lunes, 10 de mayo de 2021

"Dioses y héroes de la antigua Grecia", de Robert Graves



Siguiendo la estela de Homero, entre un tumbo y otro tumbo, encuentro en mi biblioteca un libro titulado Dioses y héroes de la antigua Grecia, de Robert Graves. Lo publicó en 1960, como una especie de apéndice de su extensa obra dedicada a compilar Los mitos griegos (1955). Cuenta Lucía Graves en el prólogo de la novela La hija de Homero, que su padre buscaba en los orígenes de la cultura europea el origen del comportamiento de su generación, una generación que vivió las dos guerras mundiales. Robert Graves, que participó en la primera, como su colega J.R.R.Tolkien, y fue gravemente herido en la batalla de Somme (estuvo oficialmente muerto durante 48 horas), decidió retirarse del mundo urbano (in)civilizado que conocía para bucear en la antigüedad en busca de los valores perdidos en el subconsciente. Ahí se encontró con Deià, un pueblo mallorquín entre el mar y la montaña que recordaba al paisaje griego, un lugar mediterráneo, rural y primitivo donde los antiguos ciclos agrícolas seguían estando presentes. 

Dioses y héroes de la antigua Grecia es un librito corto (115 páginas), compuesto de relatos breves pero intensos con los que atrapar a los lectores y llevarlos directamente al Olimpo. Son relatos independientes, unidos por hilo de oro divino casi imperceptible, que tienen como protagonistas a dioses y héroes cuyas historias se convirtieron en mitos. Unos mitos que se fueron transmitiendo de manera oral hasta que pasaron a formar parte de las obras de Homero, Hesíodo y tantos otros poetas griegos. Estos, a su vez, fueron recogidos por los romanos que adoptaron a los dioses griegos pero con nuevos ropajes, y sus escritores también los utilizaron como material narrativo, como Ovidio, que intentó reunir la extensa historia mitológica en su magna obra Las metamorfosis. Robert Graves, salvando las distancias, hace algo similar en Los mitos griegos y en Dioses y héroes de la antigua Grecia, y nos dice que lo hace para rescatarlos del desprestigio y la desvalorización a que los había sometido la Iglesia en los últimos dos mil años para destacar así la superioridad espiritual de la Biblia. 

A diferencia de los relatos bíblicos, los mitos griegos no son solemnes, sino todo lo contrario, son mitos pendencieros y divertidos, como eran los propios griegos de la antigüedad. Los dioses, aunque con poderes sobrenaturales, tenían forma humana, se comportaban como los humanos y se relacionaban con ellos, decidiendo, muchas veces de manera caprichosa, el destino de sus vidas. Eran celosos y vengativos, y a una buena acción de un mortal podían no responder con una recompensa sino con un castigo, como les ocurrió a los feacios que finalmente llevaron a Ulises hasta Ítaca. Estos dioses no eran de fiar, tan pronto planchaban un huevo como freían una corbata, pero, con mucho, prefiero el casco de Atenea a las llaves de San Pedro. 

El autor de Yo, Claudio, nos presenta a los dioses del Olimpo para, a partir de ahí, narrar multitud de historias en las que ellos mismos participan, y que más o menos conocemos aunque sea de oídas; como las de Orfeo y Eurídice, Sísifo, el rey Midas, el rapto de Europa, Perseo y Medusa, Teseo y el minotauro, Jasón y el vellocino de oro, las doce pruebas de Hércules..., así hasta veintisiete relatos narrados con la maestría de Robert Graves. El libro termina con el destronamiento de los dioses del Olimpo y la llegada del cristianismo: «Juliano de Constantinopla, el último emperador romano que adoró a los dioses del Olimpo, murió luchando contra los persas en el año 363 después de Cristo. Las tres parcas, entonces, informaron a Zeus que su reinado finalizaba y que él y sus amigos debían abandonar el Olimpo. Furioso, Zeus destruyó el palacio con un rayo y se fueron todos a vivir entre la gente humilde del campo, esperando tiempos mejores. Los misioneros cristianos, no obstante, los persiguieron con la señal de la cruz y transformaron sus templos en iglesias, que repartieron entre los santos más importantes. Y así, los mortales pudieron volver a contar el tiempo por semanas como les había enseñado el titán Prometeo. Los dioses del Olimpo se vieron obligados a esconderse en bosques y en cuevas, y nadie les ha visto desde hace siglos». 

De momento, sigo navegando en el cómodo barco de Robert Graves (leyendo La hija de Homero), y no hay duda de que seguiré dando un tumbo y otro tumbo por los infinitos mares de la antigüedad en busca de aquellos dioses escondidos. 



