Antonio Muñoz Molina es uno de los imprescindibles. Lo sé desde hace muchísimo tiempo. Compañeros y amigos con criterio lector me hablan de lo que disfrutan leyéndolo. «En estos momentos no hay nadie que escriba como él. Se llevará el Nobel», dicen. Puede que tengan razón. Ojalá. La mayoría de críticas que he leído van por ahí. Lo sé desde hace muchísimo tiempo. Muñoz Molina es un grande que hay que leer. Y por eso llevo muchos años comprando sus libros. Pero hay una pega. Todavía no los he leído. Con una excepción: Sefarad. Lo leí hace años. No es una novela. Es más bien un libro que en el que se mezcla historia y memoria. Me encantó. Seguía comprando libros de Muñoz Molina y los colocaba en su lugar correspondiente de mi libroteca. Ahí se quedaban. Trato de entender por qué no leía a Muñoz Molina a pesar de comprar sus libros. Lo pienso y creo que lo que me frenaba era ese tono nostálgico de su escritura. La nostalgia es un sentimiento que me molesta como un resfriado, que trato de quitarme de encima en cuanto lo intuyo cerca. Tal vez sea eso. Tal vez sea la excusa para no leer a un genio. Me suele pasar.
Pero son tiempos para la nostalgia, me digo, encerrado en casa, viendo llover un día sí y otro también. Ya no tengo excusa. De modo que comienzo a leer a Antonio Muñoz Molina. Elijo su segunda novela: El invierno en Lisboa, publicada en 1987. En las primeras líneas ya aparece ese tono, pero trato de centrarme en lo bien que escribe, en sus continuas comparaciones, en la música de la novela. Y lo logro. Leo del tirón más de 50 páginas. Ya no hay marcha atrás. Atrapado.
Muñoz Molina crea un personaje innominado que nos va narrando la historia de su amigo Santiago Biralbo, un pianista de jazz con el que se reencuentra en Madrid después de tres años. Este narrador es testigo de algunos hechos, pero no de todos. El resto se lo cuenta el propio Santiago Biralbo, reconvertido en Giacommo Dolphin, en ese reencuentro en Madrid.
A pesar del título, la mayor parte de la novela se desarrolla en San Sebastián, sobre todo en el Lady Bird, un pub en el que el protagonista toca el piano por las noches junto al gran trompetista Billy Swann. El Lady Bird pertenece a un personaje llamado Floro Bloom, que hace las veces de padre protector del grupo, al que también pertenece por derecho propio el asiduo narrador, que cada noche se tomas las copas escuchando a la banda de jazz. En este ambiente neoyorkino tiene lugar la historia. Como tantas veces, el amor va a provocar el conflicto. Cual Helena de Troya, aparece en escena la bella Lucrecia. Desde la primera mirada en el Lady Bird, ella y Biralbo se enamoran. Él toca el piano para ella, que cada noche acude a escucharlo junto a Malcom, su marido. La primera parte de la novela, el narrador nos va mostrando esta historia de amor, que es también su historia, de una manera muy lírica y nostálgica.
«En mi memoria aquel verano se resume en unos pocos atardeceres de indolencia, de cielos púrpura y rosa sobre la lejanía del mar, de prolongadas noches en las que el alcohol tenía la misma a tibieza que la llovizna del amanecer» (p.54).
En la segunda parte comienza el conflicto, con Lisboa como tierra prometida, como en Casablanca. Ahora aparecen los turbios negocios de Malcom con su socio, el malvado Toussaints Morton y su inseparable secretaria de hielo. La huida y la persecución de Lucrecia. Y por fin Lisboa como realidad, como lugar en el que desarrolla la trama negra de la novela, en cuyo centro está una de las muchas versiones que hizo Paul Cezanne de La montaña de Sainte Victoire. Lisboa como ciudad en la que el amor tiene su principio y su fin.
«Tal vez fue en Lisboa donde conoció esa temeraria y hermética felicidad que yo descubrí en él la primera noche que lo vi tocar en el Metropolitano. Recuerdo algo que me dijo una vez: que Lisboa era la patria de su alma, la única patria posible de quienes nacen extranjeros» (p. 123).
