miércoles, 23 de noviembre de 2016

El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers



Recuerdo en una charla a la escritora Lola López Mondéjar quejarse del machismo imperante en la literatura.  Puso como ejemplo de injusticia el de Carson McCullers, quien con poco más de veinte años logró escribir una verdadera obra maestra: “El corazón es un cazador solitario”.
Pocos días después me hice con la novela, y nada más comenzar a leerla pensé que tenía toda la razón. Comenzaba así:
“En la ciudad había dos mudos, y siempre estaban juntos. Cada mañana a primera hora salían de la casa en la que vivían y, cogidos del brazo, bajaban por la calle en dirección al trabajo. Los dos amigos eran muy diferentes. El que encabezaba la marcha era un griego obeso y soñador. En verano llevaba un polo amarillo o verde chapuceramente embutido en los pantalones por delante y suelto por detrás. Cuando hacía frío, se ponía encima de él un informe jersey gris. Tenía la cara redonda y grasienta, de párpados semicerrados y labios que se curvaban en una blanda y estúpida sonrisa. El otro mudo era alto, y en sus ojos brillaba una expresión vivaz, inteligente. Vestía siempre de forma inmaculada y sobria”
Lo que me asombró fue que no podía dejar de leer a pesar de que parecía no ocurrir nada extraordinario, tan solo, el calor sofocante de una pequeña ciudad industrial del sur de Estados Unidos, el racismo imperante, la sordidez de la vida de sus habitantes, el pesimismo, la soledad, la incomunicación… No obstante, la novela iba ganando en intensidad conforme los personajes arañaban y  rasgaban, con su pensamiento, con sus actos, el estrecho corsé del mundo que les había tocado vivir. Era ahí, en sus personajes,  donde McCullers, a sus veintitrés añitos, demostró su enorme talento.
John  Singer, un sordomudo educado y amable al que todos acudían para contarle sus problemas. Jake, un hombre hundido por la bebida que intentaba explicar, en vano, el socialismo marxista a los trabajadores de la localidad. El doctor Copeland, un médico negro entregado a la comunidad, pero con problemas en su familia. Y sobre todo, Mick, alter ego de Carson McCullers, una adolescente incomprendida, cuya vida era la música, “o bien se iba a la biblioteca a mirar el National  Geographic, o se dedicaba a pasear sola y pensar un poco más […] Pero en todo momento, hiciera lo que hiciera había música. En ocasiones canturreaba para sí misma mientras paseaba, y otras veces, escuchaba en silencio las canciones que sonaban dentro de ella. Había toda clase de música en sus pensamientos. Parte de ella la había oído en las radios, pero otra estaba ya en su mente sin que jamás la hubiera oído en ninguna parte”.




Carson McCullers publicó “El corazón es un cazador solitario” en 1940, con la Gran Depresión como telón de fondo y con Hitler empeñado en conquistar el mundo.
“Una tarde le había explicado (Harry a Mick) todo lo referente a los fascistas. Le contó cómo los nazis hacían andar a los niños judíos andar a gatas haciéndoles comer hierba del terreno. Le contó cómo había planeado asesinar a Hitler. Lo tenía todo muy bien preparado. Le explicó la falta de libertad y de justicia que había con el fascismo. Le dijo que los periódicos escribían mentiras deliberadamente y que la gente no sabía lo que estaba pasando en el mundo. Los nazis eran terribles…, todo el mundo lo sabía. Y ella se unió a la conspiración para matar a Hitler. De todos modos tendrían que ser cuatro o cinco personas las que formaran el complot, para que si una fallaba, las demás pudieran seguir adelante con el plan. Y aunque todos murieran serían unos héroes. Ser un héroe era casi como ser un gran músico”.
Imprescindible

1 comentario:

  1. Es uno de mis libros preferidos de esos que llegas y te preguntas cómo narices no lo connocías. Me has recordado, sin tener posiblemente mucho que ver, otra lectura de un libro de personas normales que arañan el mundo que les toca. Una tumba para Boris Davidovich
    Besos

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