Recuerdo un
artículo de Javier Marías en el que
dudaba de la relectura de Cien años de
soledad de Gabriel García Márquez.
Temía que le decepcionara, «encontrarla increíble, pinturera, exagerada, o irritarme
cuando me cuente que no sé qué personaje levita». Yo no lo he dudado. El personaje que levita «doce centímetros sobre el nivel del suelo» es
el padre Nicanor. Pero esto no es lo único increíble en Cien años de soledad.
Cuando muere José Arcadio, un reguero de sangre atraviesa Macondo hasta el
lugar en el que está su madre, Úrsula Iguarán. Aureliano Buendía sobrevive a su
fusilamiento cuando la bala atraviesa su cuerpo sin rozar ningún órgano vital. Remedios
la Bella sube al cielo, literalmente, tras su muerte. El último de la estirpe
de los Buendía nace con con cola de cerdo como consecuencia del incesto cometido
por sus padres. Estas son solo algunas de las muchas cosas increíbles,
pintureras y exageradas que ocurren en Cien años de soledad. El mérito
de García Márquez es hacer que el lector se crea todo esto a pies juntillas.
Convierte lo increíble en verosímil. Y lo hace utilizando un narrador
impertérrito, que no flaquea, que lo mismo te cuenta la levitación del párroco
que el asesinato de los huelguistas (su ocultación y olvido). Hay una
naturalidad pasmosa en la presentación de los hechos, en el tono, sin juicios
morales, sin diferencias entre lo verosímil y lo inverosímil. Existe una
espacie de resignación por parte de los personajes a las circunstancias dadas,
como si todo lo que ocurre fuera inalterable, como si todo estuviera escrito. Que
lo está. Como en El Quijote de Cervantes.
Pocos inicios son tan célebres como el de Cien
años de soledad.
«Muchos años después, frente al pelotón de
fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde
remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Macondo era entonces una
aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de
aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y
enormes como huevos prehistóricos».
Comenzar a leer Cien años de soledad es
como lanzarse por un tobogán. Ya no hay marcha atrás.
El íncipit es fundamental, porque
supone el umbral desde el que el lector mira a la vez al pasado y al futuro. Esta
forma se repite una y otra vez a lo largo de la novela, con lo cual parece que
siempre estamos en el mismo lugar dando vueltas en círculo.
La matriarca, es consciente de ello. «Úrsula confirmó su impresión de que el
tiempo estaba dando vueltas en redondo» (p.272). La vida es igual para todos. No obstante, hay una avance
lineal y cronológico en el que se desarrolla la vida (y milagros) de siete
generaciones de los Buendía. Desde la creación de Macondo hasta su destrucción.
De la nada a la nada. De la selva a la selva. El círculo se cierra. Esa idea de
circularidad proporciona dinamismo al relato y destruye la línea que separa lo
real de lo fantástico. Y surge a través de la repetición de los nombres de la
familia en los descendientes: Aurelianos, Arcadios, José Arcadios, Amarantas y
Úrsulas, crean una maraña de nombres en la que es fácil perderse, por eso es recomendable elaborar un árbol
genealógico de la familia fundadora de Macondo. Yo hice este.
La novela está
estructurada en veinte capítulos que García Márquez no numera ni titula para
acentuar esa idea de circularidad, de concentración del tiempo. Sin embargo, los diez primeros abordan la
creación de Macondo y su desarrollo. Y los últimos diez, son los que narran
su decadencia. De hecho, el capítulo diez, como punto de inflexión imperceptible, tiene un inicio muy
parecido al primero:
«Años después, en
su lecho de agonía, Aureliano Segundo había de recordar la lluviosa tarde de
junio en que entró en el dormitorio a conocer a su primer hijo. Aunque era
lánguido y llorón, sin ningún rasgo de un Buendía, no tuvo que pensar dos veces
para ponerle nombre.
—Se llamará José Arcadio»
(p.225).
De manera que en
la primera parte, los protagonistas son los fundadores, José Arcadio Buendía y
Úrsula Iguarán, así como sus hijos y nietos, y en la segunda, los protagonistas
son Aureliano Segundo (bisnieto), su esposa Fernanda del Carpio y sus
descendientes.
