Escribe Jesús Marchamalo en Las bibliotecas perdidas que Robert Graves trabajaba en su casa de Mallorca en una habitación en la que, salvo los interruptores de la luz, todo estaba hecho a mano, porque era importante para su actividad creativa saber que estaba rodeado de cosas construidas de forma artesanal. Lo imaginas en ese espacio anclado en el tiempo, dando vueltas a una historia que gira en torno a la teoría del británico Samuel Butler, traductor al inglés de La Odisea, quien, a finales del siglo XIX, tuvo el atrevimiento de defender que La Iliada y La Odisea estaban escritas por manos diferentes. Esta última no la habría escrito Homero, pues, tras un análisis pormenorizado, llegó a la conclusión de que fue escrita por una mujer, poniendo en pie de guerra a la crítica literaria victoriana, en una época en que las mujeres todavía eran una rara avis en la literatura y las artes.
La hija de Homero, escrita y publicada a la par que Los mitos griegos (1955), retoma la teoría de Samuel Butler y reconstruye con audacia la historia de esa mujer que escribió La Odisea. Su nombre, en la ficción de Graves, es Nausícaa, hija de Alfides, rey de los elimanos, pueblo griego establecido en la costa occidental de Sicilia, lugar donde se desarrolla la trama. La novela narra la historia de la desaparición de su hermano y la búsqueda por parte de su padre, cuya ausencia será aprovechada por un numeroso grupo de nobles que pretenden hacerse con el trono. Nausícaa es el medio para legitimar la rebelión, por lo que la presionan para que decida contraer matrimonio con uno de ellos a través de un banquete continuo a costa de su hacienda. Nausícaa, narradora en primera persona, tendrá que desplegar su inteligencia para frenar las perversas intenciones de los pretendientes.
La novela no requiere la lectura previa de La Odisea, pues es una obra de amores e intrigas palaciegas, con el mundo mediterráneo de la antigüedad como telón de fondo, situada a mediados del siglo VIII antes de Cristo. La hija de Homero contiene un discurso feminista, con Nausícaa como auténtica heroína que rompe estereotipos por partida doble: frenando y dando su merecido a los pretendientes, con la ayuda Atón, un joven naufrago que aparece en la playa; y sobre todo, inmortalizando la epopeya homérica para convertirla en la primera novela griega, como señala Graves al final de Los mitos griegos.
No obstante, hay un tercer nivel en la narración. Si se conoce La Odisea, la lectura adquiere otra dimensión y se hace más rica, pues muchos de sus componentes se encuentran en La hija de Homero: Nausícaa es el nombre de la narradora y protagonista, Euriclea, el de la viaja nodriza, Eurímaco y Antinoo, el de los subversivos pretendientes, Argos, el del perro de su desaparecido hermano, Eumeo el del porquerizo, Demódoco y Femio, de los bardos, Méntor, el del hermano del rey… La novela contiene elementos que nos remiten directamente al poema homérico para mostrarlo desde una perspectiva novedosa. Nausícaa quiere ser inmortal, como Homero, y para ello toma la epopeya de Ulises que cantan los bardos y la reinterpreta añadiendo el final que todos conocemos basado en su experiencia personal, de manera que enlaza realidad y ficción, historia y mito. La hija de Homero contiene por tanto una reflexión acerca de la creación literaria, sobre cómo los novelistas convierten sus vivencias en material narrativo. Con otra vuelta de tuerca, hasta podemos aventurar que La Odisea de Nausícaa, la hija de Homero, fue la primera novela de autoficción de la historia. El juego de Robert Graves es genial.
Muchos siglos después, cerca del lugar donde Nausícaa escribió La Odisea, en la localidad siciliana de Milo, frente a la fumarola del Etna, viviría otro de los grandes aeda que mantuvo viva la llama de Homero. Él era otro de sus hijos, y hoy lloramos su muerte.
Battiato e Alice. Summer on a solitary beach.
Traducción de Floreal Mazía