viernes, 31 de julio de 2020

"El tiempo es un canalla", de Jennifer Egan



El tiempo es un canalla de Jennifer Egan es una novela que presenta una serie de historias fragmentarias que convergen en un mismo eje temático: el paso del tiempo. La estructura recuerda en cierto modo a Los detectives salvajes de Roberto Bolaño, aunque sin tanta dispersión y complejidad, también sin otro hilo conductor que el de la vida de sus personajes. En la novela del escritor chileno, la trama gira en torno a Ulises Lima y Arturo Belano y su misión de encontrar a la poeta perdida Cesárea Tinajero, narrado a través de terceros. En la novela de Jennifer Egan el argumento gira en torno a dos personajes: Bennie Salazar, un productor musical de éxito, y Sasha, su ayudante. En este caso, la misión, si es hay alguna, es la búsqueda de sus respectivos caminos vitales, el sitio desde el que mirar hacia atrás para hacer balance. También encontramos a estos dos personajes en la vida de terceros, quienes a su vez relatan su propia historia: Scotty, prometedor guitarrista que acaba pescando en el Hudson para comer; Rob y Drew, dos amigos enamorados de Sasha; Ted, el tío de Sasha que la busca en Nápoles (uno de los capítulos que más me han gustado); Stephanie, la perfecta esposa de Bennie, y Jules, el hermano de ésta, periodista condenado por abusar de una joven estrella del cine; Alison, hija de Sacha y Drew, que trata de averiguar ese pasado de sus padres del que tan poco hablan, Linconl, el hermano de Alison, niño autista que colecciona canciones que contienen pausas, como Roxanne

Egan, igual que Bolaño en Los detectives, rompe la línea cronológica, salta en el tiempo, nos sitúa en diferentes momentos de la vida de los personajes, desde los años setenta hasta 2020 (la novela se publicó en 2010). También  rompe la unidad espacial, situando las historias en distintos lugares, como San Francisco, Nápoles, Nueva York, Kenia o el desierto de California.
Cada capítulo son los retazos de una generación que se va haciendo mayor. Unos no se alejan de lo que una vez soñaron que serían sus vidas. Otros olvidan lo que habían soñado y se pierden por el camino. En unos el tiempo es más canalla que en otros, pero en todos hace mella.
Jeniffer Egan también cambia de registro y de narrador en cada capítulo (en total son trece), incluyendo uno de los capítulos más originales que he leído nunca: el narrado por Alison, la hija de doce años de Sasha, que escribe un diario maravilloso en forma de mapas conceptuales.



Me hice con El tiempo es un canalla tras de leer la entusiasta reseña que hizo Gerardo en su blog Varado en la llanura. 

Me ha gustado. He disfrutado leyendo a Jennifer Egan.


                                                        Traducción de Carles Andreu 

                                                              The Police. Roxanne

martes, 21 de julio de 2020

"La tinta simpática", de Andrés Trapiello



Continúo con el periplo por la obra de Andrés TrapielloDesembarco en su primera novela, publicada en 1988 y titulada La tinta simpática.
Tres elementos se cruzan para hacerme atractiva esta novela. 
El primero es conocer al  primer Trapiello, que tras publicar tres libros de poemas y algún ensayo se atreve con la narrativa. No es un joven recién salido de la facultad. Cuando se publica tiene treinta y cinco años. El segundo elemento es el título: La tinta simpática, esa tinta invisible, mágica, que esconde secretos que terminan por olvidarse. Me gusta el título. El tercero es la portada, uno de los dos paisajes de la Villa Medicis que pintó Velázquez en uno de los viajes que hizo a Italia, seguramente en el segundo. Es una de mis pinturas favoritas, un cuadro que observo a menudo. Me pregunto de qué hablarían los dos personajes situados en bajo el arco. Qué les diría la mujer que tiende una sábana y se asoma sobre la balaustrada. Me pregunto qué hay tras esa especie de cimbra de madera que hay entre las columnas ocultando el otro lado. Me fascinan esos cipreses mecidos por el viento, esa mancha roja (¿una flor?) situada bajo el seto que rompe la monotonía cromática del lienzo, la grandeza del jardín, la eternidad del arte, lo pequeña y efímera que es la vida.