Hay muchos temas
en la novela de García Márquez, pero hay dos fundamentales. El primero es la
soledad (el título no pudo ser más acertado) que está presente a lo largo del
relato:
«El coronel
Aureliano Buendía apenas si comprendió que el secreto de una buena vejez no es
otra cosa que un pacto honrado con la soledad» (p.247)
El segundo tema
es el incesto como tabú. Se castiga con el destierro y con el terror de José
Arcadio Buendía y Úrsula Iguarán (que son primos) a que sus hijos nazcan con
cola de cerdo. Todos los Buendía tienen una atracción consciente o inconsciente.
José Arcadio con Rebeca (son hermanos, pero no de sangre), Arcadio con Pilar
Ternera (es su madre pero él no lo sabe), Aureliano José con su tía Amaranta…
Ninguno de ellos se llega a consumar. Hasta que el incesto
se concreta en los tataranietos Amaranta Úrsula y Aureliano Babilionia. El tabú
se convierte en realidad cuando nace su hijo con cola de cerdo. Será el final
de la dinastía y de Macondo.
Macondo en sus orígenes es un mundo idealizado, arcádico (el nombre del fundador no es casual) y natural. Es una especie de edén que perderá su inocencia cuando el patriarca José Arcadio Buendía coma de la fruta del árbol de la sabiduría de la mano del sabio Melquíades. La matriarca, Úrsula Iguarán es el centro de la familia. Es la que decide en la casa familiar, que reforma una y otra vez para darle vida. La casa es la metáfora de la familia y de Macondo. Cuando Úrsula muera, la selva comenzará a invadirla pese a los intentos de Fernanda del Carpio por evitarlo.
La Historia entra en Macondo de mano del progreso. Y por supuesto, de la política. De hecho Aureliano Buendía se convierte en el héroe con un historial épico. Promueve treinta y dos levantamientos armados para derrocar al gobierno conservador. No triunfa ninguno. Se pasa la novela guerreando en tierras lejanas. Conocemos sus peripecias a través de las noticias que llegan a Macondo. En realidad nunca salimos de Macondo porque Macondo es el lugar del que nunca sale el narrador.
Finalmente, el apocalipsis entra en la novela a través
de una serie de elementos típicos de la literatura apocalíptica. Por ejemplo,
está escrita en libros ocultos que se revelan al final del mundo como ocurre
con el libro escrito en sánscrito por Melquíades que leerá Aureliano Babilionia
en un final epifánico y memorable. La numerología también está presente (en el título sin ir más lejos), y la
historia está narrada desde el determinismo, es decir, todo transcurre hacia una
destrucción inevitable en la que se dan cita las siete plagas: el insomnio, el
olvido, las guerras, la decadencia del banano, el diluvio, la irrupción de la selva y el
huracán bíblico.
Cien años de soledad es una novela en que la familia Buendía, Macondo, América Latina y la Historia Universal se funden en un todo. Es la novela total.
Cien años de soledad es una novela en que la familia Buendía, Macondo, América Latina y la Historia Universal se funden en un todo. Es la novela total.
Con pocos libros he disfrutado tanto como con Cien años de
soledad. La primera vez fue una especie de revelación que me llevó a leer
todo lo que había escrito García Márquez. La segunda, veinte años después,
pienso que es una de las mejores novelas que he leído nunca. Gana con la relectura.
Obra maestra imprescindible.
Tres veces he leído “Cien años de soledad” (1978, 1980 y 2007). Cada una la he disfrutado más y creo, ya hace años, que va siendo hora de meterme con la cuarta lectura.
ResponderEliminarTienes razón en que es la novela total. Por supuesto que es una de las mejores, si no la mejor, novela que nunca he leído. Desde que la escribió, a García Márquez le debían el Nobel que aún tardó quince años en llegarle. Solo por esa novela era merecedor del Premio, aunque creo que también lo hubiera sido por la “Crónica de una muerte anunciada”.
