domingo, 4 de abril de 2021

"El hijo de César", de John Williams



Hace un año que leí el magnífico Yo, Claudio, de Robert Graves. El azar ha querido que por estas mismas fechas vuelva a leer una novela histórica sobre la antigua Roma, aunque en esta ocasión, la culpa es más del autor más que del tema. Me refiero a John Williams, autor de Stoner, novela que me dejó tan fascinado que no me ha quedado más remedio que seguir leyendo al autor norteamericano. 

John Williams (1922-1994) fue un escritor poco prolífico. Publicó tan solo cuatro novelas y dos libros de poemas. Solo la noche (1948), Butcher’s Crossing (1960) (mi próximo objetivo), Stoner (1965) y August (El hijo de César, desafortunado título de la edición española) (1973), que fue premiado con el National Book Award. Tras leer Stoner, logré hacerme con El hijo de César, publicado en 2016 por la editorial Pàmies, al parecer, con motivo de su reedición en Estados Unidos para conmemorar, nada menos, que los dos mil años del fallecimiento del emperador Augusto. A pesar de que se publicó solo hace cinco años, quedan pocos ejemplares en circulación y es uno de esos libros que conseguirlo supone todo un reto. Tras mucho buscar, el libro lo tenía delante de mis narices, pues finalmente lo encontré en la librería La Candela que es una de mis librerías habituales. 

La novela de John Willliams es el eslabón cronológico que une Los idus de marzo (1948), de Thornton Wilder y Yo, Claudio (1934), de Robert Graves. Tres obras maestras de la literatura que reconstruyen el inicio de Imperio romano, tres anglosajones convertidos en referencias literarias de la novela histórica. Robert Graves nació en Londres en 1895, aunque quiso acercarse al Mare Nostrum y vivió en la mallorquina localidad de Deià. Sin embargo, tanto Thornton Wilder (1897) como John Williams (1922) eran estadounidenses del medio oeste, el primero de Texas, el segundo de Wisconsin. Curiosamente, los tres tuvieron necesidad de escribir sobre los inicios del Imperio, y los tres lo hicieron con acierto y maestría. No me cabe la menor duda de que John Williams había leído a Wilder y a Graves, y de ambos toma elementos narrativos para su August. La obra sigue un orden cronológico, desde el año 45 a. De C. hasta el 14, a pesar de los diferentes narradores y fuentes de la historia, fundamentalmente cartas, igual que en en Los idus de marzo, y memorias como en Yo, Claudio. Aunque aquí Augusto, evidentemente, no es un pelele ignorante en manos de su cruel esposa. 


Comienzo a leer El hijo de César y enseguida quedo atrapado por la maravillosa prosa de Williams. Tengo la sensación de que Octavio, el primer emperador de Roma, el hombre más poderoso del mundo, es William Stoner, el humilde profesor de Literatura del medio oeste norteamericano. El salto que dio Williams de una novela a otra es enorme, tanto en el tema, como en la estructura narrativa. Es evidente que Williams quería alejarse de sí mismo, en el espacio y en el tiempo, alejarse de su pequeño mundo; y por eso salta del intimismo autobiográfico de un personaje aparentemente irrelevante, a uno de los hombres más poderosos de la Historia. En ese salto, y esto es lo más sorprendente, resulta que apenas si se mueve; afortunadamente, porque Octavio Augusto es William Stoner, y como en Stoner, retrata su vida, desde su adolescencia (siendo Octavio), pasando por su edad adulta y su vejez (ya Augusto), hasta su muerte. John Willliams tardó ocho años en hacer ese viaje para quedarse donde exactamente donde estaba. 

