A mediados de agosto me entero que la editorial Seix Barral (aún
no me creo que ya no esté con Anagrama) va a publicar la última novela de Paul
Auster a principios de septiembre. Se titula “4 3 2 1”. (creo que
ayer ya había ejemplares en las librerías). Como en agosto estoy
perezoso con las lecturas decido leer Sunset Park, la última novela que publicó
Paul Auster a finales de 2010 (después publicó dos libros
autobiográficos que no tienen desperdicio: Diario de invierno en 2012 e Informe del interior en 2013) .
Compré Sunset Park en el Círculo de Lectores y casualmente me llegó el 1 de enero de 2011 a casa (los
comerciales del Círculo no descansan nunca). La leí de un tirón, como me pasa
con casi todo lo que el escritor norteamericano publica. Tras esta segunda
lectura me ha parecido una de las novelas más flojas de Auster
(entonces no me lo pareció), lo que no significa que sea una mala novela.
Pensaba escribir una reseña, pero he preferido buscar en mis cuadernos por si
había escrito algo sobre ella cuando la leí por vez primera. Por aquel entonces
estaba convaleciente de un esguince de rodilla que, inexplicablemente (ríete tú
como lo hizo el médico que me atendió) me hice jugando al billar. Aquellas
navidades inolvidables no pude hacer mas que estar en casa con la pierna estirada, así que aproveché para hacer
dos de las cosas que más me gustan: leer y escribir. Y he aquí la transcripción
literal de lo que hace seis años y medio escribí en un Moleskine negro sobre Sunset Park.
Sunset Park. (Foto de M. Jording)
“Durante casi un año ya, viene tomando fotografías de cosas
abandonadas. Hay como mínimo dos servicios al día, a veces hasta seis o siete,
y siempre que entra con sus huestes en otro domicilio, se enfrenta con las cosas,
con los innumerables objetos desechados por las familias que se han marchado.
Los ausentes han huido a toda prisa, avergonzados, confusos, y dondequiera que
habiten ahora (si es que han encontrado un lugar para vivir y no han acampado
en la calle), sus nuevas viviendas son más pequeñas que los hogares que han
perdido. Cada casa es la historia de un fracaso (de insolvencia e impago,
deudas y ejecución hipotecaria) y él se ha propuesto documentar los últimos y
persistentes rastros de esas vidas desperdigadas con objeto de demostrar que
las familias desaparecidas estuvieron allí una vez, que los fantasmas de gente
que nunca verá ni conocerá siguen presentes en los desechos esparcidos por sus
casas”.
Así comienza esta novela, con una de las consecuencias más
sangrantes de la crisis económica que comenzó en 2008 en Estados Unidos tras la
caída del gigante financiero Lehman Brothers: los desahucios. El motor de la trama es precisamente la dificultad de acceso a una vivienda. Esto será lo que una a los protagonistas.
El fotógrafo del incipit y gran protagonista de Sunset Park es Miles Heller,
un joven solitario cuya vida está marcada por el divorcio de sus padres y, sobre
todo, por el fallecimiento dramático de su hermanastro. Miles escapa de casa sin
dejar una nota y desaparece de de Nueva York. Durante siete años viaja por el
país trabajando en cualquier cosa para sobrevivir, entre ellas como mozo
encargado de vaciar las casas de familias que han sido desahuciadas. En Florida
se enamora perdidamente de una chica de diecisiete años, Pilar, una inteligente
y preciosa estudiante de Bachillerato. Los problemas que Miles tiene con la
hermana mayor de Pilar le hacen regresar a Nueva York para vivir como okupa en
una casa del barrio de Sunset Park que su amigo Bing Nathan se ha empeñado en
rehabilitar junto a dos amigas. En la
ciudad vive su padre, un importante editor, y su madre, una famosa actriz,
acaba de aterrizar para protagonizar un a obra de teatro. Llevan siete años sin
verse. Es hora de volver, pero el reencuentro no será fácil.
Paul Auster disecciona la vida de un grupo de jóvenes en un
momento en que ya deberían tener el porvenir entre sus manos, sin embargo,
están con las manos vacías y un futuro lleno de incertidumbre a pesar de que
todos tienen talento y ganas de trabajar. La crisis económica se ha llevado por
delante las esperanzas de muchos, entre ellos las de los protagonistas que
andan ya por la treintena. Miles Heller,
un joven con capacidad para hacer cualquier cosa, que vio cómo su vida se venía abajo tras un incidente. Bing Nathan, su amigo de la adolescencia, única persona
con la que Miles no ha perdido el contacto, es músico y tiene un taller para
reparar objetos que ya apenas se utilizan, como las máquinas de escribir. Es un
romántico que ha puesto el nombre de “Hospital de los objetos rotos” al taller.
Es el más crítico con el sistema. Ellen Brice, pintora y
dibujante, trabaja provisionalmente en una inmobiliaria. Alice Bergtsrom,
licenciada en Filosofía, se dedica a terminar su tesis sobre la vida en Estados
Unidos en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial. Lo hace, entre
otras fuentes, a través del análisis de la película Los mejores años de nuestra vida. Al mismo tiempo trabaja en el
PEN, una organización que lucha a favor de la libertad de expresión y de los
escritores y periodistas presos por ejercer este derecho. Esta es una de las
constantes preocupaciones de Auster desde que en febrero de 1989, el ayatola
Jomeini , líder religioso de Irán, publicara una fatwa que instaba a la ejecución del escritor británico Salman
Rhusdie al publicar un libro titulado Los
versos satánicos por considerarlo “blasfemo contra el Islam”.
