martes, 21 de agosto de 2018

Elegía para un americano, de Siri Hustvedt




«Cada cuadro es siempre dos cuadros, el que ves y el que recuerdas. Sabemos que no recordamos los libros textualmente, pero sin embargo, los llevamos con nosotros como estados emocionales o escenas particulares que nos han cambiado para siempre. Y eso es el arte, vive dentro de nosotros, y le damos vida cuando nos topamos con él». Siri Hustvedt. Fragmento de la entrevista realizada por Oscar López en Página 2.

A principios de año leí Los ojos vendados de Siri Hustvedt. Me la llevé de la librería pensando que era su última novela cuando en realidad era la primera. Se publicó en 1992, pero la editorial Seix Barral la reeditó en 2018 llevándome al equívoco. Aunque no terminé de encontrarle el punto al argumento, me gustó el tono y la forma de escribir de Hustvedt. Quería leer una segunda novela suya, y Elegía para un americano, publicada en 2008, llevaba un tiempo rondando por mi cabeza, por mi estantería y por dos de mis blogs favoritos (Cuéntame una historia y Varado en la llanura). De manera que Elegía para un americano ha sido una de mis lecturas veraniegas.

«Mi hermana decía que fue la «época de los secretos», pero con el tiempo he llegado a la conclusión de que lo importante de aquellos años no era lo que había sino lo que faltaba. En una ocasión, una de mis pacientes dijo: «Tengo fantasmas que deambulan dentro de mí, pero no siempre hablan. A veces no tienen nada que decir». Sarah solía entrecerrar los ojos o mantenerlos siempre cerrados porque temía que la luz la cegara. Creo que todos llevamos fantasmas dentro y que es preferible que hablen a que no lo hagan. Una vez muerto mi padre, ya no pude conversar con él en persona, pero continué haciéndolo en mi mente. No dejaba de verlo en sueños ni de oír sus palabras. Sin embargo, lo que habría de mantenerme ocupado durante un largo periodo de mi vida fue lo que nunca nos dijo, lo que nunca nos contó. Al final resultó que él no era la única persona que guardaba secretos. Fue el 6 de enero, cuatro días después de su entierro, cuando Inga y yo encontramos la carta en su estudio.»

En el íncipit ya conocemos a los principales protagonistas (el narrador psicoanalista, sus pacientes, su hermana y el padre fallecido), y se adivina el tema principal de la novela: la indagación del pasado, «de lo que faltaba», «de lo que nunca se contó».
Erik Davidson es quien nos narra la historia en primera persona. Es psiquiatra y psicoanalista con una consulta en Nueva York. Corre el año 2003, las Torres Gemelas han sido derribadas y Estados Unidos se embarca en una incierta (e injusta) guerra contra Irak. Davidson se ha divorciado (abandonado por su esposa) y su padre acaba de fallecer. La lectura del diario del padre y la aparición de una nota de una tal Lisa, en la que se vislumbra un secreto, ocuparán sus horas. Además, una mujer llamada Miranda y su hija, entran en su vida cuando les alquila una parte de su casa. Otra de las protagonistas es su hermana Inga, filósofa y escritora,  quien ha estado casada con un escritor famoso (el paralelismo con la vida personal de Hustvedt es evidente) que también ha muerto recientemente. Una periodista intenta sacar los trapos sucios del escritor, pero un viejo y estrafalario amigo llamado Burton tratará de impedirlo.

«Puede parecer extraña esa insistencia del ser humano en revivir situaciones dolorosas, pero he acabado por constatar su certeza. Lo que fue nunca nos abandona» (p.23)

La novela es un intento por hacer que hablen los fantasmas del pasado, a través del diario del padre,  pero también los del presente, por medio del psicoanálisis (muy presente en la novela y en la vida de Hustvedt). La autora alterna extractos del diario (transcritos literalmente de los diarios de su padre, fundiendo realidad y ficción) y de la indagación sobre su secreto, con la vida cotidiana del psicoanalista y su relación con Miranda, sus pacientes y su hermana Inga. La tercera parte de la trama gira precisamente en torno a los secretos del marido de Inga, que salen a la luz tras su muerte.
«Todas las memorias están plagadas de huecos. Es obvio que resulta imposible relatar ciertas historias sin sentir dolor ni causarlo a otros y que en una autobiografía siempre se pueden cuestionar muchos aspectos de su enfoque, del concepto que el autor tiene de sí mismo y constatar alguna expresión reprimida o la mentira más descarada» (p.19)

Pasado y presente se enfrentan en la narración. Los acontecimientos históricos arrastran la vida de la familia Davidson. El padre, que vivió la escasez de la Gran Depresión y participó en la Guerra del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial. Erik e Inga (y su hija Sonia),  que ven cómo el suelo tiembla bajo sus pies tras el atentado del 11 de septiembre de 2001 y la posterior intervención norteamericana en Afganistán e Irak.
«Tras la muerte de mi padre, empecé a llenar otro cuaderno de notas donde recogía fragmentos de conversaciones que habían tenido lugar durante la jornada, mis temores ante una inminente invasión de Irak, los sueños que aún recordaba, además de asociaciones que me surgían desde lo más recóndito de la mente. Soy consciente de que la ausencia de mi padre había desatado aquella necesidad de anotar mis actos y sentimientos, pero al deslizar la pluma sobre la página comprendí algo más: yo deseaba responder con mis palabras a lo que él había escrito. Estaba hablando con un muerto» (p.36)
Pasado y presente también se ven confrontados en el mundo rural del padre y el abuelo con el mundo urbano y culto de los hermanos, la pobreza del pasado con la opulencia del presente, las dificultades de la familia de inmigrantes noruegos a Estados Unidos con la integración total de la tercera generación en una ciudad cosmopolita como Nueva York.
«Construimos nuestros propios relatos y no podemos separar las historias que creamos de la cultura en la que vivimos. Sin embargo, hay veces en que las fantasías, las falsas ilusiones o las simples mentiras se presentan como partes de una autobiografía y es necesario hacer algunas distinciones sustantivas entre lo real y lo ficticio» (p.109)



