«Vi la primera luz un 3 de abril, en el año del Señor de 1500, al igual que lo hicieron dos, cuatro, seis y nueve años antes mis hermanos, y me bautizaron en la ermita de Santa Olalla con un nombre que ahora no viene al caso. En aquel primer contacto con el agua, elemento que luego marcaría el rumbo de mi vida, dijeron que lloré sin consuelo, y no me extraña; tiempo habrá de contar el porqué».
Así comienza Las páginas del mar, una novela escrita por Sergio Martínez. La descubrí escuchando el documental sonoro, muy recomendable, del programa Documentos RNE titulado La circunnavegación de la Tierra: Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano . Me impresionaron tanto los detalles de aquel descabellado viaje que decidí hacerme con este libro en el que se narra la aventura que llevó al marinero portugués Fernando de Magallanes a intentar cumplir el sueño de Cristóbal Colón de llegar a las Islas Molucas navegando por occidente.
Las Islas Molucas o Islas de las Especias forman un archipiélago de Indonesia en el que los europeos del siglo XVI obtenían especias, como el clavo de olor o la nuez moscada, más preciadas que el oro en aquella época. El control del comercio de esas especias fue el que empujó a muchos a lanzarse a explorar el mundo. Portugueses y españoles se lanzaron a esa carrera, y fueron los primeros los que se hicieron con su control a través de la circunnavegación de África, completada por Vasco de Gama en 1498. Colón lo había intentado años antes navegando por occidente y atravesando el Océano Atlántico, pero se encontró con un continente desconocido por los europeos, aunque el marinero genovés nunca fue consciente de tal descubrimiento y siempre pensó que había arribado a las costas de Cipango descritas por Marco Polo en el sudeste asiático.
Veintisiete años después, en 1519, un marinero portugués llamado Fernando de Magallanes lo quería intentar de nuevo y para eso tenía que encontrar un paso entre el Atlántico y el Mar del Sur descubierto por Vasco Núñez de Balboa al otro lado del Istmo de Panamá en 1513.
El proyecto de Magallanes, al igual que el de Cristóbal Colón fue rechazado por el rey de Portugal que en ese momento ya tenía el comercio de las especias en sus manos a través de la ruta africana. Y del mismo modo que Colón, se dirigió a los reyes de España. En aquel momento un jovencísimo y ambicioso Carlos I hacía poco que había ocupado el trono y vio con buenos ojos el intento de acabar el monopolio portugués del comercio con Las Indias Orientales, de manera que financió la expedición. El objetivo de Magallanes era llegar hasta las Islas Molucas y regresar por la misma ruta, es decir, en su mente no estaba circunnavegar el planeta porque eso implicaba entrar en la zona controlada por los portugueses desde que en 1494 el Papa Alejandro VI estableciera en el Tratado de Tordesillas el reparto de las zonas de navegación y conquista entre España y Portugal. Según los cálculos de Magallanes, el mar que separaba continente americano y el asiático no era demasiado extenso. Fue el primero en comprobar que estaba equivocado.
El 20 de septiembre de 1519 una flota de cinco naves partía del puerto de Sanlúcar de Barrameda rumbo a poniente, siempre detrás del camino del sol. Integraban la flota la Trinidad, al mando del Capitán General, Fernando de Magallanes; la San Antonio, con Juan de Cartagena como comandante; la Concepción, al mando de Gaspar de Quesada; la Victoria, capitaneada por Luis de Mendoza, y la Santiago por Juan Serrano. A bordo, 265 personas de varias nacionalidades, sobre todo españoles y portugueses, pero también flamencos, franceses, griegos e italianos. Entre estos últimos estaba Antonio de Pigafetta quien dejó constancia de aquella increíble aventura en su diario, que en parte se publicó en El primer viaje alrededor del globo y que comienza así:
«El capitán general Fernando de Magallanes había resuelto emprender un largo viaje por el Océano, donde los vientos soplan con furor y donde las tempestades son muy frecuentes. Había resuelto también abrirse un camino que ningún navegante había conocido hasta entonces; pero se guardó bien de dar a conocer este atrevido proyecto temiendo que se procurase disuadirle en vista de los peligros que había de correr, y que le desanimasen las tripulaciones. A los peligros naturalmente inherentes a esta empresa, se unía aún una desventaja para él, y era que los comandantes de las otras cuatro naves, que debían hallarse bajo su mando, eran sus enemigos, por la sencilla razón de que eran españoles y Magallanes portugués».
