado una novela extraordinaria. 

«Era como viajar hacia el centro mismo del sol. Pasaban pitas, chumberas, pueblos como muertos. A veces, naranjeros, huertos grises, filas de palmeras quemadas. Todo el color lo comía la luz.
A veces se detenían en un poblado para repostar agua y entonces acudían chiquillos medio desnudos, morenos, desgreñados. Brotaban de pronto entre una calle vacía. Moscas, infinitas moscas asaltaban el vehículo. Aparecían guardias civiles. En otros sitio, falangistas, soldados también. Saludaban al padre de Martín. Luego, la carretera»

Así comienza esta novela cuyo protagonista es Martín, un adolescente que viaja con su padre, un estricto oficial del ejército, para pasar el verano en Benitecas, un pueblo ficticio situado en la costa murciana, tal vez almeriense (la autora no ofrece demasiados datos sobre su ubicación). Martín tiene quince años, le gusta pintar, va al instituto y vive con sus abuelos en Alicante. Su madre falleció y su padre Eugenio volvió a casarse. Su madrastra se llama Adela y está embarazada. Martín sufrirá durante el verano su desprecio y sus insultos. Es una mujer celosa y mezquina que intentará por todos los medios contagiar el odio al padre para que se quite a Martín de encima. Sin embargo, Martín encontrará en los hermanos Corsi (Anita y Carlos), vecinos de su edad, la vía de escape a la hostilidad de la madrastra y de la época terrible que le ha tocado vivir.
La historia transcurre durante los tres veranos posteriores a la guerra civil, los tres primeros de la dictadura, años durísimos, de escasez y miseria, de violencia contra los perdedores, años de miedo y autoritarismo, de intolerancia y estrechez moral. En este clima asfixiante, Martín encuentra en la cosmopolita y transgresora familia Corsi un oasis de libertad, un refugio libre de prejuicios en el que encontrarse a sí mismo frente a las imposiciones del padre y de la sociedad surgida de la dictadura.
El tema central de la novela se parece bastante al de Nada: la lucha por la libertad en un ambiente familiar y social opresivo, aunque el paisaje cambia, pues la trama no se desarrolla en la ciudad, sino en plena naturaleza, por lo que en La insolación, la sensación de libertad parece primar sobre el de la opresión (siempre al acecho).





En la novela encontramos pasajes duros, como cuando entierran a Lobo, el perro de Martín, un momento tan sentido por Anita que se pone de luto, para ofensa de Cirilo.
«Ana y Carlos se acercaron a ver y vieron cómo Cirilo sacaba el cuerpo rígido de Lobo del saco que lo envolvía y cómo lo tiró al fondo de aquella zanja
—¿Por qué no le deja usted el saco?
—Mire, señorita, el saco sirve para otras cosas. No lo vamos a desperdiciar enterrándolo.
—Es terrible esta miseria.
[…]
—Usted sería capaz de rezar una oración por el perro, ¿eh, señorita? Caramba, muchos cristianos no tienen una muerte tan sentida. Usted no ha visto lo que son muertes, señorita. Usted no ha pasado la guerra aquí. Un perro no nos impresiona, señorita, a los de esta tierra. Y no es que a mí los animales no me gusten, pero esto que ustedes hacen parece como una burla. Cuando tanta gente se muere de hambre parece chungueo sentir un perro… Si usted hubiera visto cómo a mi hermanillo al que las ratas se le comieron las orejas, no sé que hubiera hecho… A mí, la verdad, la muerte de este animal no me impresiona» (p.183)

Este clima de miseria y de dolor es del que intentan evadirse los tres amigos, viviendo en un mundo situado fuera del tiempo. 
«En general, lo que hacían los tres era vivir juntos los días de sol—todos los días como un largo día con las interrupciones de la noche, de las horas de las comidas y de los domingos por la mañana (se separan pues a Martín lo obligan a ir a misa)—, y la felicidad de estar juntos los tres era algo casi tangible, a pesar de las pequeñas y grandes amarguras de Martín» (p.75).

El deseo de vivir de los jóvenes se impone a la fatalidad del momento histórico.
«Los días eran cortos efectivamente. Al menos más cortos que al principio del verano. Pero hubo cuatro o cinco días tan hermosos que valían por todos los vividos. El baño del mar en el solarium, con más oleaje que en otros meses y el agua más caliente que en julio, era una hermosura.
Una de aquellas mañanas, Martín estaba tendido en la arena del solarium, cara al mar según la costumbre de Anita, y junto a sus amigos. El sol enjugaba las gotas de agua que se deslizaban por su cara y sus hombros. Anita estaba arrodillada a su lado, y Carlos, tendido junto a él, le miró sonriente. Martín dijo con voz ahogada:
—¿Vosotros os dais cuenta de que sois felices? Yo me doy cuenta de la felicidad estos días. Cada minuto, cada segundo de estos días.» (p.244)


Carmen Laforet utiliza en esta novela, como ya hiciera en Nada, elementos autobiográficos, como la muerte de la madre en su adolescencia, una madre inteligente y culta que sembró en sus hijos la semilla de la la lectura (Martín, Anita y Carlos son huérfanos de madre, y también les gusta leer); el odio de la madrastra malvada (decía Carmen Laforet que la suya era peor que las de los cuentos, y Adela es un claro exponente de esa maldad), la amistad como consuelo de esa orfandad, la búsqueda de libertad y el mar como símbolo, lo extranjero como espacio de tolerancia (al familia Corsi es de origen italiano y ha vivido en lugares como Venezuela, Tierra de Fuego o Tánger), la luz del sol como contrapunto a la España gris surgida tras guerra.

