lunes, 28 de junio de 2021

"Las bibliotecas perdidas", de Jesús Marchamalo



Siempre he sentido una fascinación especial por todo lo que rodea al mundo de la creación literaria. Me atraen las casas en las que vivieron los escritores, el lugar en el que crearon esas obras extraordinarias, los libros que leyeron antes de escribirlas, las cartas en las que conversaban sobre ellas, sus diarios, su vida cotidiana, sus objetos, lo que les rodeaba en el momento de tener «el fogonazo». 
Jesús Marchamalo escribe sobre todo esto en Las bibliotecas perdidas, un libro que recopila veinticinco artículos, a modo de crónicas, publicados en el ABCD las Artes y las Letras entre 2001 y 2008. La portada, una pintura de Carlos García Alix, es maravillosa. 

El título del libro, que es el del primer artículo, nos acerca a las bibliotecas que se perdieron durante la guerra civil. Muchas quedaron reducidas a escombros debido a los bombardeos, como la de Vicente Aleixandre, Ramón Gaya o Pío Baroja. Otras fueron saqueadas cuando sus propietarios tuvieron que abandonar sus casas, como la de Juan Ramón Jiménez o José Bergamín. Muchos de estos libros estuvieron años pululando por las librerías de la Cuesta de Moyano. Algunas, pocas, se salvaron, como las de García Lorca, Dámaso Alonso o Luis Cernuda

Jesús Marchamalo escribe sobre las dedicatorias de los escritores, de los ejemplares firmados que se venden en las librerías, de las diferentes formas de dedicar, como las de Vila-Matas (de quien tengo la suerte de tener una) o Manuel Rivas, que utilizan dibujos como solución. Nos introduce en el mundo de los coleccionistas de libros dedicados, como Javier Marías que los tiene de Faulkner, Kipling o Conan Doyle. Nos conduce hasta la oficina de escritores como Kafka, Pessoa o Svevo para enseñarnos el lugar que les empujó a sacar su arte; hasta la correspondencia entre escritores (como las de Galdós y Pardo Bazán), de sus pseudónimos, de las parejas de escritores, de sus casas, de las riñas entre ellos, de la inspiración. Antonio Muñoz Molina señala en el libro que las historias son fruto de un proceso involuntario que se prolonga durante meses o años: el escritor acumula experiencias que va fijando inconscientemente, hasta que un día, algo que sucede, una emoción, una noticia, un titular de un diario —el fogonazo—consigue hacerlas aflorar. 

En otros artículos nos habla de la la relación, no siempre fácil, entre escritores y editores; de los pintores que escriben y escritores que pintan; del origen de los títulos; de las manías y los vicios; de la relación entre la literatura y el tabaco, con fumadores como Cela, BarojaGarcía Márquez, Rulfo, Chesterton, Dumas, Conrad, Hemingway, Marías o Cercas, aunque este último creo recordar que lo dejó hace tiempo; de la relación entre literatura y publicidad; de la muerte de los escritores y de su funeral.

Las bibliotecas perdidas de Jesús Marchamalo es un libro con empaque, repleto de anécdotas e historias que transitan por la frontera para llegar hasta el centro mismo de la literatura. Para repetir.




viernes, 11 de junio de 2021

"El arte de mantenerse a flote", de Eric Luna



«El mundo de afuera era una partitura rara. Intuía que había que unir los puntos para obtener el dibujo completo, como en aquellos libros para niños. Pero el trazado se perdía en el horizonte del día siguiente». (p. 93) 

Salgo a la superficie en busca de aire fresco y me alegro de encontrarme con un escritor como Eric Luna, que derrocha talento en este libro de relatos titulado El arte de mantenerse a flote, recientemente publicado por la editorial Boria. El título es acertadísimo, pues el hilo conductor de la obra nos muestra a unos personajes que tratan de sobrevivir en un mundo dominado por dioses que disfrutan jugando con el naufragio cotidiano de la gente corriente. 

Está compuesto por doce relatos de diferente extensión, divididos en tres partes. La primera se titula Días de Jagger y hierbabuena, y está formada por tres relatos cortos que nos introducen en el universo de Eric Luna, en el que las historias giran en torno al trabajo, la juventud o la música. El libro va in crescendo en la segunda parte titulada Apocapitalismo, con cuatro relatos distópicos, o no tanto, que nos hablan de la deshumanización de la sociedad occidental, con la soledad en la vejez y la muerte tras la jubilación, con el Estado como imposible mecenas del arte, con las consecuencias del uso generalizado de la mascarilla y de la persecución los disidentes, y sobre la tecnología como sustituta de los trabajadores. Este último relato titulado Moloch 3000, uno de los más perturbadores del libro, es una alegoría hiperbólica y terrorífica de la sustitución del trabajo manual por el mecánico. 

La tercera parte es la mejor del libro, con cinco relatos protagonizados por antihéroes que se agarran a los micromomentos buenos de la vida, que, a veces, pocas, aparecen como contrapunto a la lluvia y al frío que hace fuera, como rendija por la que se vislumbra un punto de calor, como el del sonido de un contrabajo en forma de corazón en el interior de un útero, como la canción Free Bird de The Lynard Skinard sonando en el coche antes de llegar al trabajo. Los cinco relatos son extraordinarios. El primero, Tríptico Chileno está protagonizado un joven escritor que emigra a Chile en busca de trabajo. Lo mejor es que el mismo protagonista aparece tres relatos después para contarnos el final de sus aventuras en el país andino. Se titula Mecanografía, en mi opinión el mejor relato del libro, con el joven Isaac, personaje que recuerda al detective salvaje Juan García Madero, que se ve abocado a regresar a la madre patria tras un desesperado intento de vender su talento en las calles. Y entre ambos, tres estupendo relatos. Ganapanes refleja la cara más penosa del éxito en un conocido escritor, ganador del Planeta, que contrasta con el fracaso aventurero y nostálgico de nuestro emigrante. Un relato bebop nos lleva a la vida de un trasunto de Chet Baker con el jazz como protagonista; y Free bird,con un final épico en uno de esos micromomentos que a veces aparecen para sacarnos del hastío. En esta tercera parte, los relatos toman tintes bolañescos, con la literatura o la música como meta, con personajes que respiran autenticidad, que tratan de mantenerse a flote en un mundo hostil. Son historias que conmueven, que llegan, que tocan la fibra, que emocionan por auténticas. 

Un gran descubrimiento, Eric Luna.


 

                                                             Lynard Skynard. Free bird