sábado, 16 de septiembre de 2017

Blanco nocturno, de Ricardo Piglia



Argentina es país de escritores. Y de lectores. Los libros forman parte de su paisaje. No se entiende sin sus librerías de la calle Corrientes, ni sin su gaucho Martín Fierro—«mi gloria es vivir tan libre como pájaro en el cielo»—, publicado en 1872 por José Hernández. Y después, Borges, Bioy, Cortázar, Arlt, Quiroga, Sábato…, y el último de los grandes: Ricardo Piglia.

Me fastidia descubrir a un escritor justo después de su muerte. Murió el pasado 6 de enero. Me fastidia no haberlo leído en vida, y más sabiendo que era un gran escritor. De hecho compré Blanco nocturno en 2011. Pero no lo leí. Lo dejé en la estantería para mejor momento. Murió Piglia y continué sin leerlo. El momento le ha llegado cuando, a finales de agosto, comienzo a leer Los diarios de Emilio Renzi y descubro que hay mucho nivel en la literatura de Ricardo Piglia. Utiliza su segundo nombre —Emilio— y su segundo apellido —Renzi— para colarse en sus obras como personaje literario. No me quedan excusas, así que leo Blanco nocturno. Se confirman mis sospechas de que el escritor argentino es uno de los grandes. Es un escritor nato. «Primero ser escritor, después empezar a escribir», anota en su diario con 20 años.



«Tony Duran era un aventurero y un jugador profesional y vio la oportunidad de ganar la apuesta máxima cuando tropezó con las hermanas Belladona. Fue un ménage à trois que escandalizó al pueblo y ocupó la atención general durante meses. Siempre aparecía con una de ellas en el Hotel Plaza pero nadie podía saber cuál era la que estaba con él porque las gemelas eran tan iguales que tenían idéntica hasta la letra. Tony casi nunca se hacía ver con las dos al mismo tiempo, eso lo reservaba para la intimidad, y lo que más impresionaba a todo el mundo era pensar que las mellizas dormían juntas. No tanto que compartieran al hombre sino que se compartieran a sí mismas».

Así comienza Blanco nocturno, una novela policiaca que se sale por completo del canon. Hay asesinato, comisario y ayudante, y también hay investigación. Hasta ahí cumple. Nada más. Piglia utiliza el género como excusa para poner al descubierto muchas de las corruptelas que se cuecen en la trastienda de un pueblo, de un país: el dinero negro, sobornos, las presiones de las grandes corporaciones, el poder al servicio del dinero, la deslealtad y la traición. Y todo esto ocurre en los años sesenta del siglo pasado en un pequeño pueblo perdido, cuyo nombre desconocemos, de La Pampa argentina.

Los personajes no tienen desperdicio.
Tony Durán, un mulato norteamericano (de Puerto Rico) que llega al pueblo y lo revoluciona.
La familia Belladona, en torno a la que gira la novela. Es la familia fundadora del pueblo. Lo fundó el abuelo, italiano que emigró a Argentina tras luchar en la Primera Guerra Mundial. El padre es el dueño del pueblo, un pueblo que nos recuerda a Macondo. Piglia hace algún que otro guiño a García Márquez, por ejemplo cuando el comisario comienza a dejar mensajes anónimos por el pueblo, como sucede en La mala hora de Gabo. Se respira cierto realismo mágico en la novela.
Luego está la madre Belladona, quien sólo se dedica a leer—«loca cuando no lee y no loca cuando lee» (p.186). Tiene dos hijos —Luca y Lucio—que gestionan La Fábrica, y dos hijas, las gemelas —Sofía y Ada—, dos sofisticadas y viajadas bellezas rubias que son el centro de atención de todos.
El comisario Croce es otro de los grandes protagonistas. Es una especie de honrado Sherlock Holmes que resuelve los casos más por intuición que por deducción. Y Saldías es su subalterno, su Watson, que traiciona a su maestro, precisamente por ser poco deductivo. Y frente a Croce está el odioso fiscal Cueto, el Moriarti que maneja todos los hilos del pueblo desde la sombra.
Además hay un japonés, Yoshio, que se enamora de Tony Durán,y dos jockeys rivales, uno de ellos apodado “El chino”, y por supuesto, Emilio Renzi, el alter ego de Piglia que se mete en la historia, como periodista que llega al pueblo desde Buenos Aires para cubrir la noticia del asesinato y su investigación.

