He leído “El lado frío de la almohada” de Belén Gopegui, y me parece una buena novela por varios motivos.
En primer lugar, por las interesantes reflexiones de la protagonista sobre un tema tan controvertido como es la Revolución Cubana y la ideología que la sustenta:
“El héroe no es quien ensaya y rectifica y persevera y yerra de nuevo y de nuevo vuelve a rectificar. No es quien procura dominar los impulsos oscuros, los suyos, los de los otros, y lentamente lo consigue, aunque no siempre, e insiste, y lentamente lo mejora. El héroe es, en cambio, quien se deja llevar por un impulso refulgente en un instante, porque nosotros, en un instante podríamos dejarnos llevar. La Revolución Cubana ha dejado de ser heroica. Cinco minutos, apenas cinco años para cambiar el mundo y volver a dejarlo igual aunque con canciones y fotografías, eso habría sido heroico para la literatura. Cuarenta y cinco años de insistir y de errar y de rectificar y persistir para dar cuenta de una verdad tan simple como que el máximo beneficio de los accionistas no es compatible con el bien de la comunidad, de la comunidad completa, se entiende, pues no hay otra. Cuarenta y cinco años ensayando no son heroicos ni literarios”.
Además, Gopegui nos muestra una historia sobre la dificultad del amor entre dos personas con concepciones ideológicas contrapuestas. La fugacidad y la intensidad de ese amor es la base de la narración. Escribe la autora:
“Es la desigualdad, es el obstáculo lo que acelera el pulso y no, como tanto nos dijeron porque el obstáculo comporte peligro y aventura sino por la creencia: porque si al fin se ama al que es tan diferente y no hay motivo, interés, facilidades, entonces es que tal vez el amor sea, quiero decir, exista, entonces es que tal vez haya lugar para el romanticismo, para creer en algo inmaterial que impulsa a la materia, que la mueve y por eso cuento más desiguales los amantes, más cerca del milagro de ser otros, más cerca de creer en el milagro, quiero decir. En contra de las leyes del sentido común una fuerza acerca a sus cuerpos y esa fuerza, lo juran, les hará diferentes, les estremecerá de dicha, de voluntad contenida y extensible”.
Por último, se atreve con un final valiente, tan valiente como es toda la novela. Así es el final, así es la novela, valiente, como Belén Gopegui.
Hola tocayo:
ResponderEliminarLlegó hasta ti a través de un comentario que has dejado en el post que David Pérez Vegas dedica a la novela de Turguénev, "Padres e hijos". Me he quedado sorprendido al ver no sólo tu nombre -Juan Carlos- sino, además, la inicial 'G' de tu apellido. Wow, por un momento pensé que era yo mismo. Tengo que ver este otro yo quién es -me dije-, y así he llegado hasta tu blog, "El fuego de Montag". Me ha gustado y a partir de hoy también yo te seguiré.
Pero sólo una curiosidad: ¡no te apellidarás Galán! Porque si así fuera la casualidad sería grandísima.
Un abrazo, Juan Carlos
Hola Juan Carlos, gracias por inaugurar el marcador de este blog.
ResponderEliminarPues sí, me apellido G. Y en realidad lo que estás leyendo lo acabas de escribir tú, es decir yo.
Jeje. Bueno, me alegro de tenerte por aquí. Y de que te haya gustado el blog.
Un abrazo
No conocía a la autora. Y me ha interesado lo que cuentas de la Revolución Cubana, parece una novela de reflexión sobre lo que significó y como marcó a sus personajes. Pues creo que sí me podría gustar. Me encanta descubiri nuevas lecturas y autores y ésta me la apunto.
ResponderEliminarApuntas bien. Espero que te guste.
ResponderEliminarYo tampoco conocía a la autora aunque yo esta vez no creo que me anime ya que he leído hace ya años un libro sobre lo mismo aunque enfocado de otra forma y la verdad es que son temas que creo que no son para mi.
ResponderEliminarUn beso!