"Para ser un hombre de su edad, cincuenta y dos años y divorciado, a su juicio ha resuelto bastante bien el problema del sexo. Los jueves por la tarde coge el coche y va hasta Green Point. A las dos en punto toca el timbre de la puerta de Windsor Mansions, da su nombre y entra. En la puerta del numero 113 le está esperando Soraya. Pasa directamente hasta el dormitorio, que huele de manera agradable y está tenuemente iluminado, y allí se desnuda. Soraya sale del cuarto de baño, deja caer su bata y se desliza en la cama a su lado"
Así comienza Desgracia, publicada
en 1999, una de las novelas más
conocidas de J.M. Coetzee. Es novela que se integra dentro de la lógica de
una sociedad, la sudafricana, que vivió un trascendental cambio en los años 90:
el final de la segregación racial impuesta durante décadas por el régimen del apartheid. Un final complejo por lo novedoso.
Sin revancha. Un final protagonizado por uno de los grandes hombres del siglo
XX: Nelson Mandela. Y por una parte
de la sociedad sudafricana, la población negra, dispuesta a perdonar los
desmanes de los blancos que han controlado el país durante el último siglo.
Dispuesta a pasar página. Pero no fue fácil. Esa complejidad es la que el
premio Nobel sudafricano nos muestra en esta novela.
El protagonista es David Laurie. Tiene cincuenta y dos años.
Blanco. Clase media acomodada. Profesor de literatura en la Universidad de El
Cabo. Está divorciado y vive solo. Todas las semanas visita a una mujer que vive
de la prostitución. Se siente feliz. Hasta que un día se cruza a esa mujer por
la calle. Va con sus hijos de la mano. Será el final de los encuentros porque
la ha visto en su otra vida. En una vida que nunca se le había pasado por la
cabeza que pudiera tener. Días después, David se encuentra con una alumna y
trata de seducirla. Finalmente lo consigue pero ella lo denuncia por acoso. Él acepta la
sentencia sin defenderse. Sabe que ha utilizado su posición de poder para
llevársela a la cama. Pero su soberbia le impide disculparse. Es despedido de la
universidad. Ha entrado en desgracia. Comienza entonces un viaje hacia ninguna
parte. Visita a su hija Lucy, que vive en una granja y tiene un puesto en el
mercado. Su hija vive en un mundo ajeno al de David, ajeno a la ciudad,
a la cultura, a la segregación racial. La hija es contrapunto del padre. En su
forma de vivir y de pensar.
Desgracia es una alegoría del final del apartheid en Sudáfrica. Dos generaciones, la del padre y la hija,
David y Lucy, que han de enfrentarse a lo que ocurre desde mundos muy distintos. David simboliza al
hombre blanco que ha controlado el país de manera injusta y paternalista. Pero la
Sudáfrica post-apartheid ha de ser otra. La de un cambio de roles, la de la
caída del poder del hombre blanco, la caída de David en desgracia y la
necesidad de adaptarse a esa nueva situación, representada en su hija Lucy. El
hombre blanco ha de pagar por las injusticias cometidas en
Sudáfrica que han sido muchas. El pago será la violación por parte de un grupo
de negros de su hija. En la reacción de David y de Lucy está el conflicto de la novela.
Ya no lo hacen de la misma manera que antes. Lucy carga con el fardo de las injusticias cometidas por los
blancos. Hijos que cargan con la culpa de los padres, que expían sus pecados. David no comprende a su hija. Su mentalidad es otra. Y en su manera de afrontar la desgracia está
el trasfondo de esta magnífica historia.
J.M. Coetzee tiene una prosa directa, muy personal, sin adjetivos, con pocas digresiones. En Desgracia, muestra, recorta, llega al lector con la velocidad de un rayo.
Luminosa y desconcertante, como dice Javier Marías. Imprescindible.
De Coetze leí una novela suya anterior, "La edad de hierro", en la que plantea cuestiones similares. Al menos en el contexto. Es una historia muy dura, con un fuerte simbolismo y veo que esta sigue por los mismos derroteros. Así que nada, anoto tu recomendación.
ResponderEliminarDisfruta del puente.
Un abrazo.
Coetzee me gusta a pesar de la dureza de sus historias. Hay escritores que tienen una forma de narrar que atrapan, independientemente del tema de sus novelas. Y con Coetzee me pasa.
EliminarBuen puente también para ti.
Un abrazo.