domingo, 22 de diciembre de 2019

"«El mudo» y otros textos", de Carson McCullers




Encuentro en mi biblioteca uno de esos libros que compré hace unos años sin intención de leerlo en aquel momento. Se trata de una pequeña joya de Carson McCullers titulada El mudo y otros relatos, prologado por Rodrigo Fresán. Me hice con él tras leer El corazón es un cazador solitario y La balada del café triste, sin duda dos obras maestras de la literatura.
«El mudo» y otros textos recoge una serie de artículos escritos entre 1941 y 1963 y publicados en periódicos, revistas y ensayos sobre su obra.
El interés de estos artículos se centra en el comentario que Carson McCullers realiza de diferentes obras literarias, comenzando por El corazón es un cazador solitario, y continuando por la relación entre los autores del llamado gótico sureño estadounidense de Faulkner o Flannery O´Connor y el realismo ruso de Chejov o Dostoyevski , o de la obra de la danesa Isak Dinesen que deslumbró a la autora norteamericana. Mención especial requieren los muy recomendables artículos dedicados al oficio de escribir.
Aquí solo voy a comentar el primero, titulado Esquema de la autora para «El mudo». Se trata del plan de trabajo que realizó para la escritura de El corazón es un cazador solitario que en principio se iba a titulase El mudo. En él aparecen las consideraciones generales señalando el tema principal y los secundarios: «El tema principal de este libro, expuesto en las doce primeras páginas, es la rebeldía del ser humano contra su aislamiento interior y la necesidad que siente de una expresión personal lo más plena posible» (p.3). «El esbozo general de esta obra se puede expresar de manera muy sencilla diciendo que es la historia de cinco personas aisladas, solitarias, en su búsqueda de la expresión y en su deseo de integrarse espiritualmente en algo más grande que ellos» (p.4).
McCullers no deja nada al azar. Todo está planificado al milímetro. Así, nos describe la personalidad de los personajes de la obra: John Singer, el sordomudo que se convierte en el centro del relato, la joven Mick Kelly, el personaje más destacado del libro cuya historia es «la lucha denodada de una niña excepcional por obtener lo que necesita de un entorno inflexible», James Blunt y su espíritu revolucionario, el doctor Copeland, el médico negro que trata de cambiar el statu quo de la sociedad sureña, el observador frío e insensible Biff Brannon, o el amor de Singer, Spiros Antonapoulos.
También menciona las relaciones entre los personajes y señala: «En conjunto, las interrelaciones entre los personajes del libro se pueden describir como los radios de una rueda, con Singer como punto central. La situación, con toda la ironía que encierra, expresa el tema más importante del libro» (p.41).
En el esbozo incluye la estructura en tres partes y el tiempo del relato, catorce meses divididos en estaciones y con el bosquejo de los acontecimientos, la ciudad en la que se desarrolla la historia, cuyo nombre no se menciona  «aunque está situada en la parte más occidental de Georgia en las orillas del río Chattahoochee y justo al otro lado de la frontera con Alabama. Tiene una población de cuarenta mil habitantes, de los que una tercera parte, aproximadamente son negros. Se trata de una comunidad típicamente fabril y casi toda su organización económica se centra en las fábricas textiles y en el comercio minorista» (p49).
Por último menciona la técnica en la que hay cinco estilos distintos, uno por cada uno de los personajes principales, a los que se trata de manera subjetiva y objetiva, y un estilo legendario en el caso del sordomudo» (50). Termina: «Este libro se completará en todas sus fases. No se dejará ningún cabo suelto y al final habrá un sentimiento de conclusión equilibrada. La idea fundamental es irónica, pero al lector no se le deja con una sensación de futilidad. La obra refleja el pasado pero también indica el futuro».
«El mudo» y otros textos es un libro que enriquece la lectura de El corazón es un cazador solitario, mostrando la estructura interna de una obra maestra que la autora escribió con apenas veinte años.


