La sombra de
algunas novelas es tan alargada que en ocasiones oculta el resto de la producción literaria
de un autor. En algunos casos, como el de Juan
Rulfo, la sombra de Pedro Páramo impidió
que escribiera una segunda novela. En otros, como el de Carmen Laforet, la
publicación de una obra tan excepcional como Nada ocultó el resto de su obra, incluso puede que lastrara su
carrera literaria; sin embargo, y a pesar de las dificultades, escribió otras
tres novelas. La última se tituló La
insolación y la publicó en 1963. Era la primera de Tres pasos fuera del tiempo, una trilogía que pensaba escribir y que
no llegó a ver la luz en vida de la escritora. Tras su muerte en 2004, con el
permiso de sus hijos, se publicó la segunda parte titulada Al volver la esquina, una novela que Carmen Laforet había corregido
una y otra vez y que nunca se atrevió a publicar. La tercera, que llevaba por
título Jaque mate, al parecer fue
pasto de las llamas por voluntad de la autora.
Recuerdo que la
lectura de Nada me impresionó tanto
que cuando la terminé fui corriendo al Bazar del
TBO en busca de otra novela de Carmen Laforet que había hojeado varias
veces anteriormente. Era una primera edición del año 1963 publicada por Círculo de Lectores con una de las
portadas más fascinantes que había visto nunca. Se titulaba La insolación. No había oído hablar de
ella. Para mí, Carmen Laforet era Nada
y nada más, como si la novela que aquel día (7 de junio de 2012) me llevaba a
casa fuera una obra menor. Mi entusiasmo fue menguando debido al paso del tiempo (que todo lo desdibuja) y a la llegada de otras
lecturas, y La insolación quedó olvidada perdida en los estantes de mi biblioteca. Durante años, la sombra de Nada había hecho mella en mi subconsciente, tapando La insolación. Esto cambió la mañana
del pasado domingo. Mientras pensaba en el verano que está a la vuelta de la
esquina, un recuerdo lejano llegó a mi cabeza avisándome de que aquella
olvidada novela de Carmen Laforet se desarrollaba en unas playas del sureste
peninsular, precisamente en las playas que estaban en mi mente. Creo que esto
fue lo que me impulsó a leer La
insolación. Y tras leerla, no puedo
más que alegrarme de haber encontrado una novela extraordinaria.
«Era como viajar
hacia el centro mismo del sol. Pasaban pitas, chumberas, pueblos como muertos.
A veces, naranjeros, huertos grises, filas de palmeras quemadas. Todo el color
lo comía la luz.
A veces se detenían
en un poblado para repostar agua y entonces acudían chiquillos medio desnudos,
morenos, desgreñados. Brotaban de pronto entre una calle vacía. Moscas,
infinitas moscas asaltaban el vehículo. Aparecían guardias civiles. En otros
sitio, falangistas, soldados también. Saludaban al padre de Martín. Luego, la
carretera»
Así comienza esta
novela cuyo protagonista es Martín, un adolescente que viaja con su padre, un estricto oficial del ejército, para pasar el verano en Benitecas, un pueblo ficticio
situado en la costa murciana, tal vez almeriense (la autora no ofrece demasiados datos sobre su ubicación). Martín tiene quince años, le gusta pintar, va al
instituto y vive con sus abuelos en Alicante. Su madre falleció y su padre
Eugenio volvió a casarse. Su madrastra se llama Adela y está embarazada. Martín
sufrirá durante el verano su desprecio y sus insultos. Es una mujer celosa y
mezquina que intentará por todos los medios contagiar el odio al padre para
que se quite a Martín de encima. Sin embargo, Martín encontrará en los hermanos Corsi (Anita
y Carlos), vecinos de su edad, la vía de escape a la hostilidad de la madrastra
y de la época terrible que le ha tocado vivir.
La historia
transcurre durante los tres veranos posteriores a la guerra civil, los tres
primeros de la dictadura, años durísimos, de escasez y miseria, de
violencia contra los perdedores, años de miedo y autoritarismo, de intolerancia
y estrechez moral. En este clima asfixiante, Martín encuentra en la cosmopolita
y transgresora familia Corsi un oasis de libertad, un refugio libre de
prejuicios en el que encontrarse a sí mismo frente a las imposiciones del padre
y de la sociedad surgida de la dictadura.