El 6 de septiembre de 1522, casi tres años después de la partida, tan solo la nao Victoria y 18 de los hombres que embarcaron, regresaron a Sanlúcar de Barrameda al mando de Juan Sebastián Elcano quien había tenido un papel secundario hasta muerte de Magallanes y del resto de los capitanes. Los que no volvieron, murieron de hambre en la dura travesía oceánica o en los enfrentamientos con los indígenas, o desertaron y se quedaron a vivir el aquellos lugares idílicos que habían descubierto. Fue entonces, en las Islas Molucas, cuando le tocó asumir el mando y llevar a cabo la difícil tarea de regresar a España por el camino de los portugueses, es decir, circunnavegando África. Para él fueron todos los honores a su regreso y la figura de Magallanes quedó eclipsada hasta mucho tiempo después.
Esta es le historia que se narra en La páginas del mar. Sergio Martínez es historiador pero se atrevió a novelar semejante aventura. El empeño mereció la pena.
A lo largo de seiscientas páginas Sergio Martínez nos lleva a dar la vuelta al mundo a través de un joven montañés originario de una aldea cántabra de los Picos de Europa cercana a Potes. Una serie de circunstancias le obligan a abandonar su pequeño mundo junto a su hermano y le llevan a embarcarse en la expedición de Magallanes en Sevilla.
El autor va narrando, en primera persona, la infancia y la adolescencia del protagonista en su aldea. Pertenece a una familia campesina de seis hermanos que atraviesa momentos difíciles debido a las malas cosechas y a que uno de los vecinos , don Lope, trata de acaparar las tierras de los habitantes del concejo. El joven tiene curiosidad y logra que Sancho, el maestro del pueblo, le enseñe a leer y a escribir. Es cuando descubre su amor por las letras y por el conocimiento, y es que en esta novela los libros también son protagonistas. Santo Tomás, San Agustín, El Arcipreste de Hita, Jorge Manrique, Don Juan Manuel, Joanot Martorell, o novelas de caballerías, como Amadís de Gaula, aparecen en las manos del joven montañés. Paralelamente descubre el amor en Lucía una chica que comparte su pasión por los libros.
La novela está dividida en 64 capítulos cortos. La historia de su aldea, la de su infancia y adolescencia, la va narrando en los capítulos impares, y la alterna en los pares con lo que le acontece desde que llega a Sevilla junto a su hermano Nicolás huyendo de su pueblo: «Sevilla era la ciudad más animada y caótica que yo había visto jamás. Como un hormiguero en febril actividad, las calles bullían de gente que iba y venía, hablando riendo, mirando, comprando. Cada callejuela atestada desembocaba en otra más repleta aún, y las minúsculas plazuelas no desahogaban la situación, sino todo lo contrario; allí los comerciantes y los tenderos aprovechaban hasta el más mínimo resquicio para instalar los tablones y puestos en los que ofrecer sus mercancías. El olfato se veía golpeado a cada paso. El tufo de los caños de las calles, del sudor de la gente, de las sangre y las tripas de las reses, las aves y los pescados se mezclaba con el aroma de las tortas recién fritas, el azahar y las especias hasta embotar los sentidos» (p.16)
No será hasta el final cuando el autor nos desvele el motivo de esa huida que le va a llevar a embarcarse en la expedición magallánica.
