miércoles, 17 de abril de 2019

"¡No pasarán!", de Vittorio Giardino.




La historiografía seria siempre ha estado reñida con las explicaciones simplonas. Para la guerra civil española las hay maniqueas y poco rigurosas, y por tanto desechables. He leído unas cuantas interpretaciones sobre el conflicto y, de momento, me quedo con la del historiador Julián Casanova. En su imprescindible Europa contra Europa (1914-1945), escribe:
«Otro británico que dejó su país para luchar con la República, Jason Gurney, escribió en sus memorias sobre la guerra civil, Crusade in Spain, que para él, “y para un buen número de gente como yo [España] se convirtió en el gran símbolo del combate entre democracia y fascismo”.
No era sólo un combate entre fascismo y democracia. Había más, porque dentro de esa guerra en suelo español hubo varias y diferentes contiendas. En primer lugar, un conflicto militar, iniciado cuando el golpe de Estado enterró las soluciones políticas y puso en su lugar las armas. Fue también una guerra de clases, entre diferentes concepciones del orden social, una guerra de religión, entre el catolicismo y el anticlericalismo, una guerra en torno a la idea de la patria y de la nación, y una guerra de ideas, de credos que estaban entonces en pugna en el escenario internacional. Una guerra imposible de reducir a un conflicto entre comunismo o fascismo o entre fascismo y la democracia. En la guerra civil española cristalizaron, en suma, batallas universales entre propietarios y trabajadores, Iglesia y Estado, entre oscurantismo y modernización, dirimidas en un marco internacional desequilibrado por las crisis de las democracias y la irrupción del comunismo y del fascismo. Por eso tanta gente de diferentes países, obreros, intelectuales y escritores, se sintió emocionalmente comprometida con el conflicto» (p.14)
Juan Pablo Fusi apunta  en su Historia mínima de España:
«Por sus características, por sus implicaciones nacionales e internacionales, por el clima moral existente cuando estalló, por el resultado final, la Guerra Civil española, que tuvo profundas connotaciones ideológicas y políticas y cuya causa última—como en el caso de otras guerra civiles— fue la división moral del país, dejó una memoria trágica, el recuerdo de un horror incomprensible y probablemente innecesario e inútil. El historiador Jover Zamora la definiría como una verdadera crisis de civilización. Pensando en España, Orwell le dijo en cierta ocasión a Koestler: “la historia se paró en el 36”» (p.227).

La literatura y el cine son disciplinas que se han ocupado del tema. Hubo una época en que se puso de moda eso de «vaya, otra película sobre la guerra civil», como si el conflicto que dejó la herida más profunda de la España contemporánea no mereciera más atención de la que ya se le había prestado, que era más bien poca y sesgada. Por suerte, creo que lo que pasó de moda es el eslogan y quienes lo compartían. En mi opinión, todavía queda mucho por contar. 
Del cine, me quedo con Las bicicletas son para el verano de Fernando Fernán Gómez,  dirigida por Jaime Chávarri, y con Tierra y libertad de Ken Loach. De la literatura, con La forja de un rebelde de Arturo Barea y con Homenaje a Cataluña de George Orwell.  Y del cómic (sí, también el cómic se ha ocupado de la guerra civil) con ¡No pasarán!, la extraordinaria trilogía del italiano Vittorio Giardino.

Giardino nos muestra las peripecias de Max Fridman, un antiguo espía de los servicios secretos franceses (existen dos aventuras previas, La Puerta de Oriente y Rapsodia Húngara, muy recomendables), cuya acomodada vida burguesa en la ciudad suiza de Ginebra se ve interrumpida por la visita de la esposa de su amigo Guido, con quien dos años atrás combatió en la guerra civil española como voluntario de Las Brigadas Internacionales. Fridman fue herido en Brunete y regresó a Suiza, pero Guido se quedó luchando en España. 

