La soledad era esto
es la segunda de las novelas que conforman la Trilogía de la soledad. Con ella, Juan
José Millás ganó el Premio Nadal
en el año 1990. Es una novela corta que se lee de una sentada, de esas que no
te dejan levantar la mirada de sus páginas hasta que llegas al final, porque La soledad era esto es una novela corta,
pero muy intensa.
Comienza así:
«Elena estaba
depilándose las piernas en el cuarto de baño cuando sonó el teléfono y le
comunicaron que su madre acababa de morir. Miró el reloj instintivamente y
procuró retener la hora en la cabeza; las seis y media de la tarde. Aunque los
días habían comenzado a alargar, era casi de noche por efecto de unas nubes que
desde el mediodía se habían ido colocando sobre el techo de la ciudad. La mejor
hora de la tarde para irse de este mundo, pensó cogida al teléfono mientras
escuchaba a su marido que, desde el otro lado de la línea, intentaba resultar
eficaz y cariñoso al mismo tiempo».
Elena, de cuarenta y tres años, casada con Enrique y
con una hija de veintidós, ya emancipada, se enfrenta a la muerte de
su madre Mercedes con frialdad. Para Elena, su
madre estaba muerta desde hacía mucho tiempo. Días después del entierro, regresa a la casa
familiar junto a sus hermanas para repartirse sus pertenencias. Entre esas
pertenencias encuentra un diario que su madre escribió en sus horas de
soledad. Su lectura la deja impresionada porque es como si comenzara a
conocerla de nuevo. Al mismo tiempo decide contratar de manera anónima a un detective
para que siga a su marido porque sospecha que le es infiel. El detective le
envía informes confirmando sus sospechas, pero Elena continúa con su vida como si
nada ocurriera. Decide seguir pagando al detective, que sigue sin saber para quien
realiza el trabajo, para que continúe siguiéndolo y enviándole esos informes periódicos. Los recibe y observa que la mirada del detective se centra en ella cada vez más, de manera que ella se convierte en objeto de la investigación. Se ve a sí misma desde el exterior, desde un tercero ajeno a su vida. Es cuando comienza a ser consciente
de su infelicidad y de que no quiere formar parte de esa vida. Enrique
y ella se conocieron cuando eran dos jóvenes idealistas de izquierdas, pero su
vidas fueron cambiando conforme Enrique se iba convirtiendo en un próspero hombre
de negocios, en un cínico capaz de leer La
metamorfosis de Franz Kafka, no
desde el lado se la víctima, sino desde
el otro lado, desde el punto de vista de los padres del insecto, de su jefe, de
su hermana. Cuando Elena le pregunta por qué ha leído de nuevo ese libro, que
para ella es tan importante, él responde: «Estuvimos
en la oficina haciendo un proyecto de remodelación de un barrio periférico para
el Ministerio de la Vivienda y cuando fui allí y vi las condiciones de vida de
la gente me acordé de la lucha de clases y todo eso. Esa noche, después de
fumarme un canuto, comprendí que en otro tiempo, siempre que hablábamos de la
lucha de clases lo hacíamos desde el punto de vista de los perdedores. Sin
embargo, yo personalmente, había ido ganando esa lucha en los últimos años,
pero todavía hablaba como si viviera en un barrio periférico. Entonces decidí
reconvertirme». En ese momento deja de reconocer a su marido.
Es precisamente este libro, La metamorfosis de Kafka, es el que da sentido a la novela.
La obra se divide en dos partes y en ella encontramos hasta
cuatro voces diferentes. Una voz en tercera persona que, en la primera parte de
la novela, nos introduce en la angustiosa vida de Elena, con cuya madre no se
hablaba y con cuya hija no tiene una buena relación. Una segunda voz es la del
diario de la madre en el que describe su vida siempre al acecho de la
enfermedad. La tercera es la de la propia Elena que comienza a escribir un
diario igual que hiciera su madre, que se convierte en la segunda parte de la
novela. Y por último, los informes del detective que analiza y retrata la vida de Elena y de su familia desde fuera. Ésta última visión será fundamental para su transformación.
«Decidió irse a la cama y leer hasta que las palabras atraparan el sueño.
Una vez acostada tuvo un recuerdo, igualmente gratuito para Gregor Samsa, a quien tanto había amado
en otro tiempo, y pensó que durante los últimos años también ella había sido un
raro insecto que, al contrario del de Kafka, comenzaba a recuperar su antigua
imagen antes de morir, antes de que otros la mataran. El pensamiento consiguió
excitarla, pues intuyó que si conseguía regresar de esa metamorfosis las cosas
serían diferentes, pues habría salido de ella dotada de una fortaleza especial,
de una sabiduría con la que quizá podría enfrentarse sin temor a los mecanismos
del mundo o a quienes manejaban en beneficio propio, y contra ella tales
mecanismos».
Aquí está la clave de la novela. Elena es un insecto y sus
puntos de referencia, que son su marido, su hija o sus hermanos, la han dejado
de lado. Sin embargo, gracias a la lectura de los diarios de su madre y al
retrato de los informes del detective, intentará salir de ese mundo de Gregor
Samsa, que es la soledad, para intentar rehacer su vida.
Juan José Millás, sin duda, uno de los grandes.
Tiene muy buena pinta, me parece sugerente el paralelismo con "La metamorfosis" y que la novela esté construída a partir de varias voces narrativas. De Millas tan solo he leído "La visión del ahogado", que creo es de sus primeros libros. Me lo anoto para mi próxima visita a la biblioteca, seguro que lo tienen.
ResponderEliminarSaludos.
No he leído "La visión del ahogado", pero creo que fue el primer libro con el que destacó porque lo menciona en esa especie de autobiografía titulada "El mundo" con la que se llevó el Planeta. Es otro libro estupendo.
EliminarNo soy muy fiel con Juan José Millas (me refiero a sus novelas, porque su columna de El País Semanal no me la suelo perder) pero algunos de sus libros, como "La soledad era esto" o "Dos mujeres en Praga", me han gustado bastante.
Un abrazo