Antonio Muñoz Molina escribe una novela íntima y lírica protagonizada por una serie de personajes solitarios que se refugian en la amistad, el amor, la música y el whisky.
Está narrada con un tono de nostalgia acentuado por el jazz que está presente en cada una de sus páginas.
«Pero era mentira esa afirmación suya de que la música está limpia de pasado, porque su canción, Lisboa, no era más que la pura sensación del tiempo, intocado y transparente, como guardado en un hermético frasco de cristal» (p. 40).
Seguiré leyendo a Muñoz Molina, no hay duda.
Chet Baker. My Funny Valentine
He leído casi todo de Muñoz Molina desde que en 1990 descubrí "El invierno en Lisboa", libro que he leído tres veces. después leí también aquel primero, escrito antes de "El invierno...", "Beatus Ille", y me gustó muchísimo también, aunque ese no lo he vuelto a leer y no sé cómo resistirá el paso del tiempo.
ResponderEliminarPara mí, Antonio Muñoz Molina es un imprescindible. Cada cosa suya que sale, a no ser que sean recopilaciones de artículos, entra en mi casa rápidamente. Nunca defrauda.
Hola Rosa, la novela me ha gustado. No me ha sorprendido porque ya sabía el nivel de Muñoz Molina. La única pega que le pongo es el tono algo tristón que tiene, como si los protagonistas estuvieran desvalidos ante el mundo. "Beatus Ille" fue la primera novela que compré del autor. No he llegado a ponerme con ella, y no creo que lo haga de momento. La siguiente que voy a leer es "El jinete polaco", pero no sé cuando.
EliminarHay autores que me entusiasman y no los dejo, como me ha pasado con Trapiello, que sigo con él ya unos cuantos meses, y otros con los que me cuesta más conectar, como es el caso de Muñoz Molina. Aun así sé que llegará su momento. Ya me ha pasado con otros. Me pasó con Saramago que al principio no podía, hasta que se activó no sé que mecanismo y lo devoré. A lo mejor le tienen que dar el Nobel a Muñoz Molina!!
Un abrazo.
"El invierno en Lisboa" y "Beltenebros" fueron las dos novelas que me hicieron incondicional de Muñoz Molina de quien también admiro sus artículos periodísticos ponderados e independientes. Dices que vas a leer "El jinete polaco", muy buena novela. Ahora mismo también recuerdo y te la recomiendo vivamente "Sefarad".
ResponderEliminarNaturalmente, dado que dices que vas a emporender una cruzada lectora con Muñoz Molina semejante a la que mantienes viva con Trapiello entiendo que te encontrarás con obras que no superan el listón de calidad de "El invierno en Lisboa" por ejemplo. Pero eso es normal y no nos debe hacer dejar de lado o considerar malo a un escritor. No, eso es algo lógico, normal y muy muy humano.
Bueno, ya nos contarás.
Un abrazo
"Sefarad" es el único libro que había leído de Muñoz Molina antes de "El invierno en Lisboa", y me pareció buenísima esa mezcla entre memoria personal e historia de algunos de los perseguidos por Hitler, Stalin o Franco. En "Sefarad" leí la terrible historia de Milena Jesenka, el amor de Kafka, y de muchas otras personas que fueron torturadas y aniquiladas sin compasión por estos regímenes totalitarios.
EliminarMás que una cruzada me he propuesto un tímido acercamiento controlado, e imagino que Muñoz Molina no se moverá mucho de ese listón de calidad. Tengo claro que hay grandes escritores que a veces tienen un pequeño resbalón y no por eso dejan de serlo.
El primero que falla como lector soy yo, que muchas veces no elijo el momento oportuno para leer una novela. "El invierno en Lisboa" no ha sido el caso.
Un abrazo Juan Carlos.
¡Hola! Si te soy sincera no he leído todavía nada de este autor, pero en mente sí le tengo. Me suena haber empezado en algún momento o a lo mejor solo haber ojeado en la biblioteca "Plenilunio", pero no sé porqué no seguí con él
ResponderEliminarSeguro que tarde o temprano caerá
¡Besos!
