No hay mejor manera para
terminar el año 2016 que con un clásico como Las
aventuras de Huckleberry Finn de Mark
Twain, cuya lectura me propuse para el mes de la novela clásica que
organiza el blog Libros que hay que leer.
El tiempo, que es muy sabio, pone a cada libro en el lugar que le corresponde,
y cuando ese libro se convierte en un clásico, pasa a formar parte de ese
selecto grupo que se incluye en las páginas de los manuales de Historia de la Literatura. Y Mark Twain lo consiguió, sin duda, con esta
novela publicada en 1885, en la que el
joven Huck simula su muerte para escapar de las palizas de su alcohólico padre
y de los intentos de la viuda Douglas por civilizarlo. En su huída se encuentra
con Jim, el esclavo de la señorita Watson, a quien se le atribuye el asesinato
del joven. Jim ha huido para salvar el pellejo, pero también en busca de la
libertad. De modo que esta peculiar pareja vivirá grandes aventuras en su
descenso por el río (los ríos) Missouri-Mississippi.
Es una novela de
aventuras, pero sobre todo es una novela realista en la que Twain fotografía
con precisión la sociedad de los estados sureños de ese joven país que
consiguió la independencia de Gran Bretaña a finales del siglo XVIII y que fue
el primero en implantar los principios de la Ilustración en su sistema político,
pero que era preso de una enorme contradicción en su seno al permitir la
esclavitud en los estados del sur que vivían de las grandes plantaciones
algodoneras. Es precisamente la crítica de la esclavitud el tema fundamental, el
hilo conductor de la novela, aunque también aparecen otros, como el puritanismo
religioso, la superstición, la pobreza, la violencia o el analfabetismo. Twain
no deja títere con cabeza a través de la mirada, aparentemente inocente, de
Huckleberry Finn, cuyo pensamiento irá evolucionando a lo largo de la novela. En
consecuencia, además de un viaje en busca de la libertad para Jim, es un viaje
iniciático que abrirá los ojos del joven Huck.
“Tú no sabes nada de mí si no has leído un libro
llamado “Las aventuras de Tom Sawyer, pero eso no tiene importancia. Ese libro
lo hizo el señor Mar Twain, y la mayor parte de lo que contó es verdad. Hubo cosas
que exageró, pero la mayor parte de lo que dijo es verdad. Eso es lo de menos.
Yo nunca he visto a nadie que no mintiera de vez en cuando, como no fuera la
tía Polly, o la viuda, o quizá Mary. La tía Polly —la tía de Tom, quiero decir—
y Mary y la viuda Douglas; ese libro habla de todas ellas y es principalmente
un libro que cuenta la verdad, pero con algunas exageraciones como ya he
dicho”.
Pues así comienza esta
novela, hablando de la anterior que escribió Mark Twain. Como hiciera Miguel de Cervantes en Don Quijote de La Mancha, insiste en
la veracidad del relato y también juega
con su autoría, pues si el anterior libro lo escribió Mark Twain, nos dice que éste está narrado
por el propio Huckleberry Finn, quien en
primera persona nos muestra, a lo largo de 43 capítulos, qué fue de su vida a partir de que se
hiciera rico junto a Tom tras encontrar el dinero de los ladrones escondido en
la cueva.
No es casualidad que la
primera referencia literaria mencionada en Las
aventuras de Huckleberry Finn sea precisamente El Quijote. En el capítulo 3, Tom Sawyer inventa historias a partir
de los libros que ha leído para jugar a los ladrones junto a Huck y el resto de
muchachos. Su imaginación se desborda, y en una de ellas Tom les dice “que por sus espías le llegaron noticies de que una cantidad de
mercaderes españoles y árabes ricos iban a acampar deca de la Hondonada de la
Cueva con doscientos elefantes y seiscientos camellos, y más de mil mulas de
carga, todas ellas llevando diamantes; y sólo tenían una guardia de
cuatrocientos soldados, y así nosotros íbamos a tender una emboscada, como él
la llamaba, y matarlos a todos y arrear con las cosas”. Todos le creyeron
sobre todo Huck, que no era capaz de distinguir la realidad de la ficción, de
manera que estuvieron todo el día esperando la llegada de los mercaderes árabes
y españoles y lo único que apareció fue una excursión de la escuela dominical.
