martes, 28 de agosto de 2018

Asesinos sin rostro, de Henning Mankell



Hay autores a los que siempre regreso. Vuelvo a Henning Mankell. El escritor sueco siempre fue uno de mis favoritos desde que comencé a leerlo allá por el año 2005. El único libro que se me escapaba era Zapatos italianos, y lo atrapé el año pasado. La primera novela que leí se  titulaba La quinta mujer. Ahí me encontré con el gran Kurt Wallander, con Ystad, con un modelo de bienestar sueco en crisis, con el largo y gélido invierno, con la soledad del mundo escandinavo.  Por entonces, Stieg Larsson todavía no había publicado la célebre (y espléndida) trilogía que abriría el camino a otros escritores de la llamada Novela negra escandinava. Henning Mankell era el Vázquez Montalbán sueco, y Kurt Wallander un Pepe Carvalho sin su Sancho Panza.

Tras leer La quinta mujer, que es la sexta de la serie (de un total de doce novelas), decidí comenzar por el principio, esto es, por Asesinos sin rostro, la primera novela protagonizada por el famoso inspector jefe de la policía de Ystad. Después llegaron todas las demás, incluidas aquellas que no pertenecían a la serie, como El Chino o El cerebro de Kennedy. Vuelvo a Mankell y releo Asesinos sin rostro, y tengo la sensación de que el tiempo no ha pasado por esta novela publicada en 1991. Se mantiene fresca y vigente en el argumento casi treinta años después. Este fue el gran mérito de Henning Mankell y de su alter ego Kurt Wallander.

 «Al despertarse tiene la certeza de que ha olvidado algo. Algo que ha soñado durante la noche. Algo que debe recordar. Lo intenta. Pero el sueño parece un agujero negro. Un pozo que no revela nada de su contenido».

Así comienza todo. Es el 6 de enero de 1990. Suecia está cambiando, el mundo está cambiando. El Muro de Berlín ha caído, las República Democrática Alemana está a punto de desaparecer engullida por Alemania Occidental, y el resto de democracias populares también miran hacia occidente. El socialismo real de la Unión Soviética da sus últimos coletazos. Miles de personas atraviesan las fronteras de los países del la Europa del Este en busca de la opulencia del mundo capitalista. Suecia es uno de los destinos de muchos refugiados, lo que va a provocar el surgimiento de prejuicios raciales que relacionan la llegada de los inmigrantes con el aumento de la criminalidad y la crisis del modelo sueco de democracia. En este contexto se enmarca la investigación del brutal asesinato de dos ancianos en un tranquilo pueblo cercano a Ystad, una antítesis de Macondo que Mankell situó en el mapa literario mundial.

Primera aparición en escena del inspector:
«Kurt Wallander dormía. La noche anterior se había quedado escuchando hasta una hora muy avanzada las grabaciones de María Callas que un buen amigo le había enviado desde Bulgaria. Una y otra vez había vuelto a su Traviata, y cuando se fue a dormir eran casi las dos. El teléfono lo arrancó de un fantástico sueño erótico. Como para asegurarse de que solamente era un sueño, estiró el brazo para tocar el edredón. Pero en la cama sólo se encontraba él. Su esposa no estaba, le había dejado hacía tres meses, y tampoco estaba la mujer negra con la que acababa de tener un violento coito en sueños».

Kurt Wallander es un personaje introvertido, con tendencia a la melancolía, separado de Mona y con una hija, Linda, de dieciocho años, con la que no acaba de entenderse. Cerca de Ystad vive su padre, un pintor que siempre pinta el mismo paisaje, a veces con urogallo y otras no, que comienza a presentar síntomas de senilidad.  Kurt Wallander es un personaje muy humano, atormentado en su vida personal. Es ante todo un antihéroe. No acepta la separación de Mona, la relación con su hija no es buena, y tiene un fuerte sentimiento de culpa por no ver a su padre más a menudo. Esto le lleva a beber más de la cuenta. Sin embargo, en su trabajo es metódico, escrupuloso y valiente. No suele ir armado pesar de que nunca rehusa el cara a cara. Forma pareja policial con Rydberg,  amigo y compañero de batallas que tiene problemas de salud. Kurt Wallander es un personaje que evoluciona a lo largo de la novela, de forma paralela a la investigación y resolución del caso.
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A través de la figura de Kurt Wallander, Henning Mankell denuncia las fragilidades de las modernas sociedades de bienestar. Y en el caso de Asesinos sin rostro, la denuncia va dirigida al surgimiento del racismo en una sociedad rica como la sueca, o utilizando la palabra acuñada por Adela Cortina, de la aporofobia, es decir, el rechazo a los pobres.

                                            


Mankell, gigante de la novela criminal, murió hace casi tres años en Gotemburgo con 67 años (leer In memoriam en Cuéntame una historia).
Vivió buena parte de su vida entre Suecia y Mozambique, a donde fue para descubrir las diferencias entre unos y otros, hasta comprender al final que todos eran iguales. Dirigió el Teatro Avenida de Maputo, en Mozambique, durante décadas y gastó generosamente una buena parte del dinero obtenido con la venta de sus libros en ayudas a la infancia en África.

El género policiaco permitía a Mankell hablar de la sociedad sueca y de sus fracturas, de las desigualdades sociales y del culto al dinero.  Mankell utilizaba la literatura para indagar en lo que nos rodea, y en especial, en sus aspectos menos amables. Decía en una entrevista:
“Es verdad que no puedo narrar una historia solo por el mero hecho de contarla. Debe de tener algo que me concierna, que tenga que ver la realidad, la sociedad, con mi país o con el mundo. Sin esa perspectiva no tiene mucho sentido escribir nada”.

Asesinos sin rostro no es la mejor de la serie. Recuerdo El retorno del profesor de baile o Antes de que hiele como las que más me gustaron, pero es la primera, y por supuesto no defrauda, ni siquiera en una segunda lectura.


Traducción del sueco de Dea Merie Mansten y Amanda Monjonell Mansten


                                         La Traviata de Verdi, interpretada por María Callas




2 comentarios:

  1. Creo que durante una época estuve enamorada de Kurt Wallander (y no en sentido figurado (espero que no lea esto mi marido 😂😂). Fue la primera serie que seguí de principio a fin. Yo tampoco empecé por el primero, sino por "La falsa pista" y también he leído muchas de sus novelas que no son de Wallander. Mi favorita de estas, "El chino".
    He pensado varias veces volver a leer la serie entera, pero hay tanto pendiente...
    Fue una gran pérdida su muerte. Tengo una entrada publicada en mi sección "In memoriam".
    Un beso.

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    1. Jejeje, no me extraña lo de tu amor por Wallander. Es un tipo extraordinario, valiente pero desamparado. Seguro que tú marido lo entendería, porque es imposible no quererlo.

      Estoy contigo en que “El chino” es de las novelas más logradas de Mankell, aunque no le pongo pega a ninguna. Me gusta mucho su prosa, sincera, directa y sin artificios.

      Acabo de leer el homenaje que hiciste a Mankell en tu blog y se me ha puesto un nudo en la garganta. Fie una gran pérdida y cómo bien dices “no son años para morirse” . Yo me quedé mudo cuando una compañera me lo dijo en el trabajo.
      Era un gran tipo y un gran escritor.
      Un beso.

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