jueves, 10 de mayo de 2018

Los diarios de Emilio Renzi. Años de Formación, de Ricardo Piglia




De entre los motivos por los que uno escribe un diario, no suele estar el de verlo publicado algún día. En él se consignan hechos privados, pensamientos y sentimientos íntimos, opiniones y descripciones de lugares o de lecturas que probablemente a pocos interesen. Sin embargo, a mí me pasa que cada día dedico más tiempo a leer memorias y diarios de escritores que me han marcado con sus novelas. Me interesa saber el origen de esas obras de arte, cómo se gestaron, cuál fue el mágico proceso que las hizo realidad, esa realidad que llegaría a mis manos en forma de libro para tenerme pegado a sus páginas durante horas, esa realidad que fue capaz de enseñarme a mirar detrás de la realidad.
El último libro de este tipo que ha caído en mis manos es el primer tomo de Los diarios de Emilio Renzi (Años de formación), de Ricardo Piglia.

La mayoría de los diarios personales no están escritos con un sentido artístico, pero no es el caso de estos diarios del escritor argentino, quien desde que comenzó a escribirlos allá por el año 1957, cuando contaba tan sólo con quince años, intuía que antes o después serian objeto de una publicación. Y por eso se esforzó en escribirlos, para convertirlos en literatura. Y fueron precisamente esos diarios los que lo convirtieron en escritor. «Primero ser escritor y luego ponerme a escribir», pensaba. Esa era su máxima. Los diarios de Ricardo Piglia, publicados en 2015, dos años antes de su muerte, son una ventana abierta a su interior. En él aparecen los primeros amores,  lecturas, estudios, amistades, películas favoritas, música, familia, geografía vital, pero sobre todo son la muestra de su entusiasmo por la literatura (aunque su formación fuera la de historiador) y la determinación de ese joven que quiere convertirse en un gran escritor, y lo consigue.

Durante meses, este libro ha estado pululando por mi casa, sobre el mueble de la sala, en el armario, en el suelo, encima de la mesita de noche, en el sofá, en la cama, en la cocina, siempre a mi alcance para dedicarle unos minutos, a veces unas horas.
Renzi-Piglia leyó sobre todo a los clásicos porque sabía que ahí estaba la clave para ser un gran escritor. Y los leyó no como lector, sino como el escritor que ya era antes de serlo. Fueron estos libros los que le enseñaron los mecanismos de la ficción. La lista de autores que cita en estos diarios de adolescencia y juventud es enorme: Faulkner, Pavese, Borges, Rulfo, Cortázar, Dostoievsky, Stendhal, Baroja, Chesterton, Hammet, Hemingway, García Márquez, Tostoi, Kafka, Pound, Becket, Miller…, y muchísimos más autores cuyas obras disecciona para tratar de comprender el funcionamiento de esos geniales artefactos literarios.

De modo que este libro es una de declaración de amor por la literatura por encima de todas las cosas, y sobre todo es un compendio de los entresijos de la propia literatura. Para muestra, dejo algunos de los párrafos que he copiado (han sido muchos) durante los meses que me ha acompañado el libro de Ricardo Piglia.

« ¿Cómo se convierte alguien en escritor, o es convertido en escritor? No es una vocación, a quién se le ocurre, no es una decisión tampoco, se parece más bien a una manía, un hábito, una adicción, si uno deja de hacerlo se siente peor, pero tener que hacerlo es ridículo, y al final se convierte en un modo de vivir (como cualquier otro)» (p.16)





«Leo lo que escribí en estos cuadernos, desorden de los sentimientos. Busco una poética personal que aquí no se ve (todavía). Un diario registra los hechos mientras suceden. No los recuerda, sólo los registra en presente. Cuando leo lo que escribí en el pasado encuentro bloques de experiencia y sólo la lectura permite reconstruir una historia que se desplaza a lo largo del tiempo. Lo que sucede se entiende después. No se debe narrar el presente como si ya hubiera pasado» (p.95)

«Lo mejor que he escrito hasta ahora surge de una mínima situación autobiográfica transformada luego en una historia distinta, donde lo vivido sólo persiste bajo las formas de los sentimientos y las emociones que se expresan en el relato» (p.136)

«La frase debe ser capaz de crear situaciones. Una frase condensa un acto. La imagen debe ser narrativa. La imagen narrativa. El ejemplo de Wittgenstein, al reparo en un cuarto, vemos por la ventana al hombre que camina con dificultad, moviendo o brazos como si remara. La imagen cambia si sabemos que afuera hay una tormenta y un viento que viene del mar» (p.148)

«Narrar quiere decir centralmente cuidar la distancia entre el narrador y la historia que cuenta. Esa distancia define el tono de la prosa y también su punto de vista. Un ejemplo simple es el paso brusco al presente (de la narración), que deja los acontecimientos transcurriendo en el pasado» (p.149)

«En la literatura, creo, lo fundamental es tener un mundo propio. En mi caso, este material es secretamente autobiográfico y depende de la multitud de historias familiares que he ido escuchando a lo largo de mi vida. De modo que la novela trabaja a partir de una. Realidad ya narrada y el narrador trata de recordar y de reconstruir las vidas, las catástrofes, las experiencias que ha vivido y le han contado (vivido y contado para mí es lo mismo)» (p.154)

«La sensación de plenitud al comenzar un ensayo, cuando uno enumera lo que va a escribir. El plan tiene el encanto que surge del descubrimiento del núcleo anecdótico de un cuento que parece ya escrito. Ésa es la única alegría plena de la literatura» (p.156)