Leo La tinta simpática en dos tardes. Roma. Finales de los años setenta. Giulio Corso, pintor de cierto renombre, envejece frente al Panteón de Agripa. De entre las fotografías de sus cuadros aparece uno que no recuerda haber pintado. Es un jardín, con una mujer sentada en un banco, leyendo un libro. Ese cuadro se convierte en su obsesión. Busca el jardín en vano. Está seguro de que no lo ha pintado él, pero es su estilo y está en el catálogo de su obra. Cansado de la búsqueda, decide viajar a Madrid cuarenta años después. La visita a un viejo amigo lo cambiará todo.  Los recuerdos afloran. Su vida en España cuando era joven, el inicio de la guerra, un amor olvidado, su fusilamiento, una hija desconocida, un jardín, un cuadro.

«Qué melancolía encontrar lo que no se ha perdido. Qué tristeza que nos arrebaten lo que no buscábamos. En el plazo de unos días Corso se veía con otra biografía, entre otras manos, con otros afectos. Como si aquella vida que no había vivido, le hubiera vivido a él sin saberlo. Tal vez no somos más que una vida escrita con tinta simpática, entre renglones que todos pueden ver, hasta que un día la llama que creíamos extinguida va sacando datos, fechas, intenciones, afectos que nadie, ni nosotros mismos, sospechaba. Pero para entonces es siempre demasiado tarde. Porque la misma llama que saca a la luz nuestro vivir secreto, va quemando, destruyendo, lo que habíamos escrito hasta entonces a los ojos de todos. Lo que habíamos vivido desaparece por el fuego y lo que no podíamos vivir, emerge, fantasmal, errático. De esta manera tenemos ante nosotros una existencia en la que no podemos leer y una vida que nunca ha sido escrita sino con invisibles trazos del sueño, amargos como el limón» (p. 148)

En esta obra ya se observa su prosa cuidada, precisa, impoluta. El tono pausado, tranquilo, sosegado. El autor leonés escribe una novela sobre el arte, la memoria y el olvido, el paso del tiempo, el amor truncado por la guerra, la vida vivida, la vida no vivida.

Muy grande, Andres Trapiello.





                                          
                                                   Leonard Cohen. So long, Marianne


                                         

viernes, 17 de julio de 2020

"La contravida", de Philip Roth



Philip Roth es una mina de oro. Estás tiempo buscando el preciado metal entre sus páginas y regresas a casa de vacío. Pero no desfalleces y persistes en la búsqueda, consciente de que algún día aparecerá el tesoro. Llega ese día y la alegría te invade. Al día siguiente transitas por un filón inagotable. El filón de Philip Roth. Para leer al escritor norteamericano se requiere la paciencia del buscador de oro. No abandonar a las primeras de cambio porque la recompensa merece la pena.

La contravida es una obra mayor de Philip Roth. En esta novela podemos disfrutar de su extraordinario genio literario.
La novela está protagonizada por su alter algo Nathan Zuckerman, célebre escritor que conoció el éxito con la publicación de Carnovsky (trasunto de El lamento de Portnoy) , quien narra en primera persona varios episodios de la vida de su hermano y de la suya propia.