Es una novela de fantasmas, de secretos que seres queridos se llevaron a la tumba, de la reconciliación con ellos.  Es una novela intimista narrada con un tono tranquilo, sin sobresaltos, preciso, y protagonizada por seres solitarios que (sobre)viven en la Gran Manzana. Los protagonistas  luchan por la recuperación de la memoria, y reflexionan sobre la huella del pasado en el presente, sobre la conveniencia de asumirla para comprenderse mejor uno mismo, para entender mejor el mundo. «La memoria sólo nos brinda sus dones cuando algo del presente la refresca. La memoria no es un depósito de palabras e imágenes fijas sino un entramado neuronal de asociaciones que funcionan de un modo muy dinámico, que nunca descansa y que está sujeto a continuas revisiones cada vez que exhumamos alguna fotografía o frase del pasado» (p.103)

Elegía para un americano me ha gustado más que Los ojos vendados. El tono, los temas que trata y la prosa sosegada de Siri Hustvedt es su principal atractivo: «Sé que a veces lo que decimos es menos importante que el tono que usamos para decirlo. En todo diálogo hay una música, una armonía misteriosa y unas disonancias que vibran dentro del cuerpo como un diapasón » (p.341). Sin embargo, al igual que en su primera novela, echo en falta más consistencia, más tensión. El gancho del secreto del padre y del marido de Inga se va desinflando lentamente, y al final, tan solo nos queda la historia de la relación de Erik Davidson con Miranda, que también se estanca en el limbo, con un desenlace forzado y surrealista (literalmente).

«En mi libro intento explicar cómo convertir nuestras percepciones en historias, con su exposición, nudo y desenlace, cómo los fragmentos de nuestros recuerdos no cobran coherencia hasta que los reimaginamos y los pasamos a palabras. El tiempo es una propiedad del lenguaje, de la sintaxis y de las formas verbales» (p.64).
Pues eso.



Traducción de Cecilia Ceriani


                                                      Chet Baker. Almost blue






6 comentarios:

  1. Lo primero, muchísimas gracias por considerar mi blog como uno de tus favoritos y por mencionarlo con enlace incluido. Lo segundo, hacerte partícipe de una curiosa coincidencia (aunque no sé si estas cosas lo son de tanto como se me repiten): he pinchado en tu vínculo a mi blog y al de Gerardo y en el mío me he encontrado con que la reseña a esta novela la publiqué justo hoy hace un año. Cosas curiosas que, como digo, se me repiten con demasiada frecuencia.
    Me ha encantado tu reseña y volver a recordar esta historia maravillosa. No he leído "Los ojos vendados". Tengo comprados otros dos, pero no son ese. Lo buscaré.
    Un beso y gracias de nuevo.

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    1. Hola Rosa, me percaté de la coincidencia cuando enlacé la reseña. Y me gustó este juego del azar que situó en la misma fecha las dos reseñas de la novela de Hustvedt, que como poco, parece salido de la pluma de su partenaire (me prometí no mencionarlo).
      Y gracias a ti, por estar siempre ahí, al pie del cañón literario, y por un tener un blog tan auténtico.
      Un abrazo.

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  2. Buenas, Juan Carlos. Gracias por citarme, todavía recuerdo bien el libro de Hustvedt y eso que lo leí hará un par de años. Coincido con tu reseña, es una novela con infinidad de temas, pero que se desentiende de esos ganchos con los que al principio mantiene en vilo al lector. No he vuelto a leer nada de ella, hay tantos autores. Por cierto, aparte de esta, en el lateral veo que te has surtido bastante bien este verano, interesantísimas lecturas.
    Disfruta lo que queda.
    Un abrazo.

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    1. Es cierto lo que dices en tu reseña de que tal vez el tema del libro está en otra parte. Puede que Hustvedt pretendiera hacer precisamente eso, soltar ganchos para que el lector llegase hasta sus digresiones sobre arte, literatura, filosofía y psicología. En Los ojos vendados, su primera novela, directamente no hay gancho.
      Las lecturas veraniegas ya están liquidadas. He disfrutado mucho de ellas, pero me da pereza reseñarlas.
      Espero que también hayas tenido un buen verano de lecturas (o sin ellas).
      Un abrazo.

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  3. Aún no he leído nada de Siri Hustved y, a pesar de que tengo ganas de entrar en su mundo, tampoco veo reseñas especialmente entusiastas. Acostumbra a gustar el tono, el estilo pero algo no acaba de cuadrar. Igual es que simplemente me da pereza y me lo invento yo todo. De momento seguirá esperando.

    Gracias por la reseña.

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    1. Me pasó algo parecido. No me decidía a leerla porque las críticas no eran demasiado alentadoras. Sin saber muy bien por qué, este año he leído dos, y no me arrepiento. Siri Hustvedt tiene sustancia y se lee muy bien.
      Un abrazo.

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