sábado, 23 de noviembre de 2019

"La noche del oráculo", de Paul Auster



Si tuviera que elegir un libro de Paul Auster sería La noche del oráculo. Seguro que muchos de los fanáticos austerianos que andan sueltos me dirán que Mr. Vértigo, El libro de las ilusiones o El palacio de la luna le dan varias vueltas, cosa bastante discutible. Me sigo quedando con La noche del oráculo. Fundamentalmente por un motivo: fue el primero. Y los primeros nunca se olvidan. Los que vinieron después fueron fantásticos, pero el lugar de honor en mi memoria sentimental  lo ocupa La noche del oráculo. El azar (¿el destino?) lo puso frente a mis ojos en una revista del Círculo de Lectores e hice algo que nunca había hecho: lo compré exclusivamente por su portada. Jamás me había fijado en este autor que resultó ser una mina de oro.

Lo releo quince años después. El libro sigue siendo el mismo. Nada ha cambiado. Ahí están todos. Sidney Orr recién salido del hospital, paseando por las calles de Nueva York, entrando en El palacio de papel para comprar el cuaderno azul fabricado en Portugal que logra que vuelva a escribir para dar vida a maravillosos personajes: Nick Bowen que, imitando al Flitcraft de Hammet, un día decide dejarlo todo para empezar una nueva vida. El taxista Ed Victory, empeñado en terminar con el extraño proyecto de la Oficina de Preservación Histórica situada en un búnker antiatómico subterráneo. Rosa, nieta de la célebre escritora Silvia Maxwell, que encuentra un viejo manuscrito de su abuela titulado La noche del oráculo que narra la historia de un soldado de la Primera Guerra Mundial cuya ceguera le confiere el don de la profecía. También está Grace, la bella y enigmática esposa de de Sidney Orr, John Trause, el escritor consagrado y viejo amigo de la familia, Mr Chang, el peculiar dueño de la papelería en la que Sidney Orr compra el cuaderno azul que ser convertirá en un oráculo.

La novela de Paul Auster es una muñeca matrioska. Hay varias historias en diferentes planos,  una dentro de la otra, con narradores distintos. Orr que inventa a Bowen que lee a Maxwell. Hasta ahí nada nuevo. Cervantes ya nos coló en El Quijote la historia de Marcela o la del curioso impertinente o la del cautivo. Auster, gran admirador de Cervantes, da un paso más intentando que unas historias influyan en las otras, que se interrelacionen y que interactúen. Que haya una causalidad. Muchas veces hemos visto cómo la ficción se construye a partir de la realidad del autor, y este recurso lo utiliza con frecuencia Paul Auster, pero también va más allá en este sentido y le da la vuelta al calcetín: su apuesta es que la ficción influye en la realidad, la predice e incluso la determina. La ficción funcionaría por tanto como un oráculo. La clave está en las palabras que John Trause le dice a Sidney Orr:
“Los pensamientos son reales –sentenció-. Las palabras son reales. Todo lo humano es real, y a veces conocemos las cosas antes de que ocurran, aun cuando no seamos conscientes de ello. Vivimos en el presente, pero el futuro está siempre en nosotros. Puede que el escribir se reduzca a eso, Sid. No a consignar los hechos del pasado, sino a hacer que ocurran cosas en el futuro” (p.245).


Nunca debe subestimarse el poder de los libros. 


                                              George Gershwin. Rhapsody in blue

Traducción de Benito Gómez Ibáñez

lunes, 7 de octubre de 2019

"Mejor la ausencia", de Edurne Portela





Hay libros que provocan que tus neuronas giren a su alrededor, sin descanso, hasta días después de haberlos leído. Mejor la ausencia de Edurne Portela es uno de ellos.
La clave de este prodigio literario está en la cuidada construcción de los personajes, en los espinosos temas que trata y en la naturalidad con que los aborda, pero sobre todo en la precisa evolución de la voz narrativa que nos lleva en volandas fascinados a través de sus páginas.

