viernes, 22 de febrero de 2019

Soledades. Galerías. Otros poemas, de Antonio Machado



Hoy se cumplen 80 años de la muerte de Antonio Machado. Rescato de la estantería uno de sus libros. Se titula Soledades. Galerías. Otros poemas, de la editorial CátedraEs el libro que leí en el instituto. La mayoría de los poemas están subrayados y anotados. Recuerdo la voz firme y emocionada de la profesora mientras recitaba:

«La tarde caía
triste y polvorienta.

El agua cantaba
su copla plebeya
en los cangilones
de la noria lenta.

Soñaba la mula
¡Pobre mula vieja!
al compás de sombra
que en el agua suena.

La tarde caía
triste y polvorienta.

Yo no sé qué noble
divino poeta,
unió a la amargura
de la rueda eterna

la dulce armonía
del agua que sueña,
y vendó sus ojos,
¡Pobre mula vieja!...

Mas sé que fue un noble,
divino poeta,
corazón maduro
de sombra y de ciencia».






«He andado muchos caminos,
he abierto muchas veredas;
he navegado en cien mares
y atracado en cien riberas.

En todas partes he visto
caravanas de tristeza,
soberbios y melancólicos
borrachos de sombra negra,

y pedantones al paño
que miran, callan, y piensan
que saben, porque no beben
el vino de las tabernas.

Mala gente que camina
y va apestando la tierra...

Y en todas partes he visto
gentes que danzan o juegan
cuando pueden, y laboran
sus cuatro palmos de tierra.

Nunca, si llegan a un sitio, 
preguntan a dónde llegan.
Cuando caminan, cabalgan
a lomos de mula vieja,

y no conocen la prisa
ni aun en los días de fiesta.
Donde hay vino, beben vino;
donde no hay vino, agua fresca.

Son buena gentes que viven, 
laboran, pasan y sueñan,
y en un día como tantos
descansan bajo la tierra».


Leo la breve biografía que aparece en la edición y anoto lo siguiente:
Nació en Sevilla en 1875, aunque pronto sus padres se trasladaron a Madrid. Su padre, Antonio, era abogado. Su madre, Ana Ruiz, era hija de un confitero de Triana.
Era un buen tipo, siempre un poco desaliñado. Su idea del mundo se basaba en la defensa de la libertad y de la dignidad de las personas. Escribió:
«Por mucho que valga un hombre nunca tendrá más alto valor que el de ser hombre».
Se casó en Soria, cuando era profesor de francés en un instituto, con la joven Leonor, que era hija de la dueña de la pensión en la que vivía. Él tenía 34 años. Ella 15. Leonor enfermó dos años después de tuberculosis, cuando se encontraban en París, donde Machado había conocido a Oscar Wilde, Henry Bergson o Rubén Darío. Este último le ayudó económicamente para regresar a España con Leonor, quien fallecería poco después. 
Me sorprende que comenzara a estudiar Filosofía y Letras en 1915, cuando tenía cuarenta años. Por entonces trabajaba en Baeza.
En 1919 se trasladó a Segovia, y en 1926, se afilió a Acción Republicana, el partido de Manuel Azaña. Por esas fechas comenzó a escribir teatro junto a su hermano Manuel.
A partir de 1931, Antonio Machado se implicó de lleno en las Misiones Pedagógicas de la recién estrenada Segunda República. Desde entonces vivió en Madrid junto a su madre Ana y a su hermano José. La Guerra Civil separó a su familia. Su hermano Manuel se quedó en Burgos. Su madre, su hermano y él se trasladaron a Valencia y después al pueblo de Rocafort. En 1938 se trasladó a Barcelona y a finales de enero de 1939 partió junto a su madre hacia el exilio francés huyendo del ejército franquista. Tras un penoso viaje hasta la frontera, se instalaron en el pueblecito de Collioure. Los vecinos le proporcionaron ayuda y alojamiento. Antonio, agotado y enfermo, falleció el 22 de febrero de 1939. 
Manuel, enterado de la noticia de la muerte de su hermano, viajó hasta allí. Cuando llegó, su madre también había fallecido. En el bolsillo de su gabán encontró los últimos versos que escribió su hermano Antonio:
«Estos días azules, y este sol de la infancia».
En Collioure descansan sus restos.
El ayuntamiento colocó un buzón al lado de su tumba.
El cartero le sigue llevando el correo cada día.


                                                  Henry Matisse. Vista de Collioure. 1906



                                                Manuel de Falla. El amor brujo





4 comentarios:

  1. Como bien dices, Antonio Machado había asistido en París a algún curso impartido por Bergson sobre su coneepción interior del tiempo. Se había sentido atraído siempre por la filosofía, y es en Baeza, tras la muerte de su mujer cuando, con la ayuda de Unamuno, comienza a estudiar filosofía y letras. Sin embargo, he leído que su formación filosófica estragó su vena poética. El valor de sus primeros libros hasta CAmpos de Castilla no es comparable con los posteriores, las sucesivas ediciones de Poesías completas y Nuevas canciones (1924). El Machado filósofo aridificó al Machado poeta. Su poema dedicado al cero es ejemplo de esto, ya no hay la vibración poética de sus primeros libros. Quedó el Machado ensayista, hombre de ideas, de teatro, pero ya mucho menos el poeta. El Machado que nos gusta es el hombre de las nieblas de Soledades, galerías y otros poemas, o el de Campos de Castilla.

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    1. Estoy contigo en el que el Machado que más nos gusta, y sin duda el más conocido es el de “Soledades”, “Proverbios y cantares” y “Campos de Castilla”. Más que suficiente para tenerlo en los altares.
      Un abrazo.

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  2. No soy mucho de leer poesía, pero Machado es uno de los poetas que he frecuentado porque además de que su obra, tanto en verso como en prosa, me gusta mucho, su personaje, él como personaje, me fascina. Ya lo hacía antes, pero desde que leí "Ligero de equipaje", la biografía escrita por Ian Gibson, quedé totalmente atrapada por el poeta. Si no la has leído, te la recomiendo. Para mí, una maravilla.
    Un beso.

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    1. Todavía no he leído “Ligero de equipaje” y le tengo ganas.
      De Gibson he leído la biografía sobre Lorca que es fantástica. El año pasado pude intercambiar con él unas palabras en la Feria del Libro y me pareció un buen tipo. Por supuesto, me llevé “Poeta en Granada” con su firma.
      Un abrazo.

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