martes, 14 de abril de 2020

"Yo, Claudio", de Robert Graves


Una palabra tan horrorosa y malsonante como confinamiento se está haciendo habitual. Al principio me costaba pronunciarla puesto que apenas la había utilizado antes. Puede que nunca. Y ahora no hay frase o párrafo en la que no aparezca el dichoso palabro. Consulto el María Moliner y todavía me gusta menos. La segunda acepción de “confinar” dice así: «Desterrar a alguien en un sitio determinado, no permitiéndole salir de ciertos límites. Aprisionar a alguien en un campo de concentración. Prohibir a alguien salir de cierto sitio. Arrestar». Lo peor es que no hay sinónimos mucho mejores: aislar, encerrar, recluir, arrinconar…
En fin, a lo que vamos. Acabo de terminar la primera lectura del confinamiento. Se trata de Yo, Claudio de Robert Graves. He tardado 32 días. Es evidente que no tenía prisa por terminarlo porque es un libro en el que no necesitaba, o no quería, llegar al final. De hecho, cuando lo he terminado no he sentido alivio sino pesar por tener que bajarme de esta maravillosa máquina del tiempo que me ha llevado a disfrutar de una de las épocas que más me atraen últimamente: la antigua Roma. Ya sé que todo lo que nos cuenta Robert Graves, aunque esté basado en hechos y personajes históricos, es pura ficción. Augusto no era tan inocente ni Livia tan malvada, Tiberio no era tan mal gobernante, ni Calígula estaba tan loco, ni Claudio era tan bonachón. La literatura exagera los caracteres de los personajes para darle emoción al asunto, y Robert Graves lo hace de una manera magistral.




La novela está narrada por Claudio (nuestro héroe) en primera persona, y lo hace con rigor, como lo haría un historiador, pues ese es su oficio antes de ser coronado emperador. Adora a Polibio, a Tito Livio, a Herodoto. De hecho una de las mayores alegrías que le dará el título es la de «poder consultar los archivos secretos y descubrir qué había sucedido en tal ocasión y en tal otra. ¡Qué milagroso destino para un historiador!» (p.364).  Además menciona a los destinatarios de estas memorias, que son los «eventuales lectores de la centésima generación futura» (p.12), es decir, los lectores del siglo veinte (la novela se publicó en 1934). Con este juego, Robert Graves impregna la novela de verosimilitud y nos hace partícipes del relato, pues el mismísimo Claudio se dirige a nosotros en primera persona desde dos mil años atrás.
 Los límites cronológicos de su relato van del 41 a de C. al 41, desde la época de su padre antes de que él naciera, hasta el año en que la guardia pretoriana que asesina a Calígula (“zapatitos”) lo proclama emperador. El narrador (Claudio) nos va mostrando acontecimientos de manera lineal, y para que el lector no se pierda los va fechando al margen. No sabemos cómo llegaron estas memorias a la casa de Robert Graves en Deià, pero sí que vemos su mano (lo avisa al inicio) a la hora de hacer más fácil el cómputo cronológico para el lector contemporáneo al utilizar la era cristiana, pues en tiempos de Claudio la cronología era la romana (aunque él utilizó la griega) que comenzaba a contar a partir de la fundación de Roma (el año 1 era el 753 a de C.). No sería hasta el año 525 cuando se empezó a computar la era cristiana, es decir que al año 1277 siguió ¡el 525!.

La novela narra por tanto acontecimientos de los periodos de Augusto, Tiberio y Calígula, y se centra fundamentalmente en la personalidad de los emperadores y en las luchas subterráneas por el poder, es decir, asesinatos a mansalva y de la manera más cruel y sofisticada. Juego de Tronos ya lo inventó Robert Graves.
Livia (tercera esposa de Augusto, madre de Tiberio, abuela de Claudio y bisabuela de Calígula y de Nerón) es la que se encarga de organizar que tras Augusto se corone su hijo Tiberio. Para eso tiene que quitar de en medio a los que iban delante en la línea sucesoria, es decir a los nietos de Augusto, y lo hace sin levantar las sospechas del inocente emperador. El veneno juega un papel fundamental en la novela. Livia es la que hace y deshace, la que mueve los hilos del poder, tanto con su marido como con su hijo. A la muerte de su madre, Tiberio no se queda corto eliminando a todo sospechoso de conspiración. La delación es suficiente para que uno acabe volando desde la Roca Tarpeya. Por su parte, Calígula representa en su corto mandato el máximo apogeo del terror tiránico y del desprecio por la vida. Entre tanta sangre sólo uno de los familiares sobrevive: Claudio. Su discapacidad física e intelectual lo salva de una muerte segura. Es cojo y tartamudea y toda la familia, excepto su hermano Germánico, lo desprecia y se burla continuamente de él. Sin embargo, Claudio es un tonto tan inteligente que se hace pasar por tonto para salvar la vida. Sabe que no lo consideran un peligro, aunque en más de una ocasión está a punto de perderla. Esa impostura le llevará a coronarse emperador. El personaje de Tyrion Lannister, sin duda está basado en Claudio. George R.R. Martin le debe mucho a Robert Graves.
En una de las conversaciones con su gran amiga Calpurnia, le dice:
«—Claudio tienes más suerte de lo que crees. Cuida tu puesto celosamente. No dejes que nadie lo usurpe.
  —¿Qué quieres decir, muchacha?
  —Quiero decir que la gente no mata a sus bufones. Son crueles con ellos, los asustan, les roban, pero no los matan.» (p.316).

