«El mundo de afuera era una partitura rara. Intuía que había que unir los puntos para obtener el dibujo completo, como en aquellos libros para niños. Pero el trazado se perdía en el horizonte del día siguiente». (p. 93)
Salgo a la superficie en busca de aire fresco y me alegro de encontrarme con un escritor como Eric Luna, que derrocha talento en este libro de relatos titulado El arte de mantenerse a flote, recientemente publicado por la editorial Boria. El título es acertadísimo, pues el hilo conductor de la obra nos muestra a unos personajes que tratan de sobrevivir en un mundo dominado por dioses que disfrutan jugando con el naufragio cotidiano de la gente corriente.
Está compuesto por doce relatos de diferente extensión, divididos en tres partes. La primera se titula Días de Jagger y hierbabuena, y está formada por tres relatos cortos que nos introducen en el universo de Eric Luna, en el que las historias giran en torno al trabajo, la juventud o la música. El libro va in crescendo en la segunda parte titulada Apocapitalismo, con cuatro relatos distópicos, o no tanto, que nos hablan de la deshumanización de la sociedad occidental, con la soledad en la vejez y la muerte tras la jubilación, con el Estado como imposible mecenas del arte, con las consecuencias del uso generalizado de la mascarilla y de la persecución los disidentes, y sobre la tecnología como sustituta de los trabajadores. Este último relato titulado Moloch 3000, uno de los más perturbadores del libro, es una alegoría hiperbólica y terrorífica de la sustitución del trabajo manual por el mecánico.
La tercera parte es la mejor del libro, con cinco relatos protagonizados por antihéroes que se agarran a los micromomentos buenos de la vida, que, a veces, pocas, aparecen como contrapunto a la lluvia y al frío que hace fuera, como rendija por la que se vislumbra un punto de calor, como el del sonido de un contrabajo en forma de corazón en el interior de un útero, como la canción Free Bird de The Lynard Skinard sonando en el coche antes de llegar al trabajo. Los cinco relatos son extraordinarios. El primero, Tríptico Chileno está protagonizado un joven escritor que emigra a Chile en busca de trabajo. Lo mejor es que el mismo protagonista aparece tres relatos después para contarnos el final de sus aventuras en el país andino. Se titula Mecanografía, en mi opinión el mejor relato del libro, con el joven Isaac, personaje que recuerda al detective salvaje Juan García Madero, que se ve abocado a regresar a la madre patria tras un desesperado intento de vender su talento en las calles. Y entre ambos, tres estupendo relatos. Ganapanes refleja la cara más penosa del éxito en un conocido escritor, ganador del Planeta, que contrasta con el fracaso aventurero y nostálgico de nuestro emigrante. Un relato bebop nos lleva a la vida de un trasunto de Chet Baker con el jazz como protagonista; y Free bird,con un final épico en uno de esos micromomentos que a veces aparecen para sacarnos del hastío. En esta tercera parte, los relatos toman tintes bolañescos, con la literatura o la música como meta, con personajes que respiran autenticidad, que tratan de mantenerse a flote en un mundo hostil. Son historias que conmueven, que llegan, que tocan la fibra, que emocionan por auténticas.
Un gran descubrimiento, Eric Luna.
No conozco de nada a Eric Luna, pero por lo que cuentas este libro puede ser un poco más descubrimiento también para mí. Y eso que tiene cosas que no van mucho conmigo: ser de relatos, la distopía, ese punto de futurismo (cada vez más cercano y menos futuro)... Y no obstante todo eso, me ha atraído mucho. Tomo nota.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Rosa, yo tampoco suelo leer novelas distópicas, pero de vez en cuando cae algún relato, y tengo la sensación de que se han transformado en realistas.
EliminarA mí si me gustan los relatos, sobre todo cuando son buenos, claro. Y los de este libro lo son. En el libro hay dos más largos, los protagonizados por el joven escritor en Chile, que conforme los leía deseaba que fueran novela porque se me quedaban cortos, pero seguramente tenía que ser así. Yo también tomo nota de este escritor porque puede que nos de alguna alegría en el futuro.
Un abrazo.
Parece un discípulo más que digno de Roberto Bolaño y un autor a descubrir, dos elementos que me ganan como lector. Me ha gustado la variedad de los relatos, que a pesar de todo parecen atravesados por un denominador común con el que creo que voy a congeniar. Si no recuerdo mal, has reseñado a varios autores de Murcia y suelen ser bastante creativos. Tenéis buena materia prima por allí. Le echaré un ojo.
ResponderEliminarUn abrazo.
La huella de Bolaño cada vez se ve más en autores que rondan la cuarentena y comienzan a publicar, como es el caso de Eric Luna. Estoy seguro (esto es una hipótesis que intuyo, aunque más de uno ha reconocido esa deuda) de que hay una nueva generación de escritores nacida de la lectura de "Los detectives salvajes" o "2666". Apuesto a que Eric Luna es uno de ellos.
EliminarEn la Región de Murcia llevamos ya unos cuantos años con mucho movimiento (al parecer todo se debe a un meteorito que cayó en Molina de Segura). Se publica bastante. La editorial Boria o Le Fea Burguesía son algunas de las editoriales que han surgido en este contexto y que están contribuyendo publicando a jóvenes escritores.
Hay buena cantera, como bien dices. Incluso algunos logran dar el salto fichando por editoriales más potentes.
Un abrazo, Gerardo.
Tomo nota de las editoriales que mencionas. Lo del meteorito pensaba que era broma, pero resulta que sí, el mayor de España, jaja. Tenemos mucho que aprender en La Mancha.
EliminarLo del meteorito es verdad, y también que desprendió una extraña radiación ("radioescribidad" la llaman) que sigue en el ambiente y que activa la creatividad literaria. Algunos de los afectados fundaron la Orden del Meteorito. Te dejo este enlace por si te interesa: https://www.abc.es/cultura/libros/20130614/abci-meteorito-poderes-literarios-201306141237.html?ref=https%3A%2F%2Fwww.google.com%2F
EliminarNo me cabe la menor duda de que la radioescribidad llegó hasta Tomelloso y se extendió por La Mancha, aunque yo creo que por allí con la que desprende la Cueva de Montesinos hay más que suficiente por los siglos de los siglos.
Un abrazo.
Me lo llevo, me gusta leer algún relato distópico de vez en cuando. No muy a menudo, realmente me dan miedo por lo reales que son, lo cerca que los tenemos. Pensamos que nunca nos pasará a nosotros cuando quizás ya ha pasado. Un abrazo.
ResponderEliminarEs tremendo cómo cada vez estamos más cerca (si es que no las hemos superado ya) de distopías clásicas como "1984" o "Un mundo feliz". Y, sí, da miedo pensarlo. Yo tampoco suelo leer este género, y eso que hoy en día se publica mucho. En este libro solo hay tres, y bastante verisímiles (aunque en uno una máquina engulla literalmente a los trabajadores). El resto, no lo son. Los de la primera y tercera parte del libro van por otros derroteros que me son más atractivos.
EliminarUn abrazo.