Llevaba varios meses
detrás de esta novela, concretamente desde que escuché a Julia Montejo en una entrevista radiofónica en la que hablaba de uno
de los acontecimientos que se narran y del proceso de documentación del mismo. Se
me quedó grabado porque lo desconocía por completo. Se trata de la matanza de un
grupo de balleneros vascos en tierras de Islandia a principios del siglo XVII.
Poco
después, el azar quiso que escuchara un estupendo documental sonoro de Documentos RNE sobre los balleneros vascos en el que se
abordaba la importancia socioeconómica de esta actividad desde la Edad
Media hasta el siglo XVII. Me dio el último empujón la reseña que leí en el
blog La lluvia literaria, así que fui a la librería a comprar Lo que tengo que contarte y me puse
manos a la obra con la lectura.
La novela tiene ritmo y la leí en un par de tardes. En ella encontré luces y alguna que otra sombra, con momentos en que me pareció consistente y otros, los menos, en los que tuve la sensación de que flaqueaba. En una ocasión a punto estuve de naufragar pero la cosa no pasó a mayores y finalmente llegué a buen puerto. Y contento de haber llegado porque una vez allí fui consciente de que había disfrutado del viaje.
La mejor manera de
terminar una novela es en la primera página de la segunda vuelta. Si me ha gustado la lectura no cierro el libro
cuando llego al final, sino que regreso al principio porque sé que en el íncipit me voy a reencontrar con muchas
de las claves de la historia. Eso es lo que me ocurrió con este
libro, que me gustó y regresé a la primera página, y efectivamente, ahí estaban ya marcados los temas centrales de la novela: la
búsqueda de la felicidad, la memoria, el inconformismo, la locura o el amor.
Lo que tengo que contarte de Julia Montejo comienza así:
«Amalia no estaba cuerda. O eso decían. Pero ella
solo se sentía atrapada, confinada en una estrecha realidad de muros
imponentes. Eso no significaba que estuviera loca, se repetía una y otra vez
cuando las voces en su interior le exigían seguir buscando, no conformarse con
la mediocridad a la que parecemos abocados en esa carrera perdida contra la
vida. Para ella, los locos eran los demás, aquellos que se malograban con
parejas que no amaban, con trabajos que aborrecían, con amigos que no lo eran.
También los que proclamaban las bondades de la soltería y los que insistían
hasta la saciedad en que una mujer o un hombre no necesitan a otra persona a su
lado para ser felices. Patrañas. Amalia sabía que para creer en la felicidad
tenías que sentirte completo, y que el verdadero amor no nacía de un encuentro
sino de un reencuentro. Estaba escrito en su memoria. Hacía muchos años que
ella había elegido su manera de vivir, o mejor dicho, de buscar».
Asier vive en Donosti, ronda los treinta años y es un escritor que no escribe porque no tiene una historia que contar. Un día ve a una mujer que se adentra en el mar cerca del Peine del Viento de Chillida y piensa que va a suicidarse. Es ahí cuando conoce a Amaia Mendaro, una chica muy especial que comienza a contarle una historia sobre los recuerdos que tiene de una vida pasada, una vida que vivió a principios del siglo XVII cuando se llamaba Amalur Mendaro. Asier, en principio duda, pero finalmente comienza a escribir esa historia al tiempo que se va enamorando de ella. Poco después descubre que está en tratamiento psiquiátrico desde la muerte de sus padres y de su hermana en un accidente de avioneta. Escribir esa historia se va a convertir en su máximo objetivo y en la tabla de salvación de Amaia.
Julia Montejo, construye
la novela utilizando frases cortas para que el lector no se detenga en ningún momento,
y la estructura en 78 capítulos, también cortos, en los que alterna, con un
narrador omnisciente, la relación entre Asier y Amaia, con el relato que el
propio Asier va escribiendo en primera persona sobre las aventuras de Amalur
Mendaro en el año 1615.
Poco a poco es el viaje de
Amalur el que se va imponiendo en la narración, de manera que conocemos la vida
de esta mujer joven que vive con su padre y sus hermanos en una aldea de los
montes vascos. Tras ser violada por su prometido, con el que no quiere casarse,
decide abandonarlo todo para huir lejos en busca de una nueva vida. Su fiel
amigo Íñigo la acompañará en su
huida. Ambos llegan a la costa y consiguen embarcarse en un ballenero que se dirige
a las costas de Islandia para lo que Amalur habrá de hacerse pasar por hombre.
Y así, disfrazada de grumete, tendrá de superar un sinfín de dificultades para
que no la descubran. Hasta que el ballenero llega a Islandia donde, lo que
comienza con buenas perspectivas para los balleneros vascos, terminará en desastre tras la orden de un
magistrado islandés llamado Ari Magnusson que llevará al asesinato de treinta y
dos de los tripulantes de la embarcación. Amalur Mendaro jugará entonces un papel fundamental.
En esta novela Julia
Montejo rescata a personajes que fueron protagonistas del suceso como Pedro de Aguirre, Esteban de Tellaría o Ari
Magnusson y los coloca en torno a la
historia de Amalur Mendaro, la historia de cómo una mujer valiente es capaz de
sobrevivir en un mundo de hombres rudos, capaces de cazar ballenas a cuarenta
bajo cero.
Aunque no soy dado a
meterme en camisas de once varas, y menos aún a enmendar la plana a nadie, voy
a hacer una excepción con el joven Asier. Y es que, cuando narra la llegada de Amalur
Mendaro y su inseparable Íñigo al puerto para intentar embarcarse, escribe:
«Oímos un altercado entre el armador y un
uniformado de la Corona. El hombre se queja de que el año pasado le embargaron
la nave. Su embarcación está lista para partir. Le suplica que acuda a otros o
que espere a septiembre, cuando hayan regresado. Desde el desastre de Trafalgar,
cada vez que el monarca entra en guerra, echa mano de sus barcos. Están
hartos».
La crítica de los abusos
de la corona está más que justificada, pero, cuando llegan al puerto, corre el
año 1615, y el desastre de Trafalgar ocurriría ciento noventa años después.
Imagino que Asier quería referirse a la derrota de la Armada Invencible ocurrida veintisiete años atrás, pero, en fin, un pequeño lapsus como éste lo tiene cualquiera,
y más aún cuando se escribe enamorado como le ocurre a él. Al fin y al cabo, en
ambas batallas el resultado fue similar y la flota española salió mal parada. Quiero
pensar que Amaia, Licenciada en Historia y Literatura, será quien haga la
corrección oportuna cuando lea el borrador de lo que su querido Asier ha
escrito.
¡Hola!
ResponderEliminarSoy nueva por tu blog^^
Me encantaría leer este libro!!
Besitos
Hola Sandry,bienvenida al blog. Pasé un buen rato con la lectura de esta novela y espero que te suceda lo mismo.
EliminarUn abrazo!