Es entonces cuando, enfadado, Huck habla con Tom: “Yo no ví ningún
diamante y se lo dije a Tom Sawyer. Él dijo que allí había cantidades, sin
duda; y dijo que había también árabe y elefantes y cosas. Yo dije, ¿por qué no
podemos verlos, entonces? Me dijo que si no fuera tan ignorante y hubiera leído
un libro llamado “Don Quijote”, lo sabría sin preguntar. Dijo que todo se hacía
por encantamiento. Dijo que había miles de soldados, y elefantes y tesoros, y
más, pero que teníamos enemigos que él llamaba encantadores y ellos lo habían
convertido todo en una escuela dominical de párvulos, sólo por despecho. Yo
dije, bueno, está bien, entonces lo que tenemos que hacer es atacar a los
encantadores. Tom Sawyer dijo que yo era un cabeza de chorlito...”. Al
final, y después de frotar una lampara en el bosque para ver si aparece el genio
de los deseos, Huck desiste de creer en todo lo Tom dice.
Los paralelismos con la
obra de Cervantes son muchos. Es la historia de un viaje de dos personajes que
se van encontrando aventuras por el camino. El joven Huck es una síntesis del
carácter de Sancho Panza y de Don Quijote, aunque tiene más del primero que del
segundo. Su aventura es quijotesca: acompañar en su huída a un esclavo acusado de asesinato que ha escapado de su
amo. A pesar de sus invenciones y sus mentiras, Huck siempre termina haciendo el
bien, y aunque, en ocasiones entre en contradicción lo que le dicta el corazón
con lo que dictan las leyes, es su corazón el que se impone.
La violencia está muy
presente a lo largo de la novela. Hay escenas muy duras como la del asesinato de la familia
Grangerford, que había adoptado a Huck tras el naufragio de la balsa, por parte
de los Shepherdson por una venganza ya olvidada de algo que ocurrió mucho
tiempo atrás.
“—Bueno— le dijo Buck a su amigo Huck— la venganza
es así: un hombre tiene un altercado con otro hombre, y le mata; luego el
hermano del otro mata al primero; luego los otros hermanos, de los dos lados,
van a por otros; luego los primos entran en juego..., y poco a poco todo el
mundo se mata, y ya no hay más venganza. Pero todo eso va un poco lento y cuesta
mucho tiempo”.
Tras este penoso acontecimiento, Huck encuentra Jim, quien reaparece milagrosamente tras
salvarse del naufragio y recuperar la balsa. Ambos continúan su periplo río
abajo, navegando de noche y durmiendo escondidos de día. “Es maravilloso vivir en una balsa. Tenemos el cielo allá arriba, todo
salpicado de estrellas, y solíamos tumbarnos de espaldas y mirar las estrellas
y discutir sobre si fueron hechas o sólo ocurrieron. Jim creía que fueron
hechas, pero yo creía que ocurrieron; pensé que habría costado demasiado tiempo
hacer tantas. Jim dijo que la luna podría haberlas puesto; bueno, eso parecía
bastante razonable, así que no dije nada en contra de la idea, porque he visto
una rana poner casi tantos huevos, y por eso estaba claro que una cosa así se podía
hacer. Solíamos mirar también las estrellas que caían y verlas trazar sus
rayas. Jim creía que se habían estropeado y por eso las habían tirado del
nido”.
Es entonces cuando entran
en juego dos tunantes que huyen de un pueblo perseguidos por haber estafado a
sus habitantes. Huck y Jim les ayudan a escapar y ellos continúan con su
papel de pícaros. Uno de ellos dice ser el duque de Bridgewater y el otro el
hijo del Luis XVI. Jim los creyó a pies juntillas pero Huck les sigue el juego:
“Si querían que les llamáramos reyes y
duques yo no estaba en contra, con tal de mantener la paz en la familia”. Y mientras avanzan en su descenso por el ahora Mississippi, el rey y el duque ensayan en la balsa
escenas de Romeo y Julieta, de Ricardo III y de Hamlet ante la
mirada atenta y divertida de Huck y Jim. Luego se
dedican a estafar a diestro y siniestro hasta que son descubiertos y reciben su escarmiento.
El desenlace es lo mejor
de la novela. Tom llega a la casa de su tía Sally, a quien no ha visto desde
hace años, y encuentra a Huck, que se ha hecho pasar por él, porque sus tíos creyeron
que era Tom cuando la casualidad lo llevó a su casa en busca de Jim que había sido
descubierto. Tom le sigue la corriente y se hace pasar por su hermano Sid. Es
cuando planean rescatar a Jim que ha sido encerrado por su tío hasta que
aparezca su dueño. Es entonces cuando Tom intenta construir la realidad a partir de la
ficción porque la realidad le parece demasiado aburrida. Piensa que tan solo la
ficción hecha realidad les hará un hueco en la posteridad. Tom Sawyer, como Don
Quijote, planea el rescate a partir de los libros que ha leído y Huck Finn, cual Sancho Panza, acepta llevar a cabo
las más disparatadas acciones para liberarlo.
Obra maestra.
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