lunes, 8 de julio de 2019

"Librerías", de Jorge Carrión




«Cada librería condensa el mundo» (p.34). 

Mi interés por los libros viene de lejos. Me ocurrió como a Pessoa, que conversaba más con los libros que con las personas que le rodeaban, como a Pepe Carvallo, que encendía su chimenea con un libro tras haberlo leído, como a Helene Hanff, que se acompañó en su pequeño apartamento de Nueva York de los libros que le llegaban de la Charing Cross Road londinense, como a Roberto Bolaño, que consideraba su biblioteca su única patria, como a Don Quijote que llegó a creerse uno de los personajes de los libros que leía, como a tantos otros que cayeron sin remedio en el vilamatiano mal de Montano. 

Muchas veces compraba libros—sigo haciéndolo—que no tenía pensado leer, pero que quería en mi biblioteca, porque sospechaba que antes o después les llegaría su hora. No recuerdo el momento exacto en que crucé el punto de no retorno, el momento en el que comencé a tomarme en serio a los libros como elemento palpable. A esos tipos mudos que tanto tenían que contar. Desde entonces, mi biblioteca no ha dejado de crecer. Esto significa que he pasado mucho tiempo en las librerías. Hasta el punto de que cuando salgo a dar un paseo, mis pasos suelen llevarme de forma automática a cualquiera de las que hay en la ciudad. Las librerías son, con mucho, los establecimientos que más visito. En los que más tiempo paso. En los que más dinero gasto. No hay viaje sin visita a librerías. No hay literatura, ni historia, ni filosofía sin librerías. Por eso cuando en Diego Marín me crucé con Librerías de Jorge Carrión no dudé ni un momento en llevármelo a casa.

Jorge Carrión escribe un fabuloso ensayo «sobre la tensión entre lo único y lo serial, sobre el poder del encuentro en un contexto libresco y su erotismo, sexo latente, sobre la lectura como obsesión y como locura, pero también como pulsión inconsciente o como negocio, con sus correspondientes problemas de gestión y abusos laborales, sobre los tantos centros y las infinitas periferias, sobre el mundo como librería y la librería como mundo, sobre la ironía y la solemnidad, sobre la historia de todos los libros y de libros concretos, con nombres y apellidos en sus solapas, de papel y de píxeles, sobre las librerías universales y mis librerías particulares: sobre todo eso versará este libro, que hasta hace poco estaba en una librería o una biblioteca o la estantería de una amigo, y ahora pertenece, aunque sea provisionalmente, lector, a tu propia biblioteca» (p.32).

Librerías es un libro que he leído con entusiasmo pero con calma, lápiz en mano, subrayando y anotando a diestro y siniestro. Que seguiré releyendo reconvertido en guía de viajes. Es un libro que me ha provocado una terrible envidia del autor, quien escribe sobre todas las librerías que ha visitado a lo largo y ancho del mundo, que han sido muchísimas. Es libro de viajes. De recuerdos. Es un ensayo sobre la historia de las librerías, sobre sus orígenes en la antigüedad, sobre las más célebres del mundo, de las ficticias y de las reales, de las que aparecen en grandes obras de la literatura, de las que visitaron los grandes autores. De librerías del pasado de las que ya no queda rastro, de grandes cadenas y de pequeñas librerías familiares, de las librerías del futuro. Es una viaje por las librerías de la memoria sentimental del autor, las que le hicieron amar los libros. Es un libro de una gran erudición en el que Jorge Carrión se convierte en un detective salvaje en busca de librerías perdidas en los confines del mundo. En fin, Librerías es un periplo fascinante que atrapa como si de una novela de Bolaño se tratara.


 


L.E. Aute. Hafa café



Nota: Conocí este libro gracias a la estupenda reseña de Juan Carlos Galán(enlace).

