La historiografía seria siempre ha estado reñida con las explicaciones simplonas. Para la guerra civil española las hay maniqueas y poco rigurosas, y por tanto desechables. He leído unas cuantas
interpretaciones sobre el conflicto y, de momento, me quedo con la del
historiador Julián Casanova. En su
imprescindible Europa contra Europa
(1914-1945), escribe:
«Otro británico
que dejó su país para luchar con la República, Jason Gurney, escribió en sus
memorias sobre la guerra civil, Crusade
in Spain, que para él, “y para un buen número de gente como yo [España] se
convirtió en el gran símbolo del combate entre democracia y fascismo”.
No era sólo un
combate entre fascismo y democracia. Había más, porque dentro de esa guerra en
suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un
conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas
y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre
diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el
catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y
de la nación, y una guerra de ideas, de credos que estaban entonces en pugna en
el escenario internacional. Una guerra imposible de reducir a un conflicto
entre comunismo o fascismo o entre fascismo y la democracia. En la guerra civil
española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y
trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas
en un marco internacional desequilibrado por las crisis de las democracias y la
irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes
países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente
comprometida con el conflicto» (p.14)
Juan
Pablo Fusi apunta en su Historia mínima
de España:
«Por sus
características, por sus implicaciones nacionales e internacionales, por el
clima moral existente cuando estalló, por el resultado final, la Guerra Civil
española, que tuvo profundas connotaciones ideológicas y políticas y cuya causa
última—como en el caso de otras guerra civiles— fue la división moral del país,
dejó una memoria trágica, el recuerdo de un horror incomprensible y
probablemente innecesario e inútil. El historiador Jover Zamora la definiría como una verdadera crisis de
civilización. Pensando en España, Orwell
le dijo en cierta ocasión a Koestler:
“la historia se paró en el 36”» (p.227).
La literatura y
el cine son disciplinas que se han ocupado del tema. Hubo una época en que se puso de moda eso de «vaya,
otra película sobre la guerra civil», como si el conflicto que dejó la herida
más profunda de la España contemporánea no mereciera más atención de la que ya
se le había prestado, que era más bien poca y sesgada. Por suerte, creo que lo que pasó de moda es el eslogan y
quienes lo compartían. En mi opinión, todavía queda mucho por contar.
Del cine, me quedo con Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán Gómez, dirigida por Jaime Chávarri, y con Tierra y libertad de Ken Loach. De la literatura, con La forja de un rebelde de Arturo Barea y con Homenaje a Cataluña de George Orwell. Y del cómic (sí, también el cómic se ha ocupado de la guerra civil) con ¡No pasarán!, la extraordinaria trilogía del italiano Vittorio Giardino.
Del cine, me quedo con Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán Gómez, dirigida por Jaime Chávarri, y con Tierra y libertad de Ken Loach. De la literatura, con La forja de un rebelde de Arturo Barea y con Homenaje a Cataluña de George Orwell. Y del cómic (sí, también el cómic se ha ocupado de la guerra civil) con ¡No pasarán!, la extraordinaria trilogía del italiano Vittorio Giardino.
Giardino nos
muestra las peripecias de Max Fridman, un antiguo espía de los servicios
secretos franceses (existen dos aventuras previas, La Puerta de Oriente y Rapsodia
Húngara, muy recomendables), cuya acomodada vida burguesa en la ciudad suiza
de Ginebra se ve interrumpida por la visita de la esposa de su amigo Guido, con
quien dos años atrás combatió en la guerra civil española como voluntario de
Las Brigadas Internacionales. Fridman fue herido en Brunete y regresó a Suiza,
pero Guido se quedó luchando en España.
Corre el mes de
noviembre de 1938. La decisiva Batalla del Ebro todavía no ha terminado. El
gobierno republicano de Negrín decide disolver las Brigadas Internacionales
para intentar evitar (en vano) que el bando franquista reciba la ayuda de las
potencias fascistas. Los brigadistas van saliendo, excepto los que adquieren la
nacionalidad española. En ese contexto, Guido desaparece y Fridman, muy a su
pesar, regresa a España para reencontrarse con viejos amigos y enemigos.
Vittorio Giardino
se recrea en una Barcelona en la que nadie se fía de nadie. Nada más llegar,
Fridman entra en el punto de mira de quintacolumnistas infiltrados, de viejos
conocidos del ejército republicano, y de comisarios políticos estalinistas que
gestionan la ayuda militar a la República. Es un tipo incómodo al que todos
quieren eliminar por un motivo u otro.
En la búsqueda de
su amigo se une a un grupo de periodistas extranjeros (entre los que hay una
mujer) que cubren el conflicto, y con ellos se interna en el frente del Ebro
justo en el momento en el que comienza el contraataque del ejército de Franco.
¡No pasarán! es una novela gráfica bien narrada y sobre todo muy bien documentada. No es extraño que su autor tardara diez años en concluirla. Sin embargo, lo mejor son sus extraordinarios dibujos, algunos de los cuales son una verdadera obra de arte.
The Clash Spanish bombs