Había pensado en unos
cuantos títulos para leer durante las vacaciones, pero no he leído ninguno de ellos.
Esto no quiere decir que no haya leído nada, todo lo contrario. He leído más de
lo esperado, pero sin orden ni concierto. Al azar han ido cayendo en mis manos
una serie de libros que son los que se han llenado de arena. Seis en total. A saber: El hereje de Miguel Delibes,
Cabo de Gata de Eugen Ruge, Un millón de
pasos de Daniel Zaragoza, La biblioteca de los libros rechazados de
David Foenkinos, Esperando a Godot de Samuel Beckett y Más allá del olvido de Patrick
Modiano. A Delibes, Becket y Modiano los puse en la maleta. A Ruge,
Zaragoza y Foenkinos los encontré por el camino.
Tenía muchas
ganas de leer El hereje y he disfrutado muchísimo con Delibes y la historia de Cipriano Salcedo
y sus reuniones clandestinas para comentar la obra de Erasmo y de Lutero. Becket
me ha dejado tocado con el misterioso Godot que sigue rondado por mi cabeza. Modiano
no me ha sorprendido porque continúa con su monotema: el recuerdo y la
nostalgia con París y sus cafeterías como centro del universo. Más de lo mismo
con el mismo estilo, pero sin llegar, ni mucho menos, al nivel de En el café de la juventud perdida o a Dora Bruder.
El libro de Eugen
Ruge lo compré, por extraño que parezca, en una tienda de buceo. El título es un trampa. Pensaba
encontrarme con el paraíso que es el Cabo de Gata y me encuentro con un personaje
hosco al que lo mejor que le ocurre durante tres meses es encariñarse de una
gata callejera. Dudo de que quien lea el libro se acerque a visitar Cabo de
Gata, cosa que se agradece. En cierto modo la novela de Ruge tiene mucho de Samuel
Beckett. El protagonista sale cada mañana de la casa en la que se aloja para
sentarse en un banco frente al mar para esperar a su Godot, como hacen Vladimir
y Estragón, esperar día tras día, noche tras noche. No sabemos quién es Godot,
ni para qué lo esperan, ni por qué siguen esperándolo aunque nunca aparezca. Ni
siquiera ellos lo saben. Pero esperan. Igual que el aprendiz de escritor alemán
atrapado en Cabo de Gata.
El libro de
Daniel Zaragoza llegó de manera totalmente inesperada. En la misma playa
apareció el autor vendiendo sus libros. Iba de sobrilla en sombrilla explicando
su vida y su obra. Hace años que dejó su vida sedentaria y comenzó a viajar y a
escribir. Y ahí sigue. Los protagonistas de Un
millón de pasos no esperan a su Godot, sino que lo buscan en el Camino de
Santiago. Algunos lo encuentran, o al menos, eso creen ellos. Daniel Zaragoza
no escribe como Delibes, pero tiene mérito.
La última gran
sorpresa la encontré en la Librería Cabo de Gata. Llevo años viajando allí y
siempre he echado en falta una librería. Hace unos meses una pareja de
insensatos se atrevió a abrir una en Pujaire. Es la única del parque y la
visita merece la pena. De allí salí con el libro de David Foenkinos, un autor
francés que desconocía y que me ha sorprendido gratamente. La librería de los libros rechazados es una especie de comedia
romántica con misterio incluido que recuerda a Amelie. El autor escribe bien y conoce el oficio y lo entresijos
del mundillo literario.
Terminan las
vacaciones.
Los libros
regresan con ingentes cantidades de arena entre sus páginas.
Seguiremos
esperando a Godot con un libro entre las manos.