8 comentarios:

  1. Me sucede como a ti que hablo más con los libros que con las personas. Soy de pocas palabras y se me dan mejor escritas que habladas. Mi biblioteca creció y creció y ahora tengo dos, una en mi casa de Santander y otra en la de León. Mis pasos siempre me llevan a las librerías cuando paseo por la ciudad, pero ahora sobre todo compro en ebook. La verdad es que, desde que me compré el lector en 2010, mi compra de libros en papel ha bajado mucho en beneficio del espacio en casa, pero mi cota lectora ha subido también mucho. Hay a quien le choca que siendo yo lectora compulsiva me incline por la lectura digital, pero la verdad es que le veo muchísimas ventajas.
    Respecto a visitar librerías por el mundo adelante, siempre me llaman la atención y me paro en los escaparates... entonces veo que los libros están escritos en idiomas que no entiendo y me quedo un tanto chafada. Sí he visitado librerías emblemáticas como la Shakespeare de París o la Lello de Oporto (antes de que el cine las hiciera famosas, por cierto, y mi frustración es enorme. Aun así, compré libros en ambas pensando que con suerte y diccionarios los podría leer. Siguen ocupando un sitio de honor en mi biblioteca y siguen sin leer.
    Ya me pareció interesante este libro cuando leí la reseña en el blog de Juan Carlos Galán. Mi pereza con los ensayos hace que no lo haya apuntado.
    Un beso.

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    1. Yo todavía me resisto al ebook. Ya le dedico bastante tiempo a las pantallas, aunque sé que no es lo mismo. De hecho, no eres la primera persona que me ha dicho que está encantada con el libro electrónico. Mi amiga Llanos, que es una lectora voraz, se compró el ebook y se le abrieron los cielos. También aumentó su cota lectora. Sé que tiene sus ventajas, entre otras la comodidad y el espacio. En parte, me resisto porque me gusta ir a las librerías. Y por supuesto, manosear los libros y cambiarlos una y otra vez de sitio. Todavía tengo algo de espacio donde meterlos, pero cuando me falte, haré una buena purga de esas que pregona Marie Kondo. Tal vez sucumba al ebook.
      Yo también fui a la Shakespeare de París (allí compré un Quijote en francés que tampoco voy a leer). Para mi fastidio, dice Jorge Carrión, que la de Silvia Beach de los años 20 estaba en otro lugar, aunque ésta también tuvo su momento de gloria en los años 60. El libro de Carrión, aunque sea un ensayo merece la pena, porque es, sobre todo, un libro de memorias, de viajes y de literatura. Seguro que lo disfrutarías.
      Cuenta que la última voluntad del escritor David Markson fue que su biblioteca se vendiera íntegramente en la librería Strand de Nueva York. Me gusta la idea. Aunque la de Pepe Carvalho siempre me ha parecido la más atractiva.
      Un beso.

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  2. Vaya introvertidos (incluyo a Rosa) que estamos hechos, jaja. En mi caso, te digo que la cosa va en aumento. No sé, siempre que me relaciono en exceso acabo con quien no quería estar, escuchando cosas que no quería oír y diciendo cosas que no quería decir. Perdón por el trabalenguas del misántropo.
    Bueno, las librerías son espacios mágicos. Te imagino como una especie de Roberto Bolaño y me gusta la imagen. En mi caso, llevo mi lista de casa, pido y me voy, después de una breve charla. Hasta en las librerías hablo poco. Lo que si recuerdo son las tiendas de discos, cuando compraba cedés, porque no di el paso al vinilo. Allí pasaba largos ratos, porque era la manera de conocer grupos y artistas nuevos. Ahora, ese espacio mágico lo ha sustituido el algoritmo de Youtube. No sé, me gusta la soledad pero parece que la tecnología nos arrincona cada vez más.
    Buen post para la reflexión, Juan Carlos.
    Un abrazo.

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    1. Jaja, ya te digo ¡Menos mal que no vivimos en Suecia!
      Corto y pego a Pessoa: «Tengo por más mías, con mayor parentesco e intimidad, cierta figuras que están escritas en los libros, ciertas imágenes que he conocido en estampas, que muchas personas, a las que llaman reales, que son de esa inutilidad metafísica llamada carne y hueso». Todo un hikikomori.
      Jeje, gracias por la imagen, pero ya me gustaría a mi escribir un cero coma uno por ciento de como lo hacía Bolaño. Es todo un mito. De hecho, Jorge Carrión dedica un capítulo a las librerías de su vida y su obra.
      Con los discos sí que ha sido imposible no someterse a Youtube y a Spotify. Yo también era asiduo de las disquerías. Efectivamente, la tecnología nos arrincona en casa. Por suerte, todavía tenemos motivos para salir a la calle. Aunque sea a tomar el fresco (o unas cañas).
      Un abrazo.