Es este viaje el que el mismo protagonista nos va contando, desde su salida de Sevilla hasta llegar a la costa atlántica del Cono Sur americano en busca del paso hacia Asia. Así, somos testigos del motín fallido contra Magallanes de Juan de Cartagena y Gaspar de Quesada (el primero será desterrado en la Patagonia y el segundo ejecutado. Los demás, unos cuarenta, fueron perdonados por el Capitán General) en el que se verá envuelto el joven montañés cuyo nombre no quiere que conozcamos. Somos testigos del descubrimiento del estrecho y la visión de la tierra del fuego, de la deserción de la San Antonio , de la penosa travesía debido la falta de comida y agua por el Mar del Sur, rebautizado como Océano Pacífico debido al buen tiempo que les acompañó tras los noventa y ocho días que duró su navegación, de la llegada a las Filipinas, del error de cálculo que llevaría a Magallanes a la muerte en su enfrentamiento con los hombres del rey Silapulapu en la Isla de Matán, de la posterior llagada a las Islas Molucas.
«Los hombres de Silapulapu, envalentonados, se nos acercaron en tropel. Sus flechas y sus lanzas ya no nos pretendían ni a mí ni a ninguno de los soldados; todas se dirigían al capitán. Lo cercaron a él y a sus custro mosqueteros, y comenzó la lucha cuerpo a cuerpo. Un isleño se aproximó a Magallanes. Éste trató de sacar su espada para defenderse, pero el hombre se la arrebató y de un sablazo le cortó la pierna izquierda. Los demás se lanzaron contra el capitán y los dos soldados que quedaban vicos. Fue la última vez que los vimos». (p. 387)
Y por último somos testigos el angustioso y terrible viaje de vuelta a través de la ruta africana con Juan Sebastián Elcano al mando de la única nave que había sobrevivido, la Victoria.
La ficción entra en juego cuando el narrador y protagonista conoce a propio Pigafetta, que le presta papel y tinta para escribir. Es ahí, en la nao Victoria cuando el joven montañés comienza a escribir su historia, una historia que lee a sus compañeros de viaje y que leerá el propio Juan Sebastián Elcano justo antes de nombrarlo escribano de lo que acontece desde que él está en el mando, y es que Antonio de Pigafetta, escribano oficial del viaje, y esto es verídico, jamás mencionó a Elcano en su diario debido a que no le perdonó que fuera uno de los participantes en el motín de San Julián junto a Juan de Cartagena contra su idolatrado Magallanes.
De modo que la propia novela la comienza a escribir durante el viaje, pero tan sólo narra hasta que salen del pueblo junto a su hermano Nicolás. Será después de su regreso a España cuando se decida a contar el resto de la aventura.
«Digo que escribía mi historia y así era. No obstante no hay autor que pueda renunciar al goce o la tentación de añadir a todo lo vivido un punto de fantasía. Si en todo lo ficticio hay siempre algo del autor, también en toda historia real hay siempre algo de mentira. Para dar realce y tensión a las situaciones, me deleitaba inventando mundos inexistentes, exagerando la altura de las montañas, ponderando el ímpetu de las aguas desbocadas o remarcando la fiereza de las bestias salvajes. Y los personajes eran todos más bondadosos, más envidiosos, más soberbios o más malvados que en la realidad. Miro ahora las páginas arrugadas y rotas que me sirven de guía y de lazarillo, manchadas de sudor y de sangre y ajadas por el agua de mar, y sonrío. Sonrío ante un don Lope llamado don Fernando, malvado y depravado, capaz de la mayor iniquidad, inmisericorde. Con el tiempo ya no lo recuerdo así y corrijo el manuscrito. Ya no sabría decir cuál de los dos es más cercano a la verdad.» (p. 255)
En la novela hay épica, acción, amor, intriga, aventuras y sobre todo historia. Y está escrita con mucho oficio a pesar de ser un escritor novel, el oficio de quien ha dedicado siete años a escribir este libro.