Corre el mes de noviembre de 1938. La decisiva Batalla del Ebro todavía no ha terminado. El gobierno republicano de Negrín decide disolver las Brigadas Internacionales para intentar evitar (en vano) que el bando franquista reciba la ayuda de las potencias fascistas. Los brigadistas van saliendo, excepto los que adquieren la nacionalidad española. En ese contexto, Guido desaparece y Fridman, muy a su pesar, regresa a España para reencontrarse con viejos amigos y enemigos.
Vittorio Giardino se recrea en una Barcelona en la que nadie se fía de nadie. Nada más llegar, Fridman entra en el punto de mira de quintacolumnistas infiltrados, de viejos conocidos del ejército republicano, y de comisarios políticos estalinistas que gestionan la ayuda militar a la República. Es un tipo incómodo al que todos quieren eliminar por un motivo u otro.
En la búsqueda de su amigo se une a un grupo de periodistas extranjeros (entre los que hay una mujer) que cubren el conflicto, y con ellos se interna en el frente del Ebro justo en el momento en el que comienza el contraataque  del ejército de Franco.

¡No pasarán! es una novela gráfica bien narrada y sobre todo muy bien documentada. No es extraño que su autor tardara diez años en concluirla.  Sin embargo, lo mejor son sus extraordinarios dibujos, algunos de los cuales son una verdadera obra de arte.

                                                
















                                                          The Clash  Spanish bombs










8 comentarios:

  1. La guerra civil fue esencialmente una tragedia en el sentido más profundo del término tanto dramatíca como existencialmente. Una tía mía monja de veinte años fue violada y asesinada en una cheka de Madrid. ¿Hubo buenos y malos? ¿Qué hubiera pintado Goya sobre Paracuellos y sobre la plaza de toros de Badajoz, sobre los asesinatos de Lorca y José Antonio, sobre tanta grandeza y miseria en ambos lados? Faltó un Goya para pintar unos nuevos Desastres pero probablemente lo hubieran asesinado unos u otros, de eso no me cabe duda. Entiendo la plurisignificación del conflicto civil español, mucho menor en intensidad que lo que sucedió en Polonia, en Ucrania, Bielorrusia o los Países Bálticos porque fue el prólogo de lo que vendría después. Un fracaso total de todos. La guerra civil fue una tragedia. Los "buenos", los del "no pasarán" hicieron todo lo posible por alentarla, y los otros sacaron su salvajismo y crueldad brutal para aniquilar a los aprendices de brujo que querían una nueva URSS o la encarnación de la anarquía. Los dos hombres enterrados en el suelo dándose garrotazos a muerte es la mejor expresión goyesca del conflicto civil que sigue dando coletazos y en el que se busca de nuevo un nuevo julio de 1936, esta vez para ganar la guerra otros. Siento una profunda pena por la incomprensión de este conflicto a día de hoy. Se vuelve a simplificar todo para volver a comenzar. Hubiera hecho falta un Goya para contarlo. Pero no hubiera sobrevivido. Abrazo.

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    1. Comparto lo que dices de la tragedia, de la brutalidad y el salvajismo de la guerra por parte de ambos bandos, aunque con matices, pues en el bando sublevado fue impuesta desde arriba desde el primer minuto, mientras que en el bando republicano surgió de las propias milicias incontroladas y el gobierno trató de frenarlas. El problema de la guerra, no fue solo la guerra, sino lo que vino después, porque no hubo piedad con lo vencidos, no hubo un "Abrazo de Vergara" que buscara la reconciliación.
      No concibo un nuevo julio del 36 en el siglo XXI. Tampoco creo que nadie lo esté alentando. Esencialmente porque el contexto económico, social, político e internacional no tiene absolutamente nada que ver (si se buscan similitudes, por supuesto que se encuentran) con el de hace ochenta años. Y es ese contexto el que nos explica que estallara aquel conflicto tan brutal. Lo que ocurre es que julio del 36 sigue presente en la memoria colectiva y cualquier crisis nos remite de nuevo a él. Ya estuvo presente durante la Transición, momento en que sí hubo temor a un nuevo conflicto, cuando los representantes y herederos políticos de los dos bandos que se habían "enfrentado a garrotazos con los pies enterrados", volvían a reencontrarse cara a cara. Y supieron solventar el conflicto sin volver a las armas. Nos enseñaron mucho. Unos y otros. Y no hay que olvidar sendas lecciones.
      Un abrazo.