Cierto: increíble, pinturera y exagerada, pero nos la creemos de principio a fin. Ese es el secreto del maestro.
Escribí una entrada dedicada a ese comienzo de novela para inaugurar mi sección “Bienvenido nuevo mes literario”
Un beso.
Al parecer todos los relatos y novelas anteriores fueron caminos que fue abriendo y que le llevaron hasta "Cien años de soledad". (la intrahistoria de su escritura es ya mítica). En "La hojarasca" aparece Macondo y la soledad como tema clave. En "El coronel no tiene quien le escriba ya aparecía la infancia y la vejez, pasado y futuro como elementos claves de su narrativa, o en "La mala hora" ya aparecía la historia de una dinastía familiar, los Asís que anticipaba la de los Buendía. Después de leer "Cien años de soledad" tuve unos meses de obsesión enfermiza con Macondo y con García Márquez. Aquello era prodigioso.
EliminarTienes razón en que el jurado del Nobel tardó demasiado tiempo. por lo que parece, suelen ser bastante lentos. Tanto que a veces ni llegan.
García Márquez no lo tuvo fácil para seguir en ese nivel. Yo creo que no hizo nada tan grande, aunque tuvo el enorme mérito de escribir obras como "El otoño del patriarca", "Crónica de una muerte anunciada" o "El amor en los tiempos del cólera".
Yo me quedo con "Cien años de soledad".
Un beso.
Por curiosidad y tras mirar mi cuaderno donde anoto mis lecturas, hace 19 años que leí la obra magna de García Márquez. Casi te pillo.
ResponderEliminarQué voy a decirte, coincido contigo en todo excepto en una cosa: no me he atrevido con su relectura. No por la prevención esnob de Javier Marías, quiero elegir bien el momento para volver entrar en ese mundo único.
Lo que parece exagerado... bueno, recuerdo el impacto que me produjo la escena del asesinato de huelguistas. Hasta que leyendo, me tope con una historia similar de nuestra querida España: en 1888, en Riotinto-Huelva. Nuestros tiempos pretéritos eran más proclives a historias extraordinarias. Mi suegro contaba de una vecina de su pueblo, que dio a luz un "perro" (el hambre y la endogamia tenían consecuencias, como retrató Buñuel en Tierra Sin Pan). Era una villa manchega y no Macondo, por eso la etiqueta de realismo (mágico) siempre me ha parecido tan atinada.
Un abrazo.
Es una de las escenas de más terribles de la novela. Creo que es de las pocas en las que le tiembla el tono al narrador.
EliminarConocía la matanza de Casas Viejas y los sucesos de Yeste, pero desconocía ese episodio de Ríotinto. Acabo de leer un artículo sobre el tema y es impresionante las similitudes que hay respecto al que narra García Márquez en la novela. Las reivindicaciones obreras, la Riotinto Company Limited como encargada de explotar el yacimiento y a los trabajadores, las huelgas, las manifestaciones y la intervención del ejército que comenzó a disparar a quemarropa (con nada menos que Pavía al frente). El terror, la ocultación, la manipulación y el olvido. No se sabe cuantos muertos hubo. Entre 13 y... ¡300!. ¡Cuántos episodios habrán sido escamoteados a la memoria!
La genialidad de García Márquez es que Macondo se encuentra en todas partes.
Un abrazo.
Estoy en parte de acuerdo con Javier Marías: cambiamos tanto a lo largo de la vida que los libros no son los mismos; naturalmente, somos nosotros los que ya no somos los mismos y por lo tanto los libros tampoco lo son. Releo a veces y me pasa de todo: libros que habían pasado casi desapercibidos crecen; otros, al revés, se me caen de las manos y los abandono a las pocas páginas un poco irritado conmigo mismo por ese arrobo juvenil que ya no existe.
ResponderEliminar"Cien años de soledad" lo leí casi de un tirón, un verano, con pasión y entrega. No lo he vuelto a leer, pero no por miedo, seguramente lo haré. Como dices, Gabo hace verosímil lo increíble y te lleva preso de una hipnosis literaria. Volveré sobre él.