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  3. Palabras más palabras menos, puedo coincidir que en lo que más gasto también es en libros y también les va llegando su hora tarde o temprano, así tenga 20 en cola para leer.

    Siempre se tiene una librería favorita, en mi país es EL Hombre de La Mancha ... y la experiencia de poder estar en las librerías o bibliotecas de otras países es emocionante.

    Hay gente que le gusta leer novelas, poesía, biografías y así; pero leer sobre la sustancia, es decir, leer sobre libros o leer sobre librerías, para mí es como una droga. Me gustó mucho un ensayo de José Domingo Argüelles (mexicano) que trataba sobre el por qué la gente lee, por qué no leen más y qué está pasando en el mundo con los libros, legado literario, auge de escritores, calidad de las publicaciones, los best sellers y en verdad eran adictivos sus análisis. POr eso, de seguro esta propuesta de Jorge Carrión me resultaría gratificante.

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    1. Una de mis manías cuando viajo, además de visitar librerías, es hacerme un Quijote como recuerdo del viaje. Si alguna vez tengo la suerte de ir a Panamá, sin duda lo compraré en El Hombre de la Mancha. ¡No puede haber un lugar mejor!
      Yo también tengo debilidad por los libros cuyos protagonistas son libros, escritores, librerías, en fin, todo lo que rodea la literatura. Cervantes ya inventó la llamada metaliteratura con ese personaje maravilloso que perdió el juicio (o lo ganó) leyendo libros de caballerías.
      Buscaré la obra de José Domingo Argüelles. Parece muy interesante.
      Seguro que disfrutas con el libro de Jorge Carrión.
      Un abrazo.

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  4. Raramente compro libros de papel desde hace ya unos años. Mi casa está llena de librerías en las que no cabe ni un libro más fruto de más de cuarenta años de lector ávido. Además en los traslados he perdido muchos libros con los que se podría componer otra biblioteca de libros perdidos. Ahora no visita librerías físicas, sé que no puedo comprar libros de este tipo, los compro en formato digital y me gasto mucho dinero en ellos. Es mi partida de gastos mayor, como en tu caso. Los acumulo y leo caóticamente girando y girando en mis intereses volubles pero caracterizados por la buena literatura. Acabo de descubrir a Iris Murdoch de la que he leído El mar, el mar, y me he quedado hechizado por la escritura de esta autora irlandesa de la que se cumple el centenario de su nacimiento. De esta novela he llegado a Las alas de la paloma de Henry James, un libro muy exigente como lector que se enfrenta a una novela difícil de esas que gustan tanto a los críticos literarios. El ensayo que reseñas tiene un tema interesantísimo, Librerías, pero como ya las tengo cerradas -cuando visito una librería me siento extraño- para mis elecciones, no voy a abordarlo. Sería algo que me gustaría tanto que precisamente por ello no deseo entrar en ello. Yo ya no soy de librerías físicas, como he dicho. Una pena porque he pasado en ellas momentos espléndidos queriendo leer todo lo que veo. ¡Qué corta es la vida y la lista de libros es inmensa! Un post muy motivador.

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    1. Una de las cosas que más me fascina es husmear en las bibliotecas particulares de amigos. Si una librería condensa el mundo, como dice Carrión, una biblioteca particular condensa toda una vida. Ya me gustaría echarle un vistazo a todos esos libros que tienes. Seguro que saldría de tu casa con envidia y con una lista enorme de libros que me faltan.
      Yo tuve una época en la que me dio por dejar y regalar libros de mi biblioteca porque pensaba que no tenía sentido que estuvieran ahí encerrados. Me quedé bajo mínimos. Cuando se me pasó esa tendencia colectivista (de la que no me arrepiento porque quiero pensar que alguien los habrá leído) volví a comprar todos los que había regalado y prestado, que fueron muchos. Ya no presto. Si alguien me pide un libro, se lo compro y se lo regalo. Me he vuelto un pequeño burgués que defiende su propiedad libresca, ya con los problemas de conciencia superados. Y como sigo siendo una hormiga acumulando libros, sigo resistiéndome al ebook. Puede que algún día dé el salto al digital, pero de momento no lo veo.
      Gran descubrimiento el de Iris Murdock. Es una autora de mucho nivel. "El mar el mar" es una obra maestra.
      Un abrazo.

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