El tema central
de la novela se parece bastante al de Nada:
la lucha por la libertad en un ambiente familiar y social opresivo, aunque el
paisaje cambia, pues la trama no se desarrolla en la ciudad, sino en plena
naturaleza, por lo que en La insolación,
la sensación de libertad parece primar sobre el de la opresión (siempre al acecho).
En la novela encontramos pasajes duros, como cuando entierran a Lobo,
el perro de Martín, un momento tan
sentido por Anita que se pone de luto, para ofensa de Cirilo.
«Ana y Carlos se
acercaron a ver y vieron cómo Cirilo sacaba el cuerpo rígido de Lobo del saco
que lo envolvía y cómo lo tiró al fondo de aquella zanja
—¿Por qué no le
deja usted el saco?
—Mire, señorita,
el saco sirve para otras cosas. No lo vamos a desperdiciar enterrándolo.
—Es terrible esta
miseria.
[…]
—Usted sería
capaz de rezar una oración por el perro, ¿eh, señorita? Caramba, muchos
cristianos no tienen una muerte tan sentida. Usted no ha visto lo que son
muertes, señorita. Usted no ha pasado la guerra aquí. Un perro no nos
impresiona, señorita, a los de esta tierra. Y no es que a mí los animales no me
gusten, pero esto que ustedes hacen parece como una burla. Cuando tanta gente
se muere de hambre parece chungueo sentir un perro… Si usted hubiera visto cómo
a mi hermanillo al que las ratas se le comieron las orejas, no sé que hubiera
hecho… A mí, la verdad, la muerte de este animal no me impresiona» (p.183)
Este clima de miseria y de dolor es del que intentan evadirse los tres amigos, viviendo en un mundo situado fuera del tiempo.
«En general, lo
que hacían los tres era vivir juntos los días de sol—todos los días como un
largo día con las interrupciones de la noche, de las horas de las comidas y de
los domingos por la mañana (se separan pues a Martín lo obligan a ir a misa)—,
y la felicidad de estar juntos los tres era algo casi tangible, a pesar de las
pequeñas y grandes amarguras de Martín» (p.75).
El deseo de vivir de los jóvenes se impone a la fatalidad del momento histórico.
«Los días eran
cortos efectivamente. Al menos más cortos que al principio del verano. Pero hubo
cuatro o cinco días tan hermosos que valían por todos los vividos. El baño del
mar en el solarium, con más oleaje
que en otros meses y el agua más caliente que en julio, era una hermosura.
Una de aquellas
mañanas, Martín estaba tendido en la arena del solarium, cara al mar según la
costumbre de Anita, y junto a sus amigos. El sol enjugaba las gotas de agua que
se deslizaban por su cara y sus hombros. Anita estaba arrodillada a su lado, y
Carlos, tendido junto a él, le miró sonriente. Martín dijo con voz ahogada:
—¿Vosotros os dais
cuenta de que sois felices? Yo me doy cuenta de la felicidad estos días. Cada
minuto, cada segundo de estos días.» (p.244)
Carmen Laforet utiliza
en esta novela, como ya hiciera en Nada, elementos autobiográficos, como la muerte de la madre en su
adolescencia, una madre inteligente y culta que sembró en sus hijos la semilla
de la la lectura (Martín, Anita y Carlos son huérfanos de madre, y también les
gusta leer); el odio de la madrastra malvada (decía Carmen Laforet que la suya
era peor que las de los cuentos, y Adela es un claro exponente de esa maldad),
la amistad como consuelo de esa orfandad, la búsqueda de libertad y el mar como
símbolo, lo extranjero como espacio de tolerancia (al familia Corsi es de origen
italiano y ha vivido en lugares como Venezuela,
Tierra de Fuego o Tánger), la luz del sol como contrapunto a la España gris
surgida tras guerra.
Laforet, deudora
de Pío Baroja, Galdós, Proust o Knut Hansum, reflexiona en la novela
sobre el trabajo del artista a través de Martín, pintor en ciernes, seguidor de
Picasso y lector de García Lorca (todo un dardo contra el
régimen) que en el tercer verano en
Beniteca descubre su vocación, para disgusto del padre, que considera que no es
un trabajo de hombres. Creo que Carmen Laforet, casada y madre de cinco hijos, lanza un
grito por boca de Martín:
«Necesito una
libertad absoluta: ningún lazo familiar. ¿Oyes bien? Ninguno. Ni ataduras de
patria, tampoco. Esa idea de Patria es forzada, utópica. Ni ataduras de
religión, ni mucho menos sociales, incluso en las relaciones del sexo, incluso
en eso he visto dos caminos de liberación; el de Freud, de no retener ningún
impulso para que las inhibiciones no te aten, o el de los místicos, superándolo
por el espíritu. Y desde luego, lazos familiares ninguno. Ya te lo he dicho. Ni
ataduras de amistad. Nada absolutamente. ¿Sigues mi pensamiento? Te aseguro que
es completamente sincero. Creo que un artista tiene que ser eso, un hombre
liberado en absoluto. Sólo así puede crear su mundo» (p. 303).