Por la novela van desfilado multitud de personajes de la familia Julio-Claudia a los que situado en un árbol genealógico para facilitar la lectura.




De todos ellos me quedo con tres.
El primero es el personaje de Livia, maravillosamente cruel y manipuladora, quien pide a Claudio que a su muerte haga todo lo posible para que la divinicen como a Augusto para evitar el infierno. Chapeau Livia.
El segundo es Calígula cuya genial locura lo lleva a situarse por encima de Júpiter y a enfrentarse a Neptuno con las armas en una batalla memorable entre las legiones y el mar. ¿Alguien da más?
El tercero es el propio Claudio, cuya sabiduría, inteligencia e integridad (se declara republicano cuando lo van a proclamar emperador) lo convierte en contrapunto a la maldad de los personajes que desfilan por la novela.

Robert Graves escribió una obra literaria que es todo un homenaje a la historia y al oficio de historiador. Seguramente es la novela que más daño ha hecho a la historia. O no. Quién sabe. Lo único seguro es que es una obra maestra.


                                                           Traducción. Floreal Mazia

                                                      Joaquín Sabina. Una de romanos




sábado, 4 de abril de 2020

Luis Eduardo Aute. In memoriam.






Enemigo de la guerra
y su reverso, la medalla.
No propuse otra batalla
que librar al corazón
de ponerse cuerpo a tierra
bajo el peso de una historia
que iba a alzar hasta la gloria
el poder de la razón.
Y ahora que ya no hay trincheras
el combate es la escalera
y el que trepe a lo más alto
pondrá a salvo su cabeza
aunque se hunda en el asfalto
la belleza.

Míralos como reptiles,
al acecho de la presa,
negociando en cada mesa
maquillajes de ocasión;
siguen todos los railes
que conduzcan a la cumbre
locos, porque nos deslumbre
su parásita ambición.
antes iban de profetas
y ahora el éxito es su meta;
mercaderes, traficantes,
más que nausea dan tristeza,
no rozaron ni un instante
la belleza.

Y me hablaron de futuros
fraternales, solidarios,
donde todo lo falsario
acabaría en el pilón.
Y ahora que se cae el muro
ya no somos tan iguales
tanto tienes, tanto vales
¡Viva la revolución!
Reivindico el espejismo
de intentar ser uno mismo,
en ese viaje hacia la nada
que consiste en la certeza
de encontrar en tu mirada
la belleza.



                                                                      La belleza



miércoles, 1 de abril de 2020

"Lectura fácil", de Cristina Morales



Lectura fácil es un libro protagonizado por cuatro mujeres con discapacidad intelectual en diferente grado que viven juntas en un piso tutelado de Barcelona. Cristina Morales les da voz y todo lo que vemos es el mundo a través de su mirada. No hay un enfoque hacia ellas, sino desde ellas. Ellas son el sujeto que analiza la sociedad en la que les ha tocado vivir. Y lo hacen con una lucidez que nos deja noqueados sobre el ring porque Lectura fácil es un gancho brutal a la mandíbula de la España moderna, democrática y europea, a su estado asistencial, a sus instituciones, a sus políticos y a la moral de sus biempensantes ciudadanos, del primero al último. Nada ni nadie se escapa. Es una novela crítica y autocrítica que destila un sutil humor "mendociano" al estilo La verdad sobre el caso Savolta, novela a la que en cierto modo me ha recordado. La única defensa de Lectura fácil, si es que la hay, es la de la libertad y la autonomía de las personas con discapacidad.