La novela se centra en la construcción de la identidad de una niña en el contexto del conflicto vasco, en cómo la violencia va marcando a esta niña que se va haciendo adulta. La niña se llama Amaia. Le gusta leer. Y escuchar música junto a su hermano Aníbal. A través de su mirada pasan los años. Desde 1979 hasta 1992. Los llamados años de plomo en Euskadi. Edurne Portela maneja a la perfección el registro de la narradora que muta cada año sin que la novela chirríe. Ahí está el gran mérito, en hacer verosímil a la pequeña Amaia, feliz e inocente que no comprende lo que pasa a su alrededor (la mejor parte de la novela sin duda), a la Amaia adolescente hastiada de la «mierda de vida» que le ha tocado vivir, a la Amaia adulta que regresa años después para comprobar los estragos causados por el tiempo, tanto en su familia como en su pueblo.

El contexto: un pueblo vizcaíno cercano a Bilbao donde la violencia de ETA convierte todo en una oscura y espesa bruma, donde el GAL aparece para terminar de crear un lodazal del que es muy difícil sustraerse. Por si fuera poco, Amaia tiene que lidiar con la violencia machista del padre y con la violencia silenciosa generada por las drogas y el alcohol.
Aunque el conflicto vasco está en el centro de la trama, Mejor tu ausencia no es una novela sobre el conflicto vasco. Es una novela sobre la vida misma, una novela que nos enseña el reverso oscuro de la vida, y cómo unos se hunden y otros se salvan. 

Han pasado dos semanas desde que leí Mejor la ausencia. Sigo pensando en ella. En el bueno de Aníbal, en la rabia de Kepa, en la distancia de Aitor, en el padre brutal, en la madre resignada. Pero sobre todo pienso en Amaia, en la adolescente que lee a García Márquez y escucha a Extremoduro.  

Impresionante, Edurne Portela.



                                          
                                                Extremoduro. Jesucristo García


lunes, 16 de septiembre de 2019

"Malaherba", de Manuel Jabois




La literatura suele crear extrañas parejas de baile, como es el caso de Franco Battiato y María Gripe. Me encanta el cantante italiano y su Bandera blanca: «Míster Tamburino yo no quiero bromear, pongámonos la camiseta, los tiempos cambiarán». Sin embargo, desconocía a María Gripe, autora sueca de una novela infantil titulada Elvis Karlsson, en la que un niño de seis años se plantea el porqué de todo. El encargado de unir al italiano y a la sueca ha sido un gallego. Se llama Manuel Jabois. Soy seguidor de su columna de El País y de sus intervenciones en la SER. Cuando me enteré que había publicado una novela titulada Malaherba pensé que tendría que hacerme con ella. Pero Pilar, la madre de Amaya, se me adelantó. Y como le queman los libros en las manos, la leyó en un santiamén y me la dejó.

Corren los años 80, los de la EGB y el Bollycao, los de los clics de Playmobil y el Hundir la flota. El protagonista de Malaherba es un niño de diez años que vive en Pontevedra. Se llama Míster Tamburino. El nombre lo eligió él porque a su padre le gustaba la canción de Battiato. Precisamente, la época de la enfermedad del padre es la que rememora Tambu desde la adolescencia, como si hubiera pasado un siglo. Fue cuando repitió curso y conoció a Elvis, su vecino y compañero de clase. Elvis, a diferencia de Tambu, no eligió llamarse así. Fue el nombre que le pusieron sus padres, pero no por el cantante como todo el mundo piensa, sino por la novela de María Gripe. Tambu y Elvis se hacen inseparables. Juntos recorren el breve y difuso tramo de arenas movedizas que va desde la infancia hasta la adolescencia, hasta ese punto de no retorno en que se pierde la inocencia y por vez primera uno siente la vergüenza de estar desnudo. Ese tramo es Malaherba.

Me gusta la novela de Manuel Jabois por lo que cuenta y cómo lo cuenta, su lenguaje tiene música, magia y