Laforet, deudora de Pío Baroja, Galdós, Proust o Knut Hansum, reflexiona en la novela sobre el trabajo del artista a través de Martín, pintor en ciernes, seguidor de Picasso y lector de García Lorca (todo un dardo contra el régimen)  que en el tercer verano en Beniteca descubre su vocación, para disgusto del padre, que considera que no es un trabajo de hombres. Creo que Carmen Laforet, casada y madre de cinco hijos, lanza un grito por boca de Martín:
«Necesito una libertad absoluta: ningún lazo familiar. ¿Oyes bien? Ninguno. Ni ataduras de patria, tampoco. Esa idea de Patria es forzada, utópica. Ni ataduras de religión, ni mucho menos sociales, incluso en las relaciones del sexo, incluso en eso he visto dos caminos de liberación; el de Freud, de no retener ningún impulso para que las inhibiciones no te aten, o el de los místicos, superándolo por el espíritu. Y desde luego, lazos familiares ninguno. Ya te lo he dicho. Ni ataduras de amistad. Nada absolutamente. ¿Sigues mi pensamiento? Te aseguro que es completamente sincero. Creo que un artista tiene que ser eso, un hombre liberado en absoluto. Sólo así puede crear su mundo» (p. 303).

Carmen Laforet escribió La insolación con cuarenta y dos años. Casi veinte años después que Nada. Sin embargo, tengo la sensación de que entre una y otra apenas hay un suspiro. Son como dos caras de la misma moneda. Ambas con magia. Imprescindibles.

«Has cogido una insolación, eso le había dicho. En verdad , le pareció a Martín, que el verano entero en Beniteca —los tres veranos unidos en un largo y llameante verano—constituía una enorme insolación, pero no en el sentido en el que había hablado Carlos, sino al contrario. No porque a Martín se le excitase la imaginación hablando de su arte, sino porque lo olvidaba. Olvidaba todo en Beniteca» (p.308)

No tardaré en seguir los pasos de Martín en Al volver la esquina. Lástima que no aparezca Jaque mate. Lástima que Carmen Laforet no le hiciera caso a Paco Rabal, que le decía que no rompiera más cuartillas porque escribía muy bien. Pero así de autoexigente era Carmen Laforet, seguramente la mejor escritora española del siglo XX.






4 comentarios:

  1. Ay, Juan Carlos, cómo se encadenan los recuerdos. Leí "La insolación" mucho antes que Nada. Tendría unos 12 años y leí esa edición del Círculo de Lectores que mi padre tenía en su biblioteca cuando empecé a indagar entre los libros de adultos y dejé su biblioteca adolescente de Verne y Salgari y Twain...
    Me gustó tanto que busqué por todas las librerías de león los otros dos libros de la trilogía que se mencionaban en la bibliografía de la autora en el libro. Lo que no decía es que estaban sin publicar. Muchos años después coincidí con una hija de Carmen Laforet en el Instituto en el que trabajo y ella me dijo que los había la autora había retirado las galeradas cuando estaban a punto de publicarse.
    He vuelto a leer el libro un par de veces y me parece fascinante. Sin embargo, nunca me he animado con "Al volver la esquina". Tengo miedo, casi inconsciente, de que me rompa la magia de "La insolación"
    Me ha encantado tu reseña que viene en un momento tan concreto de mi vida y mis nostalgias.
    Un beso.

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    1. Hola Rosa, es una novela estupenda, y me imagino que leerla con 12 años tiene que dejar huella, más siendo un libro de tu padre.
      Al parecer, Carmen Laforet tenía escritas las tres y pensaba publicarlas el mismo año. Sin embargo, algo que se nos escapa (tal vez su inseguridad, o su perfeccionismo) fue retrasando la entrega a la editorial. Lo que te dijo su hija (¡qué bien conocerla!) lo escuché en un documental sonoro de RNE. Al parecer la editorial le devolvió las galeradas para su corrección definitiva, pero la tercera “Jaque mate”era la que más quebraderos de cabeza le daba, y no quería entregar la segunda, “Al volver la esquina”, hasta tener resuelta la última, que es la que puede que terminara en el fuego, aunque nunca se sabe…
      Me ha encantado tu comentario.
      Un beso.

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  2. Estoy de acuerdo con el efecto que tienen algunas novelas excepcionales en un autor o autora y los dos ejemplos son válidos. Amabas novelas he leído, "Nada" hace una eternidad y "Pedro Páramo" no hace mucho y ambas me parecieron excepcionales.
    No he leído "Insolación" pero voy a intentar conseguirla tras leer tu excelente reseña.

    Un abrazo.

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    1. Creo que la edición que puedes encontrar en la librerías es la publicada por Destino en 2007. Pero si quieres la primera edición del 63, con esa esa maravillosa portada, no creo que te cueste demasiado hacerte con ella en alguna librería de viejo. La he visto en varias. Imagino que Círculo de Lectores hizo una tirada enorme debido a las expectativas que levantaba Carmen Laforet, y por ahí andan pupulando todavía algunos ejemplares. Seguro que disfrutas de "La insolación".
      Un abrazo

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