Cristina Morales estructura la novela a partir de cuatro formas narrativas que en gran medida se corresponden con cada una de las protagonistas. Estos cuatro enfoques buscan contrastes entre lo objetivo y lo subjetivo, entre la complejidad y la sencillez, entre lo individual y lo colectivo, entre lo institucional y lo social, entre el sistema y el antisistema, entre la realidad y el deseo.
Las cuatro protagonistas son Nati, Marga, Patricia y Angeles. Son primas y hermanas, y llegan a Barcelona procedentes del pueblo ficticio de Arcuelamora tras escapar del centro en el que estaban internadas.

Nati lleva el peso de la novela. Es la que proporciona el tono, la crítica y el discurso ideológico. Representa la subjetividad y narra la historia en primera persona con un lenguaje intelectual y callejero, porque Nati tiene el ficticio síndrome de las compuertas que no es otra cosa que un estado de lucidez permanente que la autora utiliza para desnudarnos a todos. Nati representa la focalización interna de la novela. Es bailarina, y fue discapacitada por el Estado tras una crisis que sufrió al terminar la universidad. Nati defiende la libertad y utiliza el baile como metáfora. Es feminista y anarquista, aunque el feminismo y el anarquismo no escapan de su inteligente y corrosiva mirada. Y desde ese enfoque critica la hipocresía de la moral establecida, a los bienintencionados progresistas que tratan de ayudar, al sistema patriarcal que todo lo impregna, o al sistema neoliberal que todo lo corrompe. Ése es el síndrome de las compuertas. Nati no puede callarse. No se controla y su voz es un torrente que todo lo arrasa. Esa es su discapacidad. Es peligrosa para la sociedad, “una guerrillera bastardista” que escribe fanzines antisistema (se incluye en el libro). Mejor tenerla controlada y atontada con medicación.

«Si el abusón no reculaba, si se ponía chulo y el muy tonto se hacía el listo, entonces el grupo lo acorralaba verbalmente, con lo que él acababa gritando por encima de la voz de todos y empezaba a insultar. Se le invitaba entonces a abandonar el ateneo, invitación que por supuesto no aceptaba pronunciando las palabras mágicas: sois unos fascistas. ¡Me quedé loca!¡Estaba ocurriendo también allí! [se refiere a una asamblea anarquista]¡Resulta que los hacen en serie y todos los fascistas llaman fascistas a quienes les plantan cara! Es la ley facha-macha: para el facha, tolerar significa que el otro se ponga de su lado. El macho-facho no admite la alteridad salvo que le sea sumisa, como poco, cómplice, o, cuando menos, silenciosa, y mucho mejor si la alteridad está muerta.» (p.75).


Marga es el personaje en torno al cual gira la acción de la novela. Ella es la que se decide a vivir de manera independiente fuera del piso tutelado, para lo que deberá saltarse las normas de unas instituciones que se lo impiden. La única opción que tiene es recurrir a la Asamblea Libertaria de Sants para que le ayuden a okupar un piso abandonado. Las actas de las reuniones de este grupo anarquista forman el segundo enfoque narrativo. Cristina Morales utiliza la focalización externa y aquí vemos a Marga (Gary Garay) y a veces a Nati (Nata Napalm) debatir en torno a multitud de temas con los participantes que se esconden tras los pseudónimos de diferentes ciudades, probablemente su lugar de origen (Murcia, Jaén, Coruña, Oviedo, Palma, Tánger…). Leemos las actas en forma de diálogo y en ellas la autora nos muestra la candidez pueril y el sinsentido de algunos de los debates de la asamblea que se pierden en divagaciones estériles, pero también nos enseña debates interesantes que el resto de la sociedad no se plantea, y sobre todo la solidaridad sin fisuras del grupo con personas como Marga.

«Jaén: Yo tampoco diría eso, Murcia. Yo creo que Gari lo tiene muy claro. Yo creo que ella prevé la represión, no es algo desconocido para ella. Ha sufrido la represión muchas veces a lo largo de su vida en las residencias para discapacitados, tanto dentro por parte de los cuidadores como fuera por parte de la policía aliada con sus cuidadores. Tiene 37 años y desde los 18 que la internaron por primera vez en una residencia ha desarrollado estrategias de resistencia. Ella no lo llama así, pero por sus palabras así lo entiendo yo. Gari no gritará la consigna de “Un desalojo, otra ocupación”, pero en realidad es lo que lleva haciendo toda la vida. Le quitan un espacio de libertad y ella espera el momento preciso para conquistar otro. Es lo mismo que hacemos nosotros.» (p358).