La estructura narrativa de Blanco nocturno es compleja. Sabemos que a la postre Renzi (Piglia) será el autor porque es quien investiga las historia  del crimen. Hay un narrador omnisciente que nos va mostrando a historia a partir del comisario Croce que nos ponen en antecedentes de lo ocurrido. Y la alterna con una conversación en presente entre Emilio Renzi y Sofía Belladona. Ambas líneas continúan el relato de forma paralela, incluso cuando el periodista llega el pueblo y el narrador deja a Croce y se coloca junto a Renzi.

De todos los personajes me quedo con el más secundario de todos, un personaje del que solo conocemos su silueta ya que no aparece directamente en la novela. Me quedo con la madre de las hermanas Belladona, un personaje ajeno a todo lo que sucede, que vive fuera de la realidad, que sólo sale de la locura cuando lee (el pueblo no tiene escuela pero sí manicomio) porque es la realidad la que la vuelve loca. Al contrario que a Don Quijote, los libros la salvan de la locura. «loca cuando no lee, no loca cuando lee». Me quedo con este fragmento de Blanco nocturno:
«Mi madre dice que leer es pensar—dijo Sofía—. No es que leemos y luego pensamos, sino que pensamos algo y lo leemos en un libro que parece escrito por nosotros pero que no ha sido escrito por nosotros, sino que alguien en otro país, en otro lugar, en el pasado, lo ha escrito como un pensamiento todavía no pensado, hasta que por azar, siempre por azar, descubrimos el libro donde está claramente expresado lo que había estado, confusamente, no pensado aún por nosotros. No todos los libros, desde luego, sino ciertos libros que parecen objetos de nuestro pensamiento y nos están destinados. Un libro para cada uno de nosotros. Hace falta, para encontrarlo, una serie de acontecimientos encadenados accidentalmente para que al final uno vea la luz, que sin saber, está buscando» (p.251)

Muy grande, Ricardo Piglia.






4 comentarios:

  1. Hola, Juan Carlos.
    En esa nutrida nómina de escritores sobresalientes incluiría a Mujica Láinez, entre otros. Me parece que yo también conecto con la señora Belladona, igual que a ella, leer me devuelve la cordura. Y sí, tengo libros que compré hace años y ahí siguen, esperando su turno. No conozco a Piglia, pero me fío de tu criterio (este verano leí a David Trueba y me gustó) y lo anotaré para mi próxima visita a la biblioteca.
    Saludos.

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    1. Sin duda. Mújica Laínez, Juan Gelman, Rodrigo Fresán..., la lista de escritores argentinos sobresalientes es muy extensa. Si no conoces a Ricardo Piglia te parecerá extraño verlo en esa lista rodeado de Borges o Mújica Láinezo o Cortázar, pero creo que no exagero si lo coloco ahí. Imprescindible leer "Los diarios de Emilio Renzi". Te gustarán seguro.
      Un abrazo

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  2. Leí y me gustó bastante "Respiración artificial", concuerdo con lo que dices en tu reflexión sobre "Blanco nocturno" y coincide con la impresión que saqué de la única novela que le he leído. Acabé su lectura pensando en seguir leyéndole, así que tu propuesta podría ser mi segundo acercamiento a Piglia.

    Un abrazo.

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    1. Yo voy en sentido contrario. He comenzado la casa por el tejado, de modo que ahora mi objetivo es situarme en la casilla de salida y leer "Respiración artificial".
      Un abrazo.

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