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    2. Los partidos de izquierda, socialistas de Largo Caballero, sindicalistas y comunistas, en el periodo que va desde las confusas elecciones de febrero de 1936 hasta el golpe de julio, alentaron un golpe de estado, querían un golpe de estado del ejército que presumían débil como el de Sanjurjo en 1932, para descabezar al ejército y pasar a superar la república burguesa y democrática que detestaban. Jugaron con fuego y no esperaban un golpe de la magnitud del que fue. Su reacción fue repartir armas a los sindicatos y partidos porque lo que querían era una guerra revolucionaria. No querían una república burguesa, querían una república popular. Así que no es inocente que las sacas de las milicias fueran parte del sistema urdido para hacer la guerra. Se quiere exonerar a la república de los desmanes de las milicias pero estas fueron la esencia de la república hasta que los comunistas se hicieron con todo el gobierno y jugaron la baza ficticia de una república democrática para atraerse apoyos en el mundo occidental, pero no lo consiguieron porque no era una república democrática. Esto lo tenían perfectamente claro los ingleses, los franceses y los norteamericanos. Como guerra romántica fue muy atractiva para movilizar a jóvenes idealistas de todo el mundo, pero la república de 1936 ya no tenía nada de democrática en el sentido que damos a la palabra, sería más bien una Tercera República. Hubo muchas formas de parar el golpe, pero la ineptitud de Niceto Alcalá Zamora, del propio Azaña, y del rechazo de una república en que podían ganar las elecciones las derechas (¡¡¡¡¡¡) hicieron lo imposible para propiciar dicho golpe. Nadie fue inocente. La república había dejado de ser democrática o lo era poco ya. Por otra parte, no olvidemos el intento de golpe de estado de octubre de 1934 contra la propia república burguesa por parte de partidos de izquierda y sindicatos que triunfó en Asturias. Un abrazo.

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    3. Es cierto que socialistas y comunistas querían una república popular. Estaba en su programa de máximos. Pero cuando se hicieron con el poder en febrero del 36 respetaron la legalidad. Ni Azaña, ni Alcalá Zamora eran sospechosos de revolucionarios. La idea de que alentaran un golpe militar para justificar la revolución me parece un poco forzada. ¿Por qué iban a jugar con fuego, si ya tenían el poder y podían descabezar el ejército a su antojo? Lo que sí que está documentado es que el golpe militar estaba planeado incluso antes de las elecciones de febrero. Es evidente que las derechas nunca aceptaron la república burguesa, y tampoco que gobernara la izquierda. De modo que apoyaron el golpe. Y la revolución, entrega de armas incluida, fue la respuesta al golpe, y no al revés.
      No creo que franceses e ingleses se abstuvieran de ayudar a la república porque fuese una república ficticia como señalas. Antes bien, creo que lo que no querían era intervenir en otro conflicto en que pudiera provocar otra guerra contra la Alemania de Hitler (que sí que ayudó a los sublevados). El Pacto de Munich es la prueba. Y los norteamericanos no querían para nada mirar lo que ocurría en Europa. De hecho ni siquiera entraron en la guerra para ayudar a Francia en mayo del 40. Esta cobardía de las potencias democráticas (en Francia gobernaba también el Frente Popular de León Blum, a imagen y semejanza del español) dejaron vía libre a la URSS para intervenir en el gobierno republicano a través del Partido Comunista. Creo que no calibraron lo que se les vendría encima tres años después.
      En fin, creo que es un tema que da para mucho, y siempre es interesante el intercambio de opiniones.
      Un abrazo.