«Juan Goytisolo, como Pío Baroja, cree que en la novela «la psiquis más compleja cabe un un papel de fumar». Estamos cerca de Hemingway y de una narración que construye los sentimientos a partir de las acciones» (P.158)

«He pensado mucho en mis fantasías sobre el pasado de Inés, tiene que ver con el hecho de que es uruguaya. No tiene sentido pensar así, pero no es un pensamiento, sino un modo personal de sentir lo que ella es para mí. Al fin, sólo llegué a la conclusión de que la sensación de pérdida está ligada a que la vivo como una extraña de la que sólo conozco el presente. Sin embargo la «solución» (si hay una solución) es una sola, tengo que comprender que sólo mi literatura interesa y aquello que se le opone (en mi cabeza o en mi imaginación) debe ser dejado de lado y abandonado, como he hecho siempre desde el principio. Ésa es mi única lección moral. Lo demás pertenece a un mundo que no es el mío. Soy alguien que se ha jugado la vida a una sola baraja» (p.170)

«Con respecto a la relación entre vida y literatura, hay que ver de qué lado pone uno el signo positivo: ver la literatura desde la vida es considerarla un mundo cerrado y sin aire; en cambio ver la vida desde la literatura permite percibir el caos de la experiencia y la carencia de una forma y de un sentido que permita soportar la vida» (p. 309)

«He abandonado tantas cosas por la literatura que seguir en ese plan es ya una especie de destino. La elección inicial definió a todas las demás y, como sucede siempre, esa elección fue impensada y sorpresiva. “¿Y entonces, qué pensás estudiar?” me preguntó la hermana de E., con la que en ese tiempo estudiaba francés. “Bueno, voy a ser escritor, le dije, tenía dieciséis años y tantas posibilidades de ser escritor como de ser aviador o mercenario […]
Jamás sabré por qué elegí dedicar mi vida a la literatura y tampoco sé qué fuerzas o qué aires hacen posible que cada tanto pueda producir algunas páginas válidas. Me dejo llevar por el instinto bien siglo XIX —he elegido a algunas mujeres o las he dejado, me he visto en la facultad estudiando otra cosa (Historia) para que nada perturbara mis lecturas espontáneas—, por eso, cuando llegan las decisiones que exigen lucidez, no me conmuevo y decido de una manera espontánea e instintiva, sin ninguna vacilación» (p.323).

Termino el primer tomo de los diarios de Ricardo Emilio Piglia Renzi después de ocho meses y me da pena colocarlo en la estantería. Ya nos hemos hecho inseparables. Aunque la pena está mitigada porque Renzi seguirá acompañándome otros tantos con su segundo tomo: Los años felices.

Imprescindible.






                                                     Astor Piazzolla. «Libertango»




6 comentarios:

  1. Leyéndote a tí dan ganas de leer estos diarios. Diarios que nos hablan desde el pasado. En el futuro hablarán los mensajes cortos sobre nosotros: reduciendo nuestros horizontes. Saludos.

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    1. Hola Ana, merecen la pena. No los he leído del tirón, aunque puede que lo haga con el segundo tomo porque son estupendos.

      Los tuits y los wasaps son los materiales de los historiadores del futuro. Nunca se ha escrito tanto, así que tendrán mucho trabajo.
      Un abrazo.

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  2. Me parecen interesantes estos diarios. Yo de Piglia he leído su no vela "Plata quemada" que me gustó mucho. Luego hojeé un libro recopilatorio de articulos, conferencias, intervenciones diversas...: ya no me gustó tanto. Estos diarios, creo, por lo que cuentas, que me agradaría mucho. Tomo nota de ellos. Sólo una cosa me echa de ellos un poco para atrás: estos argentinos son inteligentes pero su palabrería y exceso verbal a veces me aturulla (ja, ja).
    Un abrazo

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    1. Hola Juan Carlos, sí que lo son. Piglia no es como Cortázar o Borges que hacían filigranas con el castellano. Es más directo, más austero. Seguro que lo disfrutas.
      Un abrazo.

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  3. Ya trajiste a Piglia por aquí, recuerdo la reseña de "Blanco nocturno". También opino que es mejor ver la vida a través de la literatura y no al revés. Todas las citas tienen su contenido y son interesantes, la escritura y lo literario, el proceso creativo en general, siempre me han parecido un tema interesante. Es un privilegio poder entrar dentro de la cabeza de un autor, en este sentido me gustó también un ensayo de Luis Landero "Entre líneas: el cuento o la vida". Me lo ha recordado algunas citas de Piglia.
    Un abrazo.

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    1. Llevo un mes en un bucle con Stefan Zweig y Ricardo Piglia, que llegaron al azar, como ocurre con casi todo lo que leo, y me tienen atrapado con sus novelas, sus diarios y sus memorias. Zweig no entra tanto en el proceso de escritura como Piglia pero es fascinante cómo narra las duras circunstancias históricas que le tocó vivir. Piglia también hace referencias a cuestiones políticas en sus diarios, por ejemplo cuando consigna su pesar por el asesinato del Che, pero se centra más en lo literario (lecturas, conversaciones, técnicas narrativas...).
      De Luis Landero no he leído nada, aunque tengo "Juegos de la edad tardía" y "Caballeros de fortuna" en la estantería esperando. Y si encuentro ese ensayo que mencionas seguro que le echo un vistazo.
      Un abrazo.

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