Los setos de un
parque sirven de refugio a una adolescente de trece años que ha dejado de ir al
instituto. No quiere ir a clase, entre otras cosas porque una compañera la llama cara de pan. Un día se acerca un hombre peculiar y comienza a hablar con
ella. Le habla de pájaros y de una cantante llamada Nina Simone. Se expresa de
una manera extraña, como si fuera de su edad. Poco a poco entablan una
inquietante relación. No intercambian sus nombres reales. Deciden que ella se
llamará Casi, porque casi tiene catorce años, y él se llamará Viejo, a pesar de
que tiene cincuenta y cuatro. Casi y el Viejo son los únicos protagonistas de Cara de pan, de Sara Mesa
«Él nunca le
pregunta por su vida, no la presiona para que cuente nada y se marcha tan
bruscamente como llega, con una mezcla de apuro y vergüenza. Ella agradece esta
discreción, la manera que tiene el Viejo de mantenerse a su nivel y no indagar,
tan impropia de los adultos» (p 28)
A pesar de la
diferencia de edad, Casi y el Viejo son unos inadaptados, «dos pájaros con ala
rota» les llama Carlos Zanón, que huyen de su respectiva realidad. Sienten que no
encajan en la normalidad. Sienten la presión social de la sospecha ante lo que
no se considera normal. Porque no es normal que una adolescente se salte las
clases cada día para ir a un parque. Tampoco que un hombre de esa edad no esté trabajando
y se dedique a pasear por mirando pájaros, y lo que es peor, hablando
con una niña. Ella se las ingenia para que sus padres y el instituto sean
ajenos a lo que ocurre. Él no tiene que ocultarse de nadie.
Casi es el centro
de la novela. Todo lo vemos a través de sus ojos, porque la autora construye un
narrador en tercera persona que no se separa ni un milímetro de su punto de
vista, utilizando de manera magistral el estilo libre indirecto. De este modo
conocemos a Viejo. Primero con cierto reparo, después con más confianza. Lo
conocemos al mismo tiempo que Casi. Además de su amor por los pájaros y por
Nina Simone, se muestran otros elementos de su biografía, siempre a cuentagotas,
como que su padre era también su abuelo, o que estuvo ingresado en un centro
psiquiátrico, lo que de nuevo introduce temor a cerca de sus intenciones. Esta
perturbación está en el centro de la trama. Sin embargo, Casi, en su rebeldía, se
cuestiona los prejuicios que le han inculcado sus padres y sus profesores a
cerca de los desconocidos. ¿Por qué ha de tener malas intenciones este hombre
que viene cada día a verla?, se pregunta. ¿Por qué no puede ser normal que
simplemente Viejo quiera ser su amigo, sin más?. Pero el lector no lo tiene tan
claro, y ella en el fondo tampoco. Y desconfía del Viejo porque no es normal lo
que está ocurriendo. No es normal que esta pareja se vea cada día en ese parque.
«Los hombres no
pueden ser amigos de las niñas, le han dicho siempre, y aún más: es imposible
que un viejo se haga amigo de una niña. El viejo engaña. Tiene intenciones
ocultas, intenciones sucias. Esto es lo natural, no lo contrario, y lo que se
diga de este viejo en minúscula es también aplicable al Viejo en mayúscula, al
Viejo concreto, a su Viejo» (p. 95)
La novela nos
habla de la dificultad de crecer, de la dificultad de Casi para adaptarse al
mundo de los adultos, de sus complejos. Hay mucho conflicto en ese tránsito. Ha
dejado de ser niña pero todavía no es adulta. Y él es un adulto que en cierto
modo se comporta como un niño. Están en un límite que los une, «un Limbo No
Adulto» le llama Zanón.
«Nunca tendrá
novio, ni se casará, ni tendrá hijos, nunca todo eso que se espera que una haga
para que al final se rían de ti. Todo el mundo se ríe de las hermanas, de las
esposas y de las madres, o inulta a través de ellas. Pero Casi no será nunca
ninguna de esas cosas» (p.92)
Casi lo anota todo
en un diario. Pero no escribe la verdad, sino que fabula sus encuentros con
Viejo. Descarga toda la imaginación en el diario, lo que tendrá consecuencias
sobre la historia. Porque Casi inventa lo que debería ocurrir y no ocurre, es
decir, fabula con el concepto de normalidad que le han inculcado. El diario
será clave en la resolución de la trama.