La vida de los cuatro jóvenes confluye cuando la falta de dinero les
obliga a okupar una casa abandonada
en Sunset Park, una zona marginal y austera del barrio de Brooklyn. En los
pocos meses que conviven tratan de mejorar sus respectivas vidas a pesar de las
difíciles circunstancias personales. Todos son personajes interesantes, todos
cargan con problemas personales y todos intentan resolverlos lo mejor que
pueden. Pero no será fácil, sobre todo para Miles.
“Ha decepcionado a su padre, ha fallado a Pilar, ha
defraudado a todo el mundo, y mientras el coche cruza el puente de Brooklyn y
contempla los enormes edificios de la otra orilla del East River, piensa en las
construcciones perdidas, en los inmuebles perdidos y las manos perdidas, y se pregunta si vale la
pena tener esperanza en el porvenir cuando no hay futuro, y de ahora en
adelante, dice para sí, dejará de tener esperanza en nada y vivirá
exclusivamente para hoy mismo, para este momento, este instante fugaz, el ahora
que está aquí y ya no está, el momento que se ha ido para siempre”.
A diferencia de Brooklyn Follies (2005) , una novela happy, Sunset Park nos muestra al Auster pesimista de
las primeras novelas, movido seguramente por la incertidumbre de un mundo que se
desmorona con la crisis, de un futuro incierto y oscuro de una sociedad, la
norteamericana, que ha perdido su norte. Por eso la confronta continuamente con
la sociedad de la posguerra que anduvo también desorientada, y lo hace a través
del análisis que hace Alice Bergstrom para su tesis de la película Los mejores años de nuestra vida,
película de William Wyler estrenada en 1946, “la epopeya nacional de aquel momento
determinado de la historia norteamericana: la historia de tres hombres
destrozados por la guerra y las dificultades con las que se encuentran al
volver con su familia, la misma situación que millones de otras personas que
vivieron en la misma época”.
Paul Auster hace en Sunset
Park un paralelismo entre esos dos momentos históricos que significaron el
fin de una época y el inicio de otra muy diferente. Esto lo consigue a través
de los personajes adultos que aparecen en la novela, sobre todo los padres de
Miles.
Morris Heller, su padre, es dueño de una pequeña editorial
de autores de éxito. Mary Lee Swann, su madre, es una estrella de Hollywood que
además hace televisión y teatro. Rondan los sesenta años y sus vidas han sido
plenas a nivel laboral y sentimental a pesar de su pronta separación tras el
nacimiento de Miles.
Morris lee en las necrológicas de
los periódicos los fallecimientos de deportistas y escritores fueron sus referentes,
tanto en el caso del béisbol como en el de la literatura (Norman Mailer, Harold Painter, Susan Sontag…). Ese pesimismo vital
se incrementa con la muerte de jóvenes como su hijastro o la brillante hija de
un escritor amigo que se quita la vida en Venecia.
A lo largo de la novela se percibe ese fatalismo. Tras la crisis, las generaciones de jóvenes tienen un
futuro incierto. Tan solo hay una certidumbre: difícilmente vivirán mejor que sus
padres.
Traducción de Benito Gómez Ibáñez
Escribir en un Moleskine es ya por sí solo muy literario. Todavía recuerdo cuando leí a Javier Marias en una novela suya de hace ya años que su personaje entró a comprar un Moleskine.vYo no tenía entonces ni idea de qué era eso. Por eso siempre lo asocio a alta literatura.
ResponderEliminarAuster siempre es fantástico y si te ayudó a pasar el tiempo cuando estabas varado, pues para qué quieres más.
Un abrazo
Hola Juan Carlos.
EliminarEscribo en cuadernos de todo tipo: Paperblanks, Finocam (muy recomendables), Clairefontaine y Moleskine y en imitaciones baratas de todas ellas. Casualidad que las notas de "Sunset Park" cayeron en una Moleskine negra. Es cierto que la marca (que surgió en 1997) se llevó el gato al agua con la publicidad de que escritores como Hemingway escribían en un cuaderno igual, negro con las esquinas redondeadas y una banda elástica para mantenerlo cerrado, cuadernos muy comunes en el París de los años 20. Por eso es el cuaderno más literario. Parece ser que escribiendo en una Moleskine vamos directos a por el Nobel.
Paul Auster también es bastante obsesivo con los cuadernos. Uno de sus libros de relatos más conocido se titula "El cuaderno rojo" , y en "La noche del oráculo", el protagonista es un escritor que supera su crisis de creatividad cuando descubre en una papelería unos cuadernos azules fabricados en Portugal. Cuando se agotan deja de escribir.
Yo lo único que busco en un cuaderno es que no lleve anillas.
Un abrazo
Auster ¡qué maravilla! Aunque yo sigo teniendo muchos libros suyos sin leer. Ese cuaderno azul de Auster siempre lo recuerdo especialmente, aunque a mi me gusta escribir en Moleskine negra (por ser "muy literaria", eso sí creo que influida más por esos cuadernos portugueses), como no escribo mucho, me duran bastante. Este invierno leí El cuaderno rojo, hacía bastante que no había leído a Auster y se me quedó en un pequeño aperitivo, es momento de retomarlo. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Ana, pues sí, Auster es estupendo.
Eliminar"El cuaderno rojo" es una joyita que contiene muchas de las claves de su literatura. Tienes suerte de tener muchos libros suyos sin leer.
Yo no voy a tardar en hacerme con su última novela. Estoy deseando leerla.
Un abrazo
Auster es maravilloso, gracias por compartir tus vivencias.
ResponderEliminarSaludos.
Hola Adriana, sí que lo es. Hay pocos autores que despierten tanta expectación.
EliminarGracias a ti por pasarte por aquí y comentar.
Tienes un blog genial.
Un abrazo.