lunes, 20 de marzo de 2017

"La soledad era esto", de Juan José Millás



La soledad era esto es la segunda de las novelas que conforman la Trilogía de la soledad. Con ella,  Juan José Millás ganó el Premio Nadal en el año 1990. Es una novela corta que se lee de una sentada, de esas que no te dejan levantar la mirada de sus páginas hasta que llegas al final, porque La soledad era esto es una novela corta, pero muy intensa. 
Comienza así:
«Elena estaba depilándose las piernas en el cuarto de baño cuando sonó el teléfono y le comunicaron que su madre acababa de morir. Miró el reloj instintivamente y procuró retener la hora en la cabeza; las seis y media de la tarde. Aunque los días habían comenzado a alargar, era casi de noche por efecto de unas nubes que desde el mediodía se habían ido colocando sobre el techo de la ciudad. La mejor hora de la tarde para irse de este mundo, pensó cogida al teléfono mientras escuchaba a su marido que, desde el otro lado de la línea, intentaba resultar eficaz y cariñoso al mismo tiempo».

Elena, de cuarenta y tres años, casada con Enrique y con una hija de veintidós, ya emancipada, se enfrenta a la muerte de su madre Mercedes con frialdad. Para Elena, su madre estaba muerta desde hacía mucho tiempo.  Días después del entierro, regresa a la casa familiar junto a sus hermanas para repartirse sus pertenencias. Entre esas pertenencias encuentra un diario que su madre escribió en sus horas de soledad. Su lectura la deja impresionada porque es como si comenzara a conocerla de nuevo. Al mismo tiempo decide contratar de manera anónima a un detective para que siga a su marido porque sospecha que le es infiel. El detective le envía informes confirmando sus sospechas, pero Elena continúa con su vida como si nada ocurriera. Decide seguir pagando al detective, que sigue sin saber para quien realiza el trabajo, para que continúe siguiéndolo y enviándole esos informes periódicos. Los recibe y observa que la mirada del detective se centra en ella cada vez más, de manera que ella se convierte en objeto de la investigación. Se ve a sí misma desde el exterior, desde un tercero ajeno a su vida. Es cuando comienza a ser consciente de su infelicidad y de que no quiere formar parte de esa vida. Enrique y ella se conocieron cuando eran dos jóvenes idealistas de izquierdas, pero su vidas fueron cambiando conforme Enrique se iba convirtiendo en un próspero hombre de negocios, en un cínico capaz de leer La metamorfosis de Franz Kafka, no desde el lado se la víctima, sino desde el otro lado, desde el punto de vista de los padres del insecto, de su jefe, de su hermana. Cuando Elena le pregunta por qué ha leído de nuevo ese libro, que para ella es tan importante, él responde: «Estuvimos en la oficina haciendo un proyecto de remodelación de un barrio periférico para el Ministerio de la Vivienda y cuando fui allí y vi las condiciones de vida de la gente me acordé de la lucha de clases y todo eso. Esa noche, después de fumarme un canuto, comprendí que en otro tiempo, siempre que hablábamos de la lucha de clases lo hacíamos desde el punto de vista de los perdedores. Sin embargo, yo personalmente, había ido ganando esa lucha en los últimos años, pero todavía hablaba como si viviera en un barrio periférico. Entonces decidí reconvertirme». En ese momento deja de reconocer a su marido.

Es precisamente este libro, La metamorfosis de Kafka, es el que da sentido a la novela. 
La obra se divide en dos partes y en ella encontramos hasta cuatro voces diferentes. Una voz en tercera persona que, en la primera parte de la novela, nos introduce en la angustiosa vida de Elena, con cuya madre no se hablaba y con cuya hija no tiene una buena relación. Una segunda voz es la del diario de la madre en el que describe su vida siempre al acecho de la enfermedad. La tercera es la de la propia Elena que comienza a escribir un diario igual que hiciera su madre, que se convierte en la segunda parte de la novela. Y por último, los informes del detective que analiza y retrata la vida de Elena y de su familia desde fuera. Ésta última visión será fundamental para su transformación.
  «Decidió irse a la cama y leer hasta que las palabras atraparan el sueño. Una vez acostada tuvo un recuerdo, igualmente gratuito para Gregor Samsa, a quien tanto había amado en otro tiempo, y pensó que durante los últimos años también ella había sido un raro insecto que, al contrario del de Kafka, comenzaba a recuperar su antigua imagen antes de morir, antes de que otros la mataran. El pensamiento consiguió excitarla, pues intuyó que si conseguía regresar de esa metamorfosis las cosas serían diferentes, pues habría salido de ella dotada de una fortaleza especial, de una sabiduría con la que quizá podría enfrentarse sin temor a los mecanismos del mundo o a quienes manejaban en beneficio propio, y contra ella tales mecanismos».
Aquí está la clave de la novela. Elena es un insecto y sus puntos de referencia, que son su marido, su hija o sus hermanos, la han dejado de lado. Sin embargo, gracias a la lectura de los diarios de su madre y al retrato de los informes del detective, intentará salir de ese mundo de Gregor Samsa, que es la soledad, para intentar rehacer su vida.

Juan José Millás, sin duda, uno de los grandes.


2 comentarios:

  1. Tiene muy buena pinta, me parece sugerente el paralelismo con "La metamorfosis" y que la novela esté construída a partir de varias voces narrativas. De Millas tan solo he leído "La visión del ahogado", que creo es de sus primeros libros. Me lo anoto para mi próxima visita a la biblioteca, seguro que lo tienen.
    Saludos.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No he leído "La visión del ahogado", pero creo que fue el primer libro con el que destacó porque lo menciona en esa especie de autobiografía titulada "El mundo" con la que se llevó el Planeta. Es otro libro estupendo.
      No soy muy fiel con Juan José Millas (me refiero a sus novelas, porque su columna de El País Semanal no me la suelo perder) pero algunos de sus libros, como "La soledad era esto" o "Dos mujeres en Praga", me han gustado bastante.
      Un abrazo

      Eliminar