lunes, 7 de octubre de 2019

"Mejor la ausencia", de Edurne Portela





Hay libros que provocan que tus neuronas giren a su alrededor, sin descanso, hasta días después de haberlos leído. Mejor la ausencia de Edurne Portela es uno de ellos.
La clave de este prodigio literario está en la cuidada construcción de los personajes, en los espinosos temas que trata y en la naturalidad con que los aborda, pero sobre todo en la precisa evolución de la voz narrativa que nos lleva en volandas fascinados a través de sus páginas.

La novela se centra en la construcción de la identidad de una niña en el contexto del conflicto vasco, en cómo la violencia va marcando a esta niña que se va haciendo adulta. La niña se llama Amaia. Le gusta leer. Y escuchar música junto a su hermano Aníbal. A través de su mirada pasan los años. Desde 1979 hasta 1992. Los llamados años de plomo en Euskadi. Edurne Portela maneja a la perfección el registro de la narradora que muta cada año sin que la novela chirríe. Ahí está el gran mérito, en hacer verosímil a la pequeña Amaia, feliz e inocente que no comprende lo que pasa a su alrededor (la mejor parte de la novela sin duda), a la Amaia adolescente hastiada de la «mierda de vida» que le ha tocado vivir, a la Amaia adulta que regresa años después para comprobar los estragos causados por el tiempo, tanto en su familia como en su pueblo.

El contexto: un pueblo vizcaíno cercano a Bilbao donde la violencia de ETA convierte todo en una oscura y espesa bruma, donde el GAL aparece para terminar de crear un lodazal del que es muy difícil sustraerse. Por si fuera poco, Amaia tiene que lidiar con la violencia machista del padre y con la violencia silenciosa generada por las drogas y el alcohol.
Aunque el conflicto vasco está en el centro de la trama, Mejor tu ausencia no es una novela sobre el conflicto vasco. Es una novela sobre la vida misma, una novela que nos enseña el reverso oscuro de la vida, y cómo unos se hunden y otros se salvan. 

Han pasado dos semanas desde que leí Mejor la ausencia. Sigo pensando en ella. En el bueno de Aníbal, en la rabia de Kepa, en la distancia de Aitor, en el padre brutal, en la madre resignada. Pero sobre todo pienso en Amaia, en la adolescente que lee a García Márquez y escucha a Extremoduro.  

Impresionante, Edurne Portela.



                                          
                                                Extremoduro. Jesucristo García