«Cuántos caminos
anduvo Cervantes, cuánta polvorienta trocha, cuánto sudor de agosto y cuántos
hielos de febrero, cuánta arruinada venta, soledad y campo. Nadie en la
literatura española habrá recorrido tantos kilómetros como él, visto tantos
pueblos y dormido tantas noches al raso. Sabemos poco de su vida, es cierto. Pero
podemos asegurar leyendo sus libros que en cada centímetro cuadrado de lo que
habla puso el pie, sino el alma» (p.132).
Termino el año
con una de las mejores lecturas: Las
vidas de Miguel de Cervantes, de Andrés
Trapiello. Si hay pocos libros tan extraordinarios como El Quijote, es seguro que pocos autores
tuvieron una vida tan intensa como la de su autor. Trapiello nos acerca a una
figuras de la que se sabe tanto y a la vez tan poco como la de Miguel de
Cervantes, y lo hace de una manera brillante, como solo puede hacerlo un
escritor de la talla de Andrés Trapiello. Se trata de una biografía que es pura
literatura, como si el biógrafo no quisiera quedar mal ante el biografiado. Trapiello baja al barro, acapara
datos, baraja hipótesis, desecha
polémicas estériles y reconstruye la vida de Cervantes haciéndola verosímil,
humana, real.
Más o menos conocía
la vida de Cervantes: su marcha a Italia, Lepanto, el cautiverio de Argel, su
hija con Ana Franca, su matrimonio con la joven Catalina de Salazar, su trabajo
como recaudador de impuestos para pertrechar la Gran Armada, su (injusto y "necesario para la posteridad") paso por
cárcel, su dedicación a la literatura, la publicación del Quijote… Trapiello amasa todo esto y nos ofrece un libro fascinante.
Escribe
Trapiello: «Cervantes entró pobre en la Hacienda pública, hizo dinero en ella,
le acusaron de ladrón y, cuando lo perdió todo, probó de nuevo fortuna con los
libros. ¿Por qué razón nadie hasta hoy ha contado algo tan sencillo? Cervantes
no es menos honorable por ello. No estamos sosteniendo que Cervantes fuese
escritor porque fuese pobre, sino que la pobreza le ayudó a serlo. Lo fue a
pesar de todo, pese, incluso, al propio Cervantes, al que vemos a menudo, como
uno de aquellos profetas de Israel, huir
de la Palabra, resistiéndose a su destino» (p119).
«Dicen los
historiadores que de haber partido Cervantes a América, no habría escrito el
Quijote. Pero es más cierto que de haber sido rico o haber tenido fortuna en
sus negocios, tampoco».
Pocas veces la
literatura tuvo tanta suerte.