Hace dos semanas,
mi sobrina Amaya, quien a sus nueve años es ya una lectora crítica y perspicaz,
tras ver en el blog los aparatosos títulos de mis últimas lecturas, me
recomendó (y me prestó) el último libro que había leído. Se titulaba Apestoso tío Muffin, de Pedro Mañas, y era la novela ganadora
del Premio Anaya de literatura infantil y
juvenil de este año. En un intento de reparar mi desportillado criterio
lector, decidí hacer caso a Amaya (y a su perro Tim) y leer Apestoso tío Muffin.
Apestoso tío Muffin no es la primera novela de Pedro Mañas, ni éste
su primer premio. Mañas publicó con Anaya su ópera prima titulada Klaus Novak, limpiador de alcantarillas en
2007, y al año siguiente publicó con Everest, Los O.T.R.O.S. (Sociedad Secreta), ambas premiadas. Después llegaron
otras novelas y otros premios, como La
formidable fábrica del miedo, Un
carromato verde botella, Una terrible
palabra de nueve letras y La vida
secreta de Rebecca Paradise, ésta última Premio Barco de Vapor 2015 de SM. Pedro
Mañas es filólogo, literalmente, amigo de las palabras. Señala en su Biografía insensata: «Voy conociéndolas poco a poco. Las revuelvo, las ordeno. Las arrugo
y las despliego. Las lavo, las pongo a secar. Y cada vez resultan en una
historia distinta, en un poema diferente, en una mentira más gorda que la
anterior. Más gorda, pero (espero)… también más divertida».
«Posiblemente has
oído cientos de veces que los imanes atraen el hierro, la miel atrae a las
moscas, y los hechiceros atraen la lluvia disfrazados como fantoches.
Mr. Montgomery
Muffin atraía la porquería.
No es broma. Mr.
Muffin era algo así como un aspirador humano. Por donde quiera que pasase, la
mugre salía disparada hacia él como si tuviera misteriosas propiedades
magnéticas».
Este es el inicio
del primer capítulo de Apestoso tío
Muffin. Un narrador omnisciente que se deja ver, se dirige al lector para
mostrar la historia de Mr. Muffin.
Mr. Muffin no
tiene familia ni amigos. Vive solo en una vieja casa situada en una calle de
reminiscencias tintinianas llamada Haddock Road. Es la misma casa a la que
se fue a vivir tras la muerte de su madre. Allí vivía su abuela, quien lo
criaría desde entonces con un actitud
ultraproteccionista, bajo la premisa del miedo.
Miedo a tocar nada en casa, por si le ocurría algo. Miedo a salir a la
calle con los amigos, por si algo le pasaba. De modo que Mr. Muffin se convierte
en un adulto solitario, tímido, temeroso y poco sociable, y para colmo, o más
bien como consecuencia de lo anterior, huele como una mofeta.
Paradójicamente, Mr.
Muffin es un tipo limpio que se baña dos veces al día, una por la mañana, antes
de ir al trabajo, y otra por la noche, cuando regresa de la oficina de la
fábrica de productos de limpieza en la que trabaja. Sin embargo, no puede
evitar estar siempre sucio y desprender una horrorosa fragancia a pescado
podrido que repele a los humanos y atrae a los gatos de la vecindad, que a la
postre serán sus únicos amigos (su gata se llama Roña). Muffin es una especie
de patito feo encerrado en vida de quien rehúyen sus vecinos y compañeros de
trabajo. A un lado de su casa vive Mr. Cooper, que además es (mal, por trepa) compañero
de trabajo; al otro, las señoras Findenburguer, dos viejas fisgonas que se
mofan del pobre Muffin.
Sin embargo, dos
hechos van a cambiar este estado de cosas. Por un lado, una niña que dice ser
su sobrina, un día y sin previo aviso, entra en la casa de Muffin. Se llama Emma,
y se convierte en una especie de hada madrina para el (falso) tío Muffin. La
aparición de Emma supone un punto de inflexión en su vida, pues comienza a
infundirle valor para enfrentarse con sus fantasmas, para enfrentarse con el
mundo exterior.
El otro
acontecimiento es la llegada de una nueva jefa a la empresa. Se llama Florence
y es precisamente la sobrina de las Findenburguer. La flecha de Cupido ha sido
disparada directamente al corazón de Muffin. Cuando la conoce, tiene suerte de
que esté resfriada, de modo que no lo ve como un apestoso como el resto de los
mortales. Pero el constipado se pasa y Muffin tiene el tiempo justo para lograr
desprenderse de la hediondez que arrastra. La joven Emma le ayudará en
semejante tarea inventando un producto limpiatodo. ¿Conseguirá Muffin desprenderse
del mal olor?¿Logrará quitarse los miedos que le inculcó su abuela?¿De dónde ha
salido Emma?. La respuesta a todas las preguntas en un desenlace estupendo, con
intriga incluida.
La novela se
compone de ciento cuarenta páginas y está dividida en trece capítulos, cada uno
con una ilustración de Víctor Rivas.
El tema fundamental de la novela es el
miedo, el mal olor como metáfora del miedo a vivir, y por supuesto el remedio:
el amor y la amistad.
Apestoso tío Muffin de Pedro Mañas es una novela bien escrita y muy
divertida. Se lee en una sentada y oxigena cuerpo y mente. La novela trasmite
un mensaje fundamental, apto para todas las edades: la vida con miedo no es buena
vida.
Un gran descubrimiento,
Pedro Mañas. Para seguirle la pista (por el bañerófono). Otro gran
descubrimiento, las recomendaciones de Amaya (y de Tim).
No me atrae nada la literatura infantil y juvenil. Cuando mi hijo estaba en esa edad, leí algunas cosas y, si bien algún libro me gustó, no es la norma. La mayoría me aburre.
ResponderEliminarUn beso.
Hay de todo, cómo en botica. No creo mucho en las etiquetas. Hay literatura, mejor o peor. He leído estupendas novelas de Lorenzo Silva o de Jordi Sierra i Fabra destinadas a jóvenes. Por no hablar de “El principito” o de “Las aventuras de Huckleberry Finn” que son obras maestras y tradicionalmente se han encasillado en la literatura juvenil. Yo no descarto nada por principio. Y menos si me la recomienda mi sobrina pequeña. Después de leer a Faulkner, hasta me ha venido bien esta novela. Ya me estaba entrando el mal de altura 😅.
EliminarUn abrazo.
Qué lectura más interesante, me parece genial que los propios niños recomienden sus libros preferidos a los mayores y que no sea siempre al revés. Desde luego has conseguido una buena colaboradora para el blog. Mi hijo mayor despunta en la lectura, con "Ana y Froga", unos cómics de humor absurdo nos reímos mucho, pero aún es pequeño para un libro de este estilo. Mis mejores lecturas de aquellos años fueron las de Roald Dahl y Michael Ende. Todavía hoy cuando las veo en la biblioteca me entra la tentación, jaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
No suelo leer mucha literatura juvenil pero de vez en cuando está bien bajar para ver qué leen los niños y los adolescentes de hoy. Me encanta la sección de Página 2 en la que los niños recomiendan lecturas. Esta vez no lo ha dudado ni un segundo. Y la lectura ha sido muy divertida. Gran fichaje el de Amaya.
EliminarYo también leí a Ende y a Enid Blyton y a Tolkien. Y recuerdo haberlo pasado en grande.
Un abrazo Gerardo.