sábado, 6 de octubre de 2018

Emily Dickinson






La semana pasada me encontré con Eduardo Galeano. Me habló de Emily Dickinson.

«Ocurrió en Amherst, en 1886.
Cuando Emily Dickinson murió, la familia descubrió mil ochocientos poemas guardados en su dormitorio. En puntas de pie había vivido, y en puntas de pie escribió. No publicó más que once poemas en toda su vida, casi todos anónimos o firmados con otro nombre. De sus antepasados puritanos heredó el aburrimiento, marca de distinción de su raza y de su clase: prohibido tocarse, prohibido decirse.
Los caballeros hacían política y negocios, y las damas perpetuaban la especie y vivían enfermas.
Emily habitó la soledad y el silencio. Encerrada en su dormitorio, inventaba poemas que violaban las leyes, las leyes de la gramática y las leyes de su propio encierro, y allí escribía una carta por día a su cuñada, Susan, y se la enviaba por correo, aunque ella vivía en la casa de al lado.
Estas cartas y estos poemas fueron su santuario secreto, donde quisieron ser libres sus dolores escondidos».

Me despedí de Galeano, y mientras caminaba pensaba en sus palabras. Emily Dickinson vivió tan solo 55 años, entre 1830 y 1886. Desde su santuario secreto fue luz de Bradbury, Pound o Elliot. Y de otros muchos.

Escribió casi dos mil poemas. Recordé uno de ellos, titulado [X, Love]:

«¡Como si una pequeña flor del Ártico
desde la orilla polar,
fuera vagando a través de latitudes,
hasta llegar desde la perplejidad
a continentes de verano,
firmamentos del sol,

hacia extrañas, luminosas matas de flores,
y de pájaros de lenguas extranjeras!
Digo, como si esta pequeña flor
al Edén estuviese viajando.
¿Qué entonces? Por qué, nada, sólo
¡tu pensamiento entonces!»

Aquellos escritos hallados por su hermana tardaron más de cincuenta años en ver la luz.






Caricatura de Paula Bonet, con motivo de la huelga de mujeres del pasado 8 de marzo.
Traducción del poema de Mª Isabel Calo
Cita de Eduardo Galeano de su libro Espejos. Una historia casi universal.

6 comentarios:

  1. Emily Dickinson, prácticamente desconocida para mi. ¡Qué experiencia que un autor te lleve a otro! Es un disfrute. Aunque en demasiadas ocasiones no pasa de proyecto. Vidas que trascienden, vidas cuyo presente fue menos espectacular. Un abrazo.

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    1. Yo tampoco sabía mucho de Emily Dickinson (sigo sabiendo poco) pero de un tiempo a esta parte leía a autores (sobre todo norteamericanos) que la citaban como referencia. Y leo algunos poemas suyos para ver de qué hablan. Y me gusta bastante lo que leo.
      La vida de Emily Dickinson fue de todo menos espectacular, bastante triste, como señala Galeano. La escritura (anónima y clandestina) fue su tabla de salvación.
      Un abrazo.

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  2. De la poca poesía que leo, no es uno de mis géneros preferidos, Emily Dickinson es una autora que me emociona. He leído poco suyo (poca poesía en general), pero viendo lo muchísimo que escribió, aún es menos de lo que pensaba.
    Muy oportuno tu encuentro con Galeano. Y muy acertada la frase que acompaña a la caricatura de la autora.
    Un beso.

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    1. Es un lujo ver a Galeano. Yo intento hacerme el encontradizo pasando por sus lugares habituales, sobre todo cuando ando algo desorientado. No sabes por dónde te va salir pero sabes que siempre te va a abrir una puerta.
      En el caso de Emily Dickinson, la puerta seguirá abierta durante bastante tiempo.
      Un beso.

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  3. Vivir la escritura como liberación, la única manera de sobrellevar una ambiente tan opresivo. Me viene a la mente una charla de Edith Eger (superviviente de Auschtwitz), donde recuerda un consejo que le dio su madre en la misma fila de las funestas duchas del campo de exterminio. Nadie te puede arrebatar lo que pones en tu corazón, la esencia de tu alma es inviolable. Dickinson la puso a buen recaudo y por suerte ha sido preservada en su escritura.
    Un abrazo.

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    1. Imagino que ése es el enorme poder de la escritura (y de la lectura) . Que te permite volar desde tu encierro, como en el poema de Dickinson. Me viene a la mente el mismísimo Cervantes que comenzó a escribir su obra maestra en una celda. La falta de libertad, igual que el hambre, agudiza el ingenio.
      Un abrazo.

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