La novela se estructura en cinco capítulos. Los tres primeros y el quinto, están narrados por Nathan Zuckerman en primera persona, son parte de su narrativa. El primero, titulado Basilea se desarrolla en el funeral de su hermano Henry, hombre de éxito, casado y con dos hijos que decide operarse del corazón porque la medicina que toma le deja impotente sexualmente y no soporta no poder estar con su amante, Wendy. En el segundo, titulado Judea, Henry no muere tras la operación, sino que decide dejarlo todo para irse a Israel a luchar por la causa judía junto a un grupo de fanáticos de extrema derecha. Nathan visita Israel para intentar convencerlo de que regrese junto a su familia a los Estados Unidos y en ese viaje nos ofrece una inteligente y rica visión sobre la cuestión hebrea.  En el tercero, Nathan relata el regreso en un avión, en el que un loco que había conocido frente al Muro de las Lamentaciones intenta secuestrarlo . Estos tres capítulos dan pie a Roth para divagar sobre dos de los temas de más le interesan: el sexo y la religión, motivos que están en el trasfondo de las decisiones humanas. 
El cuarto capítulo comienza con Nathan y su relación con Maria (sin tilde) en Londres. Es su vecina de arriba, catorce años más joven, casada y con una hija. Se enamoran “intelectualmente”. Nathan no puede hacer el amor con ella por la medicina que toma para una enfermedad coronaria. En realidad lo que le ocurría a Henry le pasa a él. Es Nathan quien no puede soportarlo y pasa por el quirófano, pero no logra salir con vida. Y ahora viene lo mejor de la novela. Un narrador diferente, que no es Nathan porque está muerto, sigue contándonos lo que ocurre en su entierro. Aquí cambian las tornas respecto al primer capítulo y ahora es Henry quien asiste al entierro de su hermano. No se hablaban desde que Nathan publicó Carnovsky, la novela en la que ridiculizaba a sus padres y a él mismo. Tras el entierro, Henry va a escondidas a la casa de Nathan en busca de sus diarios. Y allí encuentra las notas tituladas Basilea, Judea y En vuelo, es decir encuentra los capítulos que hemos leído en la novela, que en realidad son el producto de la imaginación de Nathan en los que el escritor toma retazos de la realidad para convertirlos en ficción. Así, la infidelidad de Henry fue cierta, pero no su enfermedad y su impotencia. Eso le ocurría a él. Henry roba los capítulos ante el temor de que algún día aparezcan publicados. Entre las notas que encuentra Henry hay unas tituladas Entre cristianos, que se convertirán en el capítulo final de La contravida, con un Nathan que se casa con Maria para vivir felices y comer perdices. O no.

El capítulo cuarto es el más jugoso respecto a la escritura y al oficio de escritor. Es el vórtice de la novela, el que da sentido a toda la historia. Es el capítulo que hace de La contravida una novela muy grande.

«Lo que la gente envidia de un novelista no es lo que el novelista considera envidiable, sino las personalidades interpretativas que el autor se permite, la resbaladiza personalidad con que se pone y se quita la propia piel, ese deleitarse no tanto en el “yo” como en la evasión de “yo”, aunque ello implique, o sobre todo cuando ello implica ir echándose padecimientos imaginarios sobre los hombros. Lo que la gente envidia es el don que posee el novelista de convertirse en otro, y no de cualquier manera, sino de un modo espectacular, su capacidad para relajar, haciéndola ambigua, su conexión con la vida real, por la fuerza del talento […] ¿Acaso no es cierto que, al contrario de lo que generalmente se cree, el aspecto más intrigante de la imaginación del escritor es la distancia que existe entre su vida y su novela? (p. 274)

El fragmento resume perfectamente esta extraordinario libro de Philip Roth en el que juega con el lector a tejer y destejer vidas e historias. ¿Cuáles son reales?¿Cuáles son ficción? ¿De dónde proceden?¿Quién las narra?¿Qué distancia hay entre la vida del escritor y su novela?

«Pero a ti la tranquilidad te inquieta, Nathan, sobre todo en la escritura: para ti es arte de mala calidad, demasiado cómodo para el lector y, ciertamente para ti. Lo último que quieres es hacer felices a los lectores, con textos acogedores y sin conflictos, donde los deseos se cumplan con toda sencillez» (p.405)

Philip Roth, una mina de oro.



Traducción de Ramón Buenaventura




                                                Bob Dylan. A hard rain´s a-gonna fall

miércoles, 1 de julio de 2020

"Rojo y Negro", de Stendhal



La trama de Rojo y Negro de Stendhal es bien conocida. Narra la historia del joven Julien Sorel, de su ambición, del intento por medrar en una sociedad cerrada, de su impostura como seminarista, de sus amores interesados con una burguesa primero, la señora Renal, y de una aristócrata después, la señorita Mathilde de Le Mole, del intento de asesinato de la primera, de su juicio y de su condena. Al parecer, Stendhal sacó esta historia de un periódico, cambió los nombres de los protagonistas y de los lugares y la noveló. La escribió entre 1828 y 1829 y la llevó a la imprenta en 1830, aunque tras la revolución de julio de ese año introdujo algunos cambios para publicarla definitivamente en 1831.