Cuenta Sergio Martínez en una entrevista que La páginas del mar no es un libro de historia sino un libro de ficción, pero lo cierto que es está muy bien documentado, lo que se puede comprobar en las páginas finales de agradecimientos, donde el autor hace una extensa relación de las fuentes consultadas. Aquí se ve perfectamente que detrás del novelista está el historiador. También señala en esa entrevista que más que un viaje alrededor del mundo es un viaje hacia el interior del protagonista.
Lo cierto es que ha sido un viaje fantástico.
Las páginas del mar, de Sergio Martínez, todo un descubrimiento.
Este viaje ha dado lugar a distintas interpretaciones según si parten del nacionalismo portugués o castellano. Los portugueses ven una expedición liderada por un portugués y la asumen como un triunfo propio, a pesar de que en aquel momento se vio a Magallanes como un traidor por servir a la corona castellana, y fue el mismo Camoes quien lo tildó de ello. Desde el punto de vista castellano se reivindica la figura de Elcano que asume el mando de la expedición tras la muerte de Magallanes, y además se documenta que la expedición fue promovida y pagada por la corona castellana. Es un afilado tema que oscurece la rivalidad castellano-portuguesa que todavía sigue viva. Buena sinopsis de la obra de Sergio Ramírez. Saludos.
ResponderEliminarPerece que seguimos anclados en las riñas nacionalistas de patio de colegio en vez de hacer una interpretación común lo más ajustada a la Historia. Los hechos hablan por si solos. Magallanes era portugués pero encontró en la corona española la financiación que la portuguesa le negó. De hecho, como bien dices, lo vieron como un traidor y le pusieron todas las trabas posibles para que la empresa fracasara. En España tampoco lo tuvo fácil. Aunque contó con el visto bueno de Carlos I (todavía no había conseguido el título de emperador) el resto de los capitanes españoles que le acompañaron también intentaron quitarlo de en medio porque no aceptaban que un plebeyo portugués estuviera al mando. Si Gaspar de Quesada y Juan de Cartagena lo llegan a conseguir se habrían dado la vuelta, el mundo sería otro y hoy no estaríamos hablando de esto. Pero fue la determinación de Magallanes la que hizo que la expedición siguiera adelante. Suyo fue el mérito (acompañado del gran sufrimiento por parte de la tripulación) de haber encontrado el paso y de atravesar el Pacífico hasta las Islas Filipinas. Su intención era regresar por donde había venido, pero con los barcos cargados de especias. Su error, como el de muchos otros fue la soberbia y avaricia, que lo cegó, y encontró la muerte. Ahí entra en juego Elcano, que era el segundo de La Concepción y que tras la ejecución de Gaspar de Quesada y el perdón de Magallanes, ocupó su puesto. El mérito de Elcano fue regresar a España con un solo barco cargado de especias (con las que amortizó la expedición sobradamente) atravesando el Índico y circunnavegando África, que era territorio portugués. Sin él no habría vuelta al mundo. Suyos fueron los laureles a su regreso. Por tanto, creo que es justo reconocer a Magallanes el mérito de haber puesto en marcha la expedición y a Elcano haberla finalizado aunque fuera agónicamente.
EliminarNo estaría mal una conmemoración (de las que tampoco soy muy partidario) conjunta hispano-portuguesa. Al fin y al cabo la vuelta al mundo no se habría realizado sin la participación de cualquiera de los dos. Y así dejar de lado por una vez las mezquindades nacionalistas que no sirven para otra cosa que para resucitar rivalidades que ya deberían guardarse exclusivamente para los partidos de fútbol.
Un abrazo.
Buena idea lo de la celebración conjunta, Juan Carlos, pero difícil de implementar en estos tiempos cerriles. Me encanta la epopeya de Magalles-Elcano, siempre me ha parecido épica y en mis clases no falta ningún año. Este aún menos, con la efemérides.