La novela se divide en tres partes. La primera parte es más política, más épica, narrada desde el punto de vista de varios hombres, sobre todo los más cercanos a Octavio: Agripa, Mecenas y Salvidieno Rufo, que nos cuentan desde el asesinato de Julio César hasta la batalla de Filipos (42 a. C.) en la que caen Bruto y Casio, asesinos de César; y la de Actium (31 a. C.) en la que Marco Antonio y Cleopatra son derrotados y Octavio se hace con todo el poder de Roma. La segunda parte es más intimista, más social, más cultural y está narrada fundamentalmente desde el punto de vista de una mujer, su hija Julia, una mujer inteligente adelantada a su tiempo, quien desde su destierro en la isla Pandetaria rememora su vida, e indirectamente la de su padre. En ella aparecen personajes como Virgilio y Horacio protegidos de Augusto, o también Ovidio, que será amigo de Julia, y que acabará desterrado como ella (Irene Vallejo menciona este asunto en El infinito en un junco). Aquí aparece como personaje secundario la figura de Livia, que no es ni mucho menos la mujer malvada y manipuladora que pinta Graves, pero sí una mujer que ambiciona el poder de su hijo Tiberio, que será el tercer esposo de Julia, tras Marcelo y Agripa, y a la postre, contra pronóstico, sucesor de Augusto. La tercera parte de la novela la narra el propio Augusto al final de su vida. Como en Stoner, el protagonista se pregunta si su vida ha merecido la pena. El lector va conociendo la vida de Augusto desde fuera hacia adentro, se va acercando lentamente para llegar finalmente al interior del personaje, desde el dios todopoderoso hasta el hombre de carne y hueso. Esta tercera parte es una larga carta que escribe poco antes de morir, durante su viaje a la Isla de Capri, donde moriría el 19 de agosto del año 14. Octavio Augusto se desnuda y se muestra como un hombre sabio que ha vivido mucho, que ve el final cerca, que reflexiona sobre el sentido de la vida, épica en la juventud, trágica en la edad adulta, y cómica en la vejez: «Como un caparazón vacío, el pobre actor digno de lástima acaba por descubrir que ha representado tantos papeles que ha dejado de ser él mismo» (287). 

El hijo de César y Stoner, son las dos caras de la misma moneda. El hijo de César es una obra más ambiciosa, más dinámica, más arriesgada técnicamente, tal vez más lograda que Stoner, incluso más premiada; tal vez (solo tal vez) mejor escrita que Stoner. El hijo de César es una gran novela, una novela histórica a la altura de Yo, Claudio o Los idus de marzo. Sin embargo, si tuviera que elegir entre las dos novelas, me quedo con Stoner. Porque entre el gris profesor al que un soneto cambió la vida y el brillante emperador llamado por el destino para salvar a Roma de sí misma, sin duda, me quedo con el primero. 


Traducción de Christine Monteleone

10 comentarios:

  1. Pues en Amazon no hay ningún problema para comprarlo en tapa blanda. Yo lo he comprado por 5,69 en versión electrónica. Me apetece leerlo tras tu reseña y la lectura de Stoner. Hay escritores cuya obra es reducida pero muy interesante. He leído Los idus de marzo y tengo Yo Claudio sin leer. La lista de títulos que uno querría leer es tan grande. Ahora leo sobre ciencia y medicina, pero siento la llamada de la literatura, del pensamiento, de la historia... Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Pues tienes razón Joselu, está en Amazon, aunque cuando lo busqué hace dos meses creí que solo estaba en versión electrónica. Después miré en La Casa del Libro y había un ejemplar de segunda mano por el módico precio de 175 euros. Me alegro de haberlo comprado en una pequeña librería de ocasión. Del que solo he encontrado cuatro ejemplares (literalmente) en papel es de "Butcher´s Crossing", todos de segunda mano y a precios disparatados. Al final no me va a quedar más remedio que comprarme un libro electrónico si quiero leer algunas novelas, porque tengo la impresión de que algunas ya no se van reeditar en papel.
      Espero que disfrutes de esa llamada de la literatura y la historia con esta novela de Williams. Ya nos contarás.
      Un saludo.

      Eliminar
  2. Roma hace 2000 años, un estupendo lugar para visitar. No recuerdo la última vez que estuve por allí pero sé que fue hace tiempo. Es buen momento para volver. Aunque veo que Stoner es mejor forma de conocer a John Williams un autor que diría que no me habían presentado. Mucho por leer, afortunadamente. Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Ana, efectivamente, mejor comenzar con "Stoner". Es una maravilla. Es una de esas novelas que no te explicas cómo no la habías leído antes. Ya nos contarás tus impresiones cuando la leas.
      Un abrazo.