Stendhal utiliza el narrador omnisciente para meternos de lleno en los pensamientos, sentimientos y acciones de Julien Sorel. Su punto de vista prevalece, aunque en también nos lleva al de otros personajes, sobre todo el de la señora Renal y el de Mathilde de La Mole. En ocasiones aparece el propio Stendhal para ofrecernos su opinión política (liberal) o para interpelar directamente al lector justificando alguna escena. Su anticlericalismo contrasta con el dibujo hace de los dos únicos personajes íntegros de la novela, el padre Chelán y el padre Pirard, protectores de Julien Sorel que no dejan de advertirle de las consecuencias de sus obras. Pero su ambición, como la de Napoleón Bonaparte, no tiene límites. 

Más que una novela de amor, que lo es, Rojo y Negro es una novela social y política que reconstruye los comportamientos del clero, de la burguesía y de la aristocracia francesa a través de los personajes en una época de profundos cambios: los años veinte del siglo diecinueve. La vieja nobleza y el clero aspiran a conservar los privilegios que le fueron arrebatados por la Revolución, y restaurados tras la derrota de Napoleón en 1815. Pronunciar su nombre es delito. Su figura sobrevuela toda la novela desde su destierro en la isla de Santa Elena. Las obras de Voltaire, Rousseau y el resto de ilustrados están prohibidas. El altar y el trono vuelven a ser los pilares de la sociedad. La burguesía, derrotada pero no vencida, no renuncia a restablecer los ideales de un liberalismo moderado libre de los excesos jacobinos. La lucha entre permanencia y cambio está en el trasfondo de la novela. En la lucha de estos dos grupos por imponer su credo se inserta Julien Sorel, talentoso y apuesto hijo de un carpintero pobre, admirador secreto de Napoleón y de espíritu jacobino, a quien no queda otro camino que la carrera eclesiástica en una época que ha blindado sus puertas al ascenso social. Sorel es el Danton del amor, el héroe subalterno que logra enamorar a dos mujeres inalcanzables por su posición social. Julien utiliza su genio y su uniforme de seminarista para hacer su revolución particular a través de la conquista de los corazones de la señora Renal y de Mathilde de La Mole. Es el caballo de Troya de la moral burguesa y de la nobleza, que pone al descubierto la hipocresía y los tejemanejes de ambos grupos, enfrascados en pugna por el poder y temerosos de perderlo. La lucha interna de las dos mujeres entre la honra y el amor por Sorel se salda con la victoria de este último, un triunfo que saborea cual Napoleón en Austerlitz. Sin embargo, el joven Sorel también perderá la cabeza y sucumbirá a los encantos de Afrodita en su Waterloo particular. 

Stendhal mantiene la tensión de la historia durante las  más de quinientas páginas del libro. Es un genio con los diálogos, con los pensamientos de los personajes, con los enredos y los continuos quiebros de la trama. Lo más extraño es que no se recrea en los momentos álgidos, sino todo lo contrario. Se puede decir que los escamotea, de manera que hay que leer dos veces le escena para ver si ha pasado de verdad lo que tanto tiempo estábamos esperando. 
Stendhal anuncia con Rojo y Negro el realismo literario de los años posteriores. Nada menos que autores como Flaubert y Tolstói lo reconocen como padre literario. Tanto el personaje de Emma Bovary como el de Ana Karenina beben del de la señora Renal. No obstante, Stendhal no puede escapar al romanticismo reinante en la década de 1820. De hecho, el gran logro de la novela es aunar dos tendencias aparentemente contrapuestas, el romanticismo y un realismo incipiente.

La escritora Clara Obligado comentó en una charla que era uno de esos libros que leía cada cierto tiempo. Yo la leí hace trece años y ahora la he vuelto a leer, y ha superado con creces el examen de la relectura. Decía José Luis Cuerda que Rojo y Negro era su novela favorita. También está entre las mías. No dudo que algún día regresaré a las páginas de esta obra maestra. 



                                            La Grande Sophie. La valse des adieux


Traducción y notas de Carlos Pujol y Tania de Bermúdez -Cañete