La tercera forma narrativa la representa Patricia, cuya voz escuchamos en las declaraciones recogidas en un juzgado de Barcelona que tiene que decidir sobre la esterilización forzada de Marga. A través de las preguntas de la jueza y las respuestas de Patricia observamos la vida de las cuatro primas en el piso tutelado de Barcelona. Por el juzgado también pasarán Nati, Marga y Ángeles aunque sus intervenciones son más escuetas, sobre todo la de Marga. Esta forma narrativa representa la ley, la institución, el estado asistencial paternalista que debe decidir qué es lo mejor para ellas, que debe incluso decidir sobre su maternidad. Esta forma también la leemos desde fuera pues se trata también de unas actas, en este caso las del juzgado, que contrastan con las de la asamblea anarquista en cuanto al tono y al lenguaje. Las primeras son dinámicas, libres, subversivas, alegres en ocasiones. Las segundas aparecen como un bloque frío e implacable como las tablas de la ley a pesar de los intentos de la jueza por parecer cercana y empática.

«¿Me está diciendo que no es su ilustrísima la que lleva el tema del piso tutelado?
(La señora juez responde afirmativamente.)
¿Qué sí lo lleva o que sí que no lo lleva?
(La señora jueza responde que no lleva ese tema)
Pues bueno, si usted no lo lleva, ¿no podría su excelentísima excelencia hacer el favor de decírselo a la excelencia que lo lleve? Si se lo dice usted, que es jueza, a otro juez, no habrá mezcla de poderes de esa que su ilustrísima dice, ¿no?
(La señora jueza lamenta no poder ayudar a la declarante en este asunto y le pregunta si tiene algo más que añadir a su declaración, porque ya sí deben acabar.)
(Sollozos de la declarante. La señora jueza le pide que se calme, le ofrece más agua y la declarante acepta).» (p.329)

El lienzo lo completa Ángeles que representa la cuarta forma narrativa. Aquí regresamos a la subjetividad, al interior del personaje a través de una novela que está escribiendo en forma de memorias en la que nos cuenta la historia de las cuatro desde el principio, de la vida en el pueblo, de cuando fueron declaradas discapacitadas e internadas en un centro, de cómo se vivía en el centro y de cómo todos se aprovecharon de ellas, desde sus familiares, hasta el propio centro, de cómo lograron salir y establecerse en un piso tuteado de Barcelona. Esta parte está narrada con el llamado método de Lectura fácil que es la forma utilizada para la comprensión de las personas con discapacidad intelectual. Es por tanto un lenguaje sencillo, directo y sin florituras, que todo lo explica, pero al mismo tiempo es un lenguaje crítico que deja la realidad a desnudo para poner de relieve lo evidente. Esta parte contrasta con el discurso político y complejo de Nati, pero al mismo tiempo lo complementa, o más bien es al revés, el pensamiento de Nati complementa la novela de Ángeles.

«Si una persona tan lista como una jueza
no sabe lo que es la Lectura Fácil,
es porque hay que regenerar la Lectura Fácil.
Debe ser atractiva y útil para todos, no solo para el 30% de personas
que tienen dificultades lectoras
o que se han visto privadas del placer de la lectura.
La Lectura Fácil debe llegar a la población general,
a la mayoría de la población
y a toda la ciudadanía.
La ciudadanía es todo el mundo,
no solo los que viven en ciudades,
también los que viven en pueblos, incluso en aldeas,
o solos en la mitad del monte.
Las novelas, las leyes, los contratos,
las multas, las sentencias,
la factura de la luz, del agua y del gas,
los papeles del banco, del ayuntamiento
y de cualquier sitio donde haya políticos
o de cualquier sitio donde haya empresas
tienen que escribirse en Lectura Fácil.» (p.415)

Cristina Morales ha sido un grandísimo descubrimiento. 
Lectura fácil se llevó el año pasado el Premio Herralde y el Premio Nacional de Narrativa. Pocos son. 
Como diría Bolaño, el futuro de la literatura está en sus manos.



                                         
                                                      Los planetas. Islamabad


Muy recomendable:
Programa La Milana Bonita dedicado a Lectura fácil con entrevista a Cristina Morales.
https://lamilanabonita.com/2020/04/12/lectura-facil-cristina-morales-analisis/