domingo, 28 de enero de 2018

Poemas y antipoemas, de Nicanor Parra




Esta semana nos ha llegado, desde la otra orilla del Atlántico, la noticia de la muerte del poeta 
chileno Nicanor Parra. Enseguida pienso en Roberto Bolaño, que lo consideraba el “mejor poeta vivo en lengua española”;  y en aquellos versos de Parra a los que Bolaño dedicó un artículo recogido en Entre paréntesis y que ponía fin al eterno debate sobre quienes eran los cuatro mejores poetas chilenos; si Pablo Neruda, Vicente Huidobro, Nicanor Parra y Gabriela Mistral; o si Gabriela Mistral, Pablo Neruda, Vicente Huidobro y Pablo de Rokha.
Los versos dicen así:

«Los cuatro grandes poetas de chile
Son tres:
Alonso de Ercilla y Rubén Darío»

Ambos pasaron por Chile y Chile les marcó. El primero era un soldado español de tiempos de Felipe II, y el segundo un joven emigrante nicaragüense. Los versos fueron un juego de Parra con unos de Huidobro que decían:

«Los cuatro puntos cardinales
Son tres
El sur y el norte»

A Bolaño le encantaban estos versos de Parra porque recogían una gran enseñanza: «que el nacionalismo es nefasto y cae por su propio peso...» (Entre paréntesis, p.46)


                                (Nicanor Parra con Roberto Bolaño e Ignacio Echevarría)


En el libro de Bolaño, son muchas las páginas dedicadas a su idolatrado antipoeta. 
Transcribo el pasaje en el que narra el momento en que lo visitó por vez primera:
«Para mí, Parra es desde hace mucho el mejor poeta vivo en lengua española. Así que la visita me pone nervioso. Bien pensado no debería ser así, pero la verdad es que estoy nervioso, por fin voy a conocer al gran hombre, al poeta que duerme sentado en unas silla, aunque su silla, en ocasiones, es una silla voladora, a propulsión a chorro, y en ocasiones es una silla taladradora, subterránea, en fin, que voy a conocer al autor de los Poemas y antipoemas, el tipo más lúcido de la isla-pasillo por la que deambulan de punta a punta y buscando una salida que no encuentran, los fantasmas de Huidobro, Gabriela Mistral, Neruda, De Rokha y Violeta Parra» (p.69).

Precisamente en este libro, Poemas y antipoemas, publicado en 1954, Nicanor Parra escribió su Epitafio.

«De estatura mediana
Con una voz ni delgada ni gruesa
Hijo mayor de profesor primario
Y de una modista de trastienda;
Flaco de nacimiento
Aunque devoto de la buena mesa;
De mejillas escuálidas
Y de más bien abundantes orejas;
Con un rostro cuadrado
En el que los ojos se abren apenas
Y una nariz de boxeador mulato
Baja a la boca de ídolo azteca
—Todo esto bañado
Por una luz entre irónica y pérfida—
Ni muy listo ni tonto de remate
Fui lo que fui: una mezcla
De vinagre y aceite de comer
¡Un embutido de ángel y bestia!»

Dice la prensa chilena que en estos días se escucha jolgorio en el cielo de la isla-pasillo.








                                           
Silvio Rodriguez. Chile, 1990








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