1 de septiembre de 1939. El ejército alemán invade Polonia. Comienza
la Segunda Guerra Mundial. En octubre, Italo
Calvino cumplirá los dieciséis años. Vive con sus padres en la ciudad
italiana de San Remo. Trata de continuar con sus estudios a pesar de la guerra
y se traslada a Turín. Pero en 1943, los aliados desembarcan en Sicilia y
pronto controlan el sur de Italia. Mussolini
es derrocado tras un golpe palaciego y Hitler
decide ocupar el norte de Italia y reponer de nuevo a su amigo en el poder. Se
crea la llamada República Social
Italiana, un gobierno títere en manos de Hitler. Es éste gobierno el que llama
a filas al joven Italo Calvino, quien no duda en desertar junto a su
hermano. Su salida es unirse a las Brigadas
Partisanas Garibaldi ligadas al Partido Comunista, un grupo de resistencia
antifascista en la Italia ocupada por los nazis. En las ciudades ocupadas
comienzan a surgir núcleos partisanos formados por pocas personas cuyo objetivo
es llevar a cabo acciones de sabotaje contra los alemanes y contra los fascistas.
Son los GAP, los Grupos de Acción
Patriótica. De manera que durante dos años Italo Calvino es un joven
partisano que empuña las armas contra el fascismo.
Italo Calvino tenía veintidós años cuando Italia fue
liberada. Había vivido la experiencia de la guerra y quería ser escritor, de
manera que se matriculó en Letras en la Universidad de Turín y entró en
contacto con Césare Pavese. Lo primero que salió de su pluma fue “El
sendero de los nidos de araña”. Se publicó en 1947. Señala Italo Calvino en
el prefacio que escribió para la novela en 1964: “El haber salido de una experiencia (guerra, guerra civil) que no había perdonado a nadie, establecía una
comunicación entre el escritor y su público: nos encontrábamos cara a cara,
cargados por igual de historias que contar; todos habíamos vivido la nuestra,
todos habíamos vivido vidas irregulares, dramáticas, de aventuras, nos
arrebatábamos la palabra de la boca. Al principio la renacida libertad de
hablar fue para la gente furia que contar: en los trenes que volvían a
circular, atestados de pasajeros y paquetes de harina y bidones de aceite, cada
uno contaba a los desconocidos las vicisitudes que había atravesado, y lo mismo
cada parroquiano en las mesas de las tabernas populares, cada mujer en las
colas de las tiendas: la grisalla de la vida cotidiana parecía algo de otros tiempos.
Nos movíamos en un multicolor universo de historia”.
Y sin embargo, “El
sendero de los nidos de araña” no es una novela autobiográfica, aunque muchas
situaciones estén sacadas de su experiencia vital como partisano. Italo Calvino
quería mostrar la dureza de la guerra partisana de manera objetiva. Afirma que
quería hacer una simbiosis entre “Por quién
doblan las campanas” de Hemingway y
“La isla del tesoro” de Stevenson. Y para eso creó a un niño de
un barrio pobre de una ciudad italiana ocupada por los alemanes, a través del
cual nos muestra ese episodio con mucha crudeza. Yo creo que le salió un Lazarillo de Tormes rodeado de barbarie.
El niño (no sabemos su edad pero debe rondar los ocho o
nueve años) se llama Pin y la vida le obliga a rodearse de adultos. Es huérfano
y vive con su hermana que ejerce la prostitución. Es un pícaro que se las sabe
todas. “Pin no conoce bien la diferencia
entre cuando hay guerra y cuando no la hay. Desde que nació le parece haber
oído siempre hablar de la guerra, sólo los bombardeos y el toque de queda
vinieron después”. Ha aprendido de los adultos en las calles del barrio y
en la taberna, sin embargo no entiende el mundo de los adultos: “Pin sube por el carrugio (callejuela en
gradas de los barrios pobres de las ciudades litorales del Golfo de Génova), casi oscuro ya; se siente solo y perdido
en esa historia de sangre y cuerpos desnudos que es la vida de los hombres”.