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  2. Creo que sobre la Guerra Civil todo lo que se haga en cine o literatura es necesario, como sobre otros conflictos que ponen en entredicho la humanidad del ser humano.
    Se trata de un conflicto que se tiende a simplificar con el lugar común de que todos eran iguales y todos cometieron barbaridades, etc, pero eso, siendo cierto, requiere muchos matices. Unos dieron un golpe de estado contra la república legal y legítima; unos alentaron la violencia y la barbarie desde el poder, mientras en el otro lado, el poder terminó con esa barbarie en unos meses; podría seguir, pero lo dejaré en puntos suspensivos.
    Comparto contigo el gusto por las mismas películas y novelas.
    Tiene muy buena pinta esa novela gráfica y los dibujos son realmente buenos.
    Un beso.

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    1. Efectivamente, hacen falta muchos matices en la explicación de la Guerra Civil. Creo que hay historiadores rigurosos que están en ello. Por desgracia, poca gente lee a Angel Viñas, a Julián Casanova, a Julio Aróstegui y a muchos otros que comenzaron a estudiar la guerra, y que siguen haciéndolo, de una manera seria en las universidades. Vende más la simplificación y el maniqueísmo.
      Un abrazo.

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  3. Muy interesante, Juan Carlos. La cita describe a la perfección la complejidad de un conflicto cuya causa última fue el fracaso de un golpe de Estado militar. En el contexto de lucha ideológica y violencia política de la época, la intromisión de otros países convirtió en una larga guerra algo que podría haberse resuelto de otra manera. La guerra civil no fue inevitable, con frecuencia se olvida.
    Hace poco pedí una muestra a la editorial Akal, que ha editado una guerra civil contada a los jóvenes. Pretendía ser una respuesta a uno similar de Pérez-Reverte. El resultado es un panfleto, donde el último capítulo estaba dedicado ¡al 15-M! Y es que la guerra civil sigue siendo un campo de batalla ideológico, la mayor parte de lo que se publica tiene ese enfoque sesgado. Y cada lector lee lo que le conviene y coincide con sus convicciones, con lo que el desencuentro es total. Decía Gabriel Celaya, en el 55 o por ahí y está bien recordar estas palabras:

    De cuanto fue nos nutrimos,
    transformándonos crecemos
    y así somos quienes somos golpe a golpe y muerto a muerto.

    El caso es que hace ochenta años que acabó y ahí seguimos. Esa novela gráfica tiene una pinta estupenda, ¿cómo se me ha podido pasar? La última que leí fue "Paseo de los canadienses", sobre el bombardeo de los italianos a la población de Málaga que huía de las tropas franquistas hacia Almería. Es un buen cómic. Y otro que seguro conoces, relacionado con la contienda, "Los surcos del azar", del gran Paco Roca.
    Un abrazo.

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    1. Efectivamente, la guerra civil no fue inevitable. Podríamos hacer historia contrafactual. ¿Qué habría pasado si Franco no hubiese volado en el famoso Dragon Rapide para ponerse al frente de la sublevación en el protectorado marroquí?¿Y si el Gobierno de Giral no hubiese entregado armas a la población civil? En el primer caso, seguramente, el golpe habría fracasado, como ocurrió con el de Sanjurjo en el 32 y la República habría sobrevivido, aunque probablemente hubiese sido invadida por Hitler después de Francia. Porque lo que sí está claro es que los planes de Hitler habrían sido los mismos con o sin guerra en España. En el segundo caso, el golpe habría triunfado como ocurrió en el 23 y probablemente, Franco (o Mola o Sanjurjo) se hubiesen visto obligados a participar al lado de Hitler en la Segunda Guerra Mundial.
      En fin, al final nos tenemos que quedar con lo que ocurrió. Dentro de no mucho la Guerra Civil se estudiará sin pasión, como La Guerra de Independencia, La Guerras Carlistas o la Guerra de los Treinta años. El tiempo lo pone todo en su sitio.
      "El Paseo de los canadienses" no lo he leído. Tomo nota. "Los surcos del azar" sí, y es muy bueno.
      Un abrazo.

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