La novela se
estructura en dos capítulos, el primero titulado en El parque, que es el más largo. En él se encuentra el nudo de la
historia. El segundo se titula La
cafetería, más corto, en el que aparece el desenlace. Los espacios son
importantes en la novela. El parque como espacio abierto simboliza la libertad,
el lugar en el que se refugian dos personajes que huyen, símbolo reforzado por
los pájaros que están presentes a través del Viejo. «Para Casi sería raro ver
al Viejo fuera de los setos, verlo dentro del mundo del que ella está tratando
de escapar» (p.62) En contraposición está el segundo espacio, la cafetería, lugar cerrado, símbolo de civilización, de normas,
de convenciones y de prejuicios.
«Estos pájaros
(sin patas), continúa el Viejo, lo hacen todo en el aire, pasan sus vidas
completas allá arriba, comen y duermen en el cielo, ¡y solo bajan a la tierra
para morir! Me gustaría vivir así, murmura Casi. El Viejo sonríe. A él también,
hay muchísima gente que sueña con ser como esos pájaros, volar y volar siempre
sin tener que mancharse de tierra. Nunca corromperse, añade pensativo» (p.71).
Comencé a leer Cara de pan a las cuatro de la tarde. A
las nueve había terminado la novela. Atrapado por la tensión oscilante de sus
ciento treinta y siete páginas, no despegué la mirada del libro ni un instante.
Sara Mesa, un gran
descubrimiento que debo a mi sobrina Paula y a su madre Lola que me regalaron
el libro por mi cumpleaños. La elección no pudo ser mejor.
Ni ge leído nada de Sara Mesa, pero sí he leído reseñas que la recomiendan.
ResponderEliminarEsta tuya me parece estupenda. Creo que pronto me acercaré a esta autora y su obra.
Veo wue haces dos referencias a Carlos Zanón ¿ha escrito el prólogo?
Un beso.
Zanón ha escrito una reseña en El País sobre la novela. Está enlazada y merece la pena leerla. Por supuesto también la novela de Sara Mesa. Ha sido un gran descubrimiento.
EliminarUn abrazo.
La leí estas navidades y me gustó, no tuvo reseña por cuestiones de agenda, jaja. Me sirve la tuya. Tu familia acertó de pleno con el regalo, Sara Mesa tiene algo único y diferente. A día de hoy, es de mis favoritas. Me pareció, como dices, una novela muy bien escrita y absorbente. Juega muy bien con la ocultación y los prejuicios del lector. Es valiente, pero no temeraria. Es decir, bordea lo políticamente incorrecto sin mancharse, sin hundirse. Habilidad pura para inquietar, perturbar, pero sin molestar ni generar polémica. No parece fácil en este mundo nuestro donde es tan fácil ofender.
ResponderEliminarA pasar buen finde! Si el día está radiante en la llanura, no me imagino en la vega murciana.
Es cierto, tiene uña habilidad impresionante para caminar por el filo. Me he gustado mucho así que seguiré con “Cicatriz”.
EliminarHa hecho un finde típico del mes de julio. Así se las gasta el tiempo por estos lares.
Un abrazo.
Discúlpame pero solo he leído el primer párrafo porque tengo intención de leer esta novela en cuanto pueda. No he querido enterarme demasiado del asunto. Leí de Sara Mesa, Cicatriz, y me gustó bastante. Desconfío de la nueva generación de novelistas al hilo del feminismo, pero esta escritora me convenció. Leeré tu crítica cuando la haya leído.
ResponderEliminarPues yo voy a recorrer el camino contrario. Y leeré “Cicatriz” .
EliminarAyer mismo publicó Javier Marías un artículo en EPS muy interesante sobre literatura y feminismo.
Yo intento leer buena literatura, al margen del género. Y creo que Sara Mesa está en este grupo.
Un abrazo.