Traducción de Carles Serrat

6 comentarios:

  1. Hola, Juan Carlos:
    Robert Graves es uno de mis favoritos siempre que quiero aclararme respecto a alguna alusión mítica que aparece en la lectura que en ese momento tengo entre manos. "Los mitos griegos" en su edición de Alianza en dos volúmenes la consulto con frecuencia aunque es una obra tan amplia que da varias versiones de un mito y eso a veces dificulta la comprensión. Pero es un autor excelente.
    Hace ya unos añitos estuve en su casa en Deiá que es ahora Casa-Museo y pude comprobar la tranquilidad que el escritor norteamericano buscó y encontró en Mallorca. Y al hablar del emperador Juliano me has recordado la lectura de a novela de Gore Vidal "Juliano el apóstata" que me encantó cuando la leí hace ya también muchos años. [Según se van cumpliendo años todo ha sucedido 'hace ya muchos años' (ja, ja...)].
    Me has tentado a leer este librito por su brevedad y porque -no sé si a ti te ocurrirá igual- siempre me hago un lío con las relaciones que los dioses, diosas, héroes y corrientes mortales tienen entre sí. Constantemente debo de acudir a diccionarios de mitología.
    Un fuerte abrazo

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    1. Lo de la mitología griega es para salir loco. Yo también tengo el libro de Graves delante para resolver dudas (lo tengo en un solo tomo en un mamotreto de casi mil páginas que publicó Círculo de Lectores), y lo que consigo es enredarme todavía más, porque suele haber varias versiones del mito. Imagino que se debe a la transmisión oral, y a que cuando por fin fueron puestos por escrito, llegó la Iglesia e hizo el resto.
      Intento hacerme con las relaciones parentales entre los propios dioses y entre éstos los héroes, pero no es fácil (casi siempre está Zeus por medio). Y para rizar el rizo llegan los romanos y les cambian el nombre. Ya podían haberse quedado con el lote completo. Y si faltaba algo para romperme la cabeza un poco más, llega Robert Graves en la novela que estoy leyendo ("La hija de Homero") y nos cuanta que Odiseo y Ulises eran primos, nietos del Autólico, rey de los focios, y que a veces los confunden, pero que no son el mismo personaje.
      En fin, que cada vez me caen mejor estos dioses, sobre todo cuando se enfadan.
      Un fuerte abrazo.

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  2. Así como leí con mucho agrado Yo Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina, no fui capaz de terminar Los mitos griegos en la edición de dos tomo de Alianza que comenta Juan Carlos.
    Veo que poco a poco vas leyendo toda la obra de Graves. Igual me animo con este que no es muy largo y parece más ligero.
    Yo también prefiero el desenfado y la «inmoralidad» de los dioses griegos a la seriedad mortal de los santos cristianos.
    Un beso.

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    1. Todavía tengo pendiente "Claudio el dios y su esposa Mesalina", y eso que me gustó mucho "Yo, Claudio" cuando lo leí el año pasado (fue mi primera lectura del confinamiento). Ayer, a raíz del comentario de Juan Carlos me puse a ojear "Juliano el apóstata", y mira por dónde que en la introducción menciona sendos libros de Graves para comentar que el segundo es más completo y está mejor documentado que el primero. A ver si me da por leerlo ahora con la coyuntura favorable, aunque hay varios en la lista, como el de Gore Vidal.
      "Los mitos griegos" es un libro más serio, más académico, y aunque está muy bien escrito es más pesado de leer. Yo lo tengo sobre la mesa como libro de consulta y lo voy leyendo a salto de mata. Este que reseño es todo lo contrario, mucho más ligero (literalmente), y se lee muy fácil.
      Un beso, Rosa.

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  3. ¿Que tal Juan Carlos?
    Veo que sigues entusiasmado con Homero, me encanta ver a la gente entusiasmarse con autores y con buenas lecturas, da igual las que sean. Sé que Graves es uno de los buenos, lo sé, pero la mitología griega, aunque me parece interesante, no lo es hasta el punto de elegir ese tema como lectura. Pero bueno, lo de siempre, tenemos poco tiempo para leer y hay que disfrutar al máximo, cada uno con sus preferencias ¿Sabes? en el fondo os envidio a los que leéis clásicos o temas relacionados con el mundo clásico, yo no consigo que me apetezca, aunque sé que como buena lectora debería, aunque sea de vez en cuando leer ese tipo de literatura. En fin...
    Me alegra verte seguir con. fuerza la senda de Homero
    Besos

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    1. Hola Marian, pues de momento voy por este camino, y con ganas, pero ya sabes bien como funciona esto de la lectura. Mañana mismo, sin previo aviso, lo mismo me puedo encontrar leyendo a Marlen Haushofer o a Javier Marías.
      La vena de los clásicos me viene de vez en cuando, y entonces aprovecho, porque siempre tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo. Y te puedo asegurar que ese vértigo que dan los clásicos cuando los tenemos delante desaparece tras las primeras páginas.
      Siempre me ha atraído el mundo antiguo, pero lo de ahora es gracias al libro de Irene Vallejo, y por lo que veo, le está pasando a mucha gente que lo ha leído, que una vez que entras, te cuesta volver a salir. Y en esas estamos.
      Un abrazo.

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