Estoy contigo en que los libros, extrañamente, también cambian con nosotros. Las relecturas hay que seleccionarlas bien. Muchas son fallidas. Pero lo mejor es que a las primeras de cambio, uno se da cuenta del error y de vuelta a la estantería. Intento hacer una o dos al año. No tengo un plan predeterminado, aunque cada vez tengo más claro que los clásicos son los que más aportan. No creo que me atreva con la relectura "El señor de los anillos" aunque lo disfruté mucho en su día, ni con Dean R. Koonz, ni con "San Manuel Bueno, mártir". Aunque sí que volveré a leer "El Quijote" y "Rojo y negro" y a Bolaño.
EliminarUn abrazo.
Interesantes comentarios y respuestas del anfitrión que he leído ávidamente.
ResponderEliminarHe leído Cien años de soledad muchas veces y lo lamento. Por mi cuenta lo leí en tres ocasiones apreciando el valor indiscutible de esta novela extraordinaria. Mi desencanto con la misma fue cuando en una secuencia de cinco años esta novela entró en selectividad en Cataluña, no entera, sino solo algunos capítulos seleccionados -una estupidez propia de necios responsables de las PAU-. Llegábamos a final de curso a Cien años de soledad y mis alumnos, a los que no les gusta leer, tenían que comentar un capítulo al día o dos. Yo me la leía entera para darles el cemento que faltaba en su lectura fragmentaria. Las clases eran carentes de magia, la novela no les interesaba mucho en medio de un contexto de exámenes finales ya en ciernes. Eran lecturas forzadas y apresuradas, no disfrutadas. Y eso me saturó de la novela que me sé casi de memoria. No sé si podré volverla a leer en estado virgen de nuevo, me temo que no. Esa es mi historia.
Por otra parte, en los comentarios se hace hincapié en las maldades de las compañías o el estado capitalista en el crecimiento de América Latina o en España. Lamentables sucesos sin duda, pero yo recordaría matanzas infinitamente más brutales -e ignoradas por el mundo progresista- por parte del comunismo. Solo dejo una encima de la mesa. El proceso de colectivización forzada en la URSS llevó a que Stalin utilizara el hambre como arma de guerra contra la supuesta burguesía campesina lo que hizo que seis millones de ucranianos murieran en las calles en medio de espantosos tormentos ocasionados por el hambre atroz. Que campesinos llegaran al canibalismo y a comerse a sus propios hijos. No fue un error sino un arma política para hacer avanzar la historia hacia la libertad del comunismo. Se destaca, pienso que comprensiblemente, la crueldad del capitalismo pero se olvida, creo que inconscientemente, el desprecio a la vida por parte del sistema comunista. O por lo menos gentes sensibles y solidarias no suelen recordar el otro lado.
Un abrazo.
Nada peor para la literatura que la lectura apresurada y no disfrutada. Es una pena que que uno llegue a hartarse de cualquier obra maestra por exceso. No me extraña que no quieras volver a leerla, aunque estoy seguro que tus alumnos agradecían ese cemento que diera sentido al disparate de la lectura fragmentada de una novela como "Cien años de soledad".
EliminarRespecto a lo que mencionas sobre el olvido de unas matanzas y el recuerdo de otras, no comparto del todo lo que dices. Creo que el poder que las ejecuta, sea cual sea, y en nombre del sistema que sea capitalismo/comunismo/fascismo, intenta por todos los medios hacer como que nunca han ocurrido. Es lo que denuncia una y otra vez el superviviente de la masacre en la novela. O lo que denunció Solzhenitsyn. Evidentemente, Stalin fue un especialista en el borrado de memoria del gulag o del horror de la colectivización forzada. Pero no creo que se olvide su crueldad. Hasta los propios soviéticos, cosa extraordinaria, la denunciaron tras su muerte.
García Márquez simpatizó con el comunismo (como Neruda o como tantos otros intelectuales). De hecho creo que el famoso puñetazo de Vargas Llosa que lo tumbó a las puertas de un cine tenía un trasfondo ideológico.
Un abrazo.