Hola Marian, yo tampoco me había atrevido hasta ahora. Y merece la pena.
EliminarHe visto la fantástica adaptación al cine que hizo Imanol Uribe de "Plenilunio", con un Juan Diego Botto genial en el papel de psicópata asesino.
Seguro que lo disfrutas. Ya nos contarás cuando caiga.
Un abrazo.
Pues mira, me has picado con la peli, a ver si puedo verla también. He visto que el ón es de Elvira Lindo. Pinta bien...
EliminarNo me había percatado de que el guión era de Elvira Lindo. Me gusta lo que escribe (he leído más lo que escribe en prensa que sus novelas) y me cae muy bien, con esas apariciones fugaces que hace en algunas películas. Es muy graciosa. Los dos me caen bien. Hacen buena pareja. Y son grandes escritores.
EliminarLeí El invierno en Lisboa cuando se publicó y me entusiasmó. Leí también Beltenebros y Beatus Ille de su primera época. Son libros de juventud cuando Molina escribía con frescura con claro aire romántico. Me gustaron mucho. Luego he leído casi todo lo que ha escrito y me ha gustado pero no como aquellos libros. Es de mi generación. No veo de ninguna manera que tenga talla para un Nobel, es alguien entrañable, honesto y que escribe bien pero no es un genio, y él lo sabe y no se lo plantea. Tu semblanza me ha dado ganas de volver a leer esta novela más de treinta años después, pero temo que haya perdido hechizo para mí. Las relecturas son peligrosas. El mismo Molina ha dicho que estas primeras novelas son todavía muy insatisfactorias en su evaluación posterior. A mí el tono nostálgico me gusta, especialmente si tiene que ver con el mundo del jazz. Saludos cordiales.
ResponderEliminarLo de su candidatura al Nobel lo he he escuchado alguna vez entre compañeros cuando cada año hacemos las quinielas y ponemos a nuestros autores favoritos . No sé, puede que tengas razón y no tenga talla de Nobel, aunque ya sabes que esta suele ser bastante flexible, incluso hay veces que se lo lleva una talla S. No puedo opinar porque tan sólo he leído un par de libros suyos. En esas apuestas yo siempre voy con Vila-Matas, pero ya ves que no acertamos una. En fin, estoy contigo en que escribe bien.
EliminarRespecto a las relecturas, yo tampoco soy muy partidario de hacerlas, a no ser que lo tenga clarísimo, como en estos momentos que estoy releyendo "Rojo y negro" de Stendhal y estoy disfrutando tanto o más que la primera vez. Una maravilla.
Un abrazo, Joselu.
Me pasa lo mismo, Juan Carlos. Tengo libros para los que no encuentro nunca el momento y a veces pasan años hasta que los leo después de comprarlos con toda la ilusión del mundo.
ResponderEliminarDe Muñoz Molina solo he leído este y me gustó su intimismo, aunque eché de menos un poco de casquería. "Sefarad" lo tengo en la lista de eternos. Quizá sea este un buen contexto para leerlo, después de sesenta días emparedados. El Nobel a veces es caprichoso así que nunca se sabe, algún año también ha sonado Javier Marías pero si no lo recibió Miguel Delibes creo que tardaremos mucho en volver a ver un Nobel español.
Un abrazo.
Es verdad, Javier Marías es uno de los nobelizables españoles. Yo tampoco lo veo claro, aunque nos apropiamos de Saramago, de Vargas Llosa, y casi de García Márquez. Lo cierto es que me alegra más el Nobel de Saramago que el de Cela, o el de García Márquez que el de Jacinto Benavente, sobre todo porque los he leído mucho más, y los tengo casi como si fueran de la familia. Lo del Nobel de José Echegaray, ministro de Hacienda, sigue siendo unos de los grandes misterios de la humanidad, junto a la Gran Pirámide. Se lo tendrían que haber dado también a nuestro añorado Cristóbal Montoro que era otro gran dramaturgo.
EliminarUn abrazo.