ResponderEliminarLa relación de Pigafetta es única y un gran ejemplo del nuevo espíritu humanista-renacentista que alumbró el mundo que conocemos. Es una historia que lo tiene todo.
El enfoque del autor que no traes es clásica, pero me gusta, me ha venido enseguida a la mente "El laberinto" de Mujica Laínez, una crónica del s. XVIII contada por uno de los niños que aparecen en el cuadro "El entierro del conde Orgaz" y que repasa temas de nuestra historia como la derrota de la Armada en 1588.
Un abrazo.
"El primer viaje alrededor del globo" de Pigafetta es uno de esos libros de lectura obligatoria. Es "La Odisea" de Homero. Pura épica. Las descripciones de las penurias en la travesía del Pacífico parecen sacadas de una película de Buñuel. Fue una suerte que Pigafetta sobreviviera y regresara a España legándonos ese documento impagable. Lo más llamativo de su relación es que no menciona a Juan Sebastián Elcano. En la novela de Sergio Martínez de especula con que no lo hizo porque Elcano apoyó la rebelión de Gaspar de Quesada contra Magallanes en la Patagonia. Y lo que ficciona el autor es precisamente que Elcano nombra escribiente oficial al protagonista de la novela en sustitución de Pigafetta tras la muerte del capitán portugués. Si tienes tiempo (dura unos cincuenta minutos) te recomiendo el documental sonoro de Documentos RNE que está enlazado en la entrada.
EliminarLo de la conmemoración conjunta no es tan complicado. Si Saramago viviera sería el primero en reivindicarlo, aunque seguramente le harían el mismo caso que a mí.
El libro de Mujica Laínez sobre la Gran Armada no lo conocía así que me lo apunto. Ahora estoy leyendo El libro de Trapiello sobre Cervantes que cuenta con cierto detalle su participación en la Batalla de Lepanto. Al parecer, Lope también formó parte de la Armada Invencible. O eso al menos decía él. Los escritores del XVI tan pronto soltaban un arcabuzazo como escribían una obra maestra. ¡Esos si que eran grandes!
Un abrazo.
Si no recuerdo mal, Lope también tiene su hueco en "El laberinto". Te gustará, seguro. Echaré un vistazo al audio de RNE, buena lectura la de Trapiello.
EliminarInteresante novela. Casualmente, ahora en Santander, tenemos en la bahía una reproducción de la nao Victoria. Es un velero muy grande, pero pensar que dio la vuelta al mundo, pone los pelos de punta porque no deja de ser un palito en medio del océano.
ResponderEliminarNo me suele atraer mucho la novela histórica y menos ambientada mayoritariamente en barcos, pero esta me atrae. Eso de que el narrador cuente su vida y la alterne con el viaje, me gusta.
Un beso.
La nao Victoria fue la única de las cinco que dio la vuelta al mundo. Qué suerte tenerla allí. Debe ser impresionante. Precisamente el autor de la novela es de Santander y al protagonista lo sitúa en la zona de Potes. Puede que hasta te hayas cruzado con él. Es historiador pero la novela tiene mucha calidad. Al parecer estuvo siete años trabajando en ella. Me gustó bastante.
EliminarUn abrazo.
No conocía la novela de Sergio Martínez. Me parece de lo más oportuna su lectura por eso de la efemérides que este 20 de setiembre se cumple. Muchas gracias, tocayo, por reseñarla y dárnosla a conocer. El que hayas completado su lectura con el Diario escrito por Pigafetta es de lo más oportuno.
ResponderEliminarSobre la gesta de Magallanes y la vuelta a España sólo de Juan Sebastián Elcano no te digo nada pues ya lo he hecho en la respuesta tardía que he dado al comentario que me has dejado en mi reseña sobre el libro que Zweig dedicó a Magallanes.
No conocía nada escrito por Sergio Martínez, pero tomo nota de esta novela histórica, género que gozó de mi predilección años atrás aunque últimamente me he alejado algo de él.
Un cordial saludo