miércoles, 7 de septiembre de 2016

El Fuego de Montag


Al contrario que Don Quijote, Pepe Carvalho logró curarse del “Mal de Montano”. Al menos eso creía él. El detective no necesitó de una tía, una sobrina y un barbero para salir de la enfermedad de la literatura. Lo consiguió cuando decidió que ya estaba harto de pasearse por las historias de otros, de modo que se hizo detective en la España en tecnicolor de los últimos años de la dictadura. Su terapia era sencilla, aunque no estaba exenta de un ritual pseudo-religioso: cada vez que Carvalho encendía la chimenea de su querida casa de Vallvidriera, lo hacía con un libro de su extensa biblioteca. “Metió los libros bajo la leña con las hojas y la encuadernación forzadas y mientras le prendía fuego sentía por una parte prevención y por otra impaciencia para que la fogata brotara y el libro se convirtiera en un montón de palabras olvidadas” (Tatuaje).
A Don Quijote sólo la muerte pudo curarlo de la enfermedad. Durante toda su vida, a pesar de los intentos de familiares y amigos (el fuego acabó con la mayor parte de su biblioteca tras su primera salida), fue un letraherido que no dejo ni por un momento de pensar la vida en forma de literatura.

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