      Eliminar
  3. La Semana Santa siempre ha sido tiempo propicio a pelis y lecturas de romanos. Pero si la novela la escribe Williams ya hablamos de otra cosa. Me encantó "Stoner" y tras tu crónica ardo en deseos de ver al autor travestido en Augusto (ja, ja...). Me apetece mucho leerlo, entre otros motivos porque "Los idus de marzo" de Wilder y "Yo, Claudio" de Graves me encantaron aunque ya hace tiempo que las leí. Así pues toca ahora hacerlo con el eslabón perdido. A ver si lo consigo pues dices que es difícil hallarlo. Me pongo a ello.
    Te deseo una buena rentree.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Es verdad, no había pensado que la culpa pudiera ser de la Semana Santa, jeje. Parece que no es tan difícil encontrarlo, al parecer está en Amazon. Verás el gran nivel de documentación de Williams para escribir esta novela. Apenas se nota que Augusto es él, aunque en la parte final ya no puede disimularlo más.
      Espero que la disfrutes. Ya nos contarás.
      Un abrazo.

      Eliminar
  4. Leí Yo Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina hace muchos años. En la actualidad no me atraen mucho las novelas ambientadas en épocas tan antiguas (una bobada mía seguramente), pero esta la tengo comprada en Kindle desde que leí Stoner e indagando en el autor vi que tenía el Premio Nacional del Libro en Estados Unidos. Me gustó tanto Stoner que me apetece leer algo más.
    Creo como tú que terminaré quedándome con Stoner por encima de Augusto. Ese profesor de vida gris y tanta alma tiene que ser más fascinante que el primer emperador romano. En la sencillez se esconde mucha grandeza.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo voy por rachas, aunque todos los años suele caer algún libro sobre el mundo antiguo. Hace unos años tuve un atracón Posteguillo y tuve que alejarme un tiempo el tema, porque aunque disfruté mucho, tanto de la trilogía de Escipión como la de Trajano (me quedó pendiente el último de las dos series), la digestión fue pesada.
      Ahora, tras leer a Irene Vallejo, ando otra vez por aquellos lares (estoy con "La Odisea", nada menos, y lo más extraño es que me está gustando). Sin embargo, esta novela no la he leído por que me apetecía leer sobre Augusto, sino porque quería seguir leyendo a John Williams. No sé qué le pasaría por la cabeza para dar ese salto tan grande de "Stoner" a "August". Salvando las distancias, es como Alejandro Amenábar que tras "Mar adentro" nos sorprendió, cinco años después, con una película como "Ágora". Lo que está claro es que "El hijo de César", aunque le dio la alegría del National Books Award, lo tuvo que dejar vacío, porque no volvió a publicar nada más en los veinte años siguientes (la novela es del 73 y él falleció en el 94).
      Todavía tengo dos pendientes de John Williams. La próxima será "Butcher´s Crossing" (si la consigo).
      Un abrazo, Rosa.

      Eliminar
  5. Difícil comparar dos novelas tan diferentes, aunque sean del mismo autor. Imagino que yo también me quedaría con Stoner, por afinidad. Pero vaya, quién pudiera vivir aquellos tiempos tan romanos, aunque morir en la cama y de viejo se antojaba harto difícil. Resulta chocante que una novela tan buena no tenga reedición, el mercado manda, incluso en aquellas que se dicen independientes. A ver si la encuentro en la biblioteca.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Aunque ni el tema, ni la estructura tengan nada que ver, el autor busca lo mismo: narrar la vida entera de un personaje desde dentro. Todavía no he leído "Butcher`s Crossing", que es la anterior a "Stoner", pero tengo la sensación de que me voy a encontrar con algo parecido, esta vez con un personaje situado en el salvaje oeste norteamericano del siglo XIX. Esta novela sí que es difícil de encontrar en papel. No está ni en bibliotecas ni en librerías, grandes o pequeñas, nada. Al final he encontrado tres ejemplares de ocasión bastante subidos de precio. La publicó Lumen en 2013 y ya no se ha vuelto a reeditar. Seguiremos a la espera de que alguien tenga la feliz idea.
      Un abrazo Gerardo.

      Eliminar