Este es el final del primer capítulo. Regresa a casa después de escuchar a los
hombres en la taberna hablar de la guerra. Pin no entiende de política. Solo
quiere ganarse la admiración de alguien, salir del desamparo, de la profunda
soledad que lo rodea. Esto le lleva a robarle la pistola a un oficial alemán
mientras está en el cuarto con su hermana para llevársela a un partisano del
GAP. Pin sabe que los alemanes lo van a descubrir así que la esconde en un
lugar de las afueras que sólo él conoce, el lugar donde anidan las arañas. Es
el único sitio en el que Pin se encuentra a salvo. Es su lugar mágico. Cuando
regresa a la ciudad lo atrapan, lo maltratan y lo encarcelan junto a otros
presos políticos. Allí conoce a uno de los héroes partisanos, Lobo Rojo, con
quien consigue escapar de la cárcel. Solo le queda una salida: unirse a los
partisanos. Tras la huída llega al monte y se queda con una de las partidas de
guerrilleros, un grupo muy especial formado
por el lumpen, es decir, pobres poco ideologizados que sin embargo luchan
contra el fascismo. Giacinto, uno de
los comisarios se dirige al grupo:”El
comunismo es que entres en una casa donde estén tomando sopa y te den sopa,
aunque seas estañador, y si se come pan dulce en Navidad, te den pan dulce. Eso
es el comunismo. Por ejemplo, aquí estamos todos llenos de piojos, tantos que
mientras dormimos nos movemos porque los piojos nos arrastran. Y yo fui al
comando de brigada y vi que tenían polvo insecticida. Entonces dije: bonitos
comunistas sois, de esto no nos mandáis al destacamento. Y ellos dijeron que
nos mandarían polvo insecticida. Eso es comunismo. Los hombres lo han escuchado
atentamente y aprueban: esas son la palabras que todos entienden bien”. Kim, el otro comisario es el
contrapunto, es quien introduce el discurso ideológico, pero la hace en
privado, a sabiendas de que nadie le va a entender. Es el único idealista.
Piensa “Tal vez no haga cosas
importantes, pero la historia está hecha de pequeños gestos anónimos, tal vez
mañana moriré, quizás antes que ese alemán, pero todo lo que haga antes de
morir y mi muerte misma serán trocitos de historia, y todo lo que pienso ahora
influirá en mi historia de mañana, en la historia de mañana del género humano”.
En el grupo todos son
desgraciados y Pin encuentra un hueco entre ellos, con su descaro, sus chascarrillos,
sus bromas y sus canciones. El Zurdo, el
Trucha, el Primo, al Marqués, el Duque, Giglia, Piel, Zena el largo apodado
Gorra-de-Madera . Todos deformados por el autor. No quiere héroes. No hay
heroísmo en la guerra, ni siquiera en la lucha antifascista. Babeuf, fundador de comunismo primitivo,
es el nombre del halcón del cocinero.
Todo lo vemos a través
de un narrador omnisciente que nunca se separa de Pin. Pin nunca empuña las
armas, así que nunca contemplamos la batalla. Siempre en la retaguardia junto
al Zurdo y a su esposa Giglia esperando a que regresen. La tensión va creciendo
entre los guerrilleros. Y Giglia, se convierte en la excusa para que la tensión
estalle. Ese es el argumento, la relación que hay entre ellos y cómo sobreviven
en medio de las penalidades de la guerra, a la espera de que en cualquier
momento lleguen los alemanes y acaben con todos. “El sueño de los resistentes son raros y cortos, sueños nacidos en la
noche de hambre, ligados a la historia de la comida siempre escasa y que hay que
compartir entre muchos: sueños de trozos de pan mordidos y luego guardados en
un cajón. Los perros vagabundos han de tener sueños parecidos, de huesos roídos y
escondidos bajo la tierra”.
Es una novela de personajes, de jergas, de paisajes, de
situaciones y de denuncia social. Una novela realista, sin concesiones, que forma parte de esa
corriente literaria y cinematográfica, el Neorrealismo, que se desarrolló en Italia tras la Segunda Guerra
Mundial en oposición al historicismo maniqueo y simplón con final feliz impuesto
por el fascismo desde la subida de Mussolini al poder en el año 1922. En esta
novela no hay héroe sino antihéroe. Y por supuesto no hay un happy end como el que la censura
franquista añadió al “Ladrón de
bicicletas” de Vittorio De Sica.
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