Carmen Laforet
escribió La insolación con cuarenta y
dos años. Casi veinte años después que Nada.
Sin embargo, tengo la sensación de que entre una y otra apenas hay un suspiro.
Son como dos caras de la misma moneda. Ambas con magia. Imprescindibles.
«Has cogido una insolación, eso le había dicho. En verdad , le pareció a Martín, que el verano entero en Beniteca —los tres veranos unidos en un largo y llameante verano—constituía una enorme insolación, pero no en el sentido en el que había hablado Carlos, sino al contrario. No porque a Martín se le excitase la imaginación hablando de su arte, sino porque lo olvidaba. Olvidaba todo en Beniteca» (p.308)
No tardaré en
seguir los pasos de Martín en Al volver
la esquina. Lástima que no aparezca Jaque
mate. Lástima que Carmen Laforet no le hiciera caso a Paco Rabal, que le decía que no rompiera más cuartillas porque
escribía muy bien. Pero así de autoexigente era Carmen Laforet, seguramente la
mejor escritora española del siglo XX.
Ay, Juan Carlos, cómo se encadenan los recuerdos. Leí "La insolación" mucho antes que Nada. Tendría unos 12 años y leí esa edición del Círculo de Lectores que mi padre tenía en su biblioteca cuando empecé a indagar entre los libros de adultos y dejé su biblioteca adolescente de Verne y Salgari y Twain...
ResponderEliminarMe gustó tanto que busqué por todas las librerías de león los otros dos libros de la trilogía que se mencionaban en la bibliografía de la autora en el libro. Lo que no decía es que estaban sin publicar. Muchos años después coincidí con una hija de Carmen Laforet en el Instituto en el que trabajo y ella me dijo que los había la autora había retirado las galeradas cuando estaban a punto de publicarse.
He vuelto a leer el libro un par de veces y me parece fascinante. Sin embargo, nunca me he animado con "Al volver la esquina". Tengo miedo, casi inconsciente, de que me rompa la magia de "La insolación"
Me ha encantado tu reseña que viene en un momento tan concreto de mi vida y mis nostalgias.
Un beso.
Hola Rosa, es una novela estupenda, y me imagino que leerla con 12 años tiene que dejar huella, más siendo un libro de tu padre.
EliminarAl parecer, Carmen Laforet tenía escritas las tres y pensaba publicarlas el mismo año. Sin embargo, algo que se nos escapa (tal vez su inseguridad, o su perfeccionismo) fue retrasando la entrega a la editorial. Lo que te dijo su hija (¡qué bien conocerla!) lo escuché en un documental sonoro de RNE. Al parecer la editorial le devolvió las galeradas para su corrección definitiva, pero la tercera “Jaque mate”era la que más quebraderos de cabeza le daba, y no quería entregar la segunda, “Al volver la esquina”, hasta tener resuelta la última, que es la que puede que terminara en el fuego, aunque nunca se sabe…
Me ha encantado tu comentario.
Un beso.
Estoy de acuerdo con el efecto que tienen algunas novelas excepcionales en un autor o autora y los dos ejemplos son válidos. Amabas novelas he leído, "Nada" hace una eternidad y "Pedro Páramo" no hace mucho y ambas me parecieron excepcionales.
ResponderEliminarNo he leído "Insolación" pero voy a intentar conseguirla tras leer tu excelente reseña.
Un abrazo.
Creo que la edición que puedes encontrar en la librerías es la publicada por Destino en 2007. Pero si quieres la primera edición del 63, con esa esa maravillosa portada, no creo que te cueste demasiado hacerte con ella en alguna librería de viejo. La he visto en varias. Imagino que Círculo de Lectores hizo una tirada enorme debido a las expectativas que levantaba Carmen Laforet, y por ahí andan pupulando todavía algunos ejemplares. Seguro que disfrutas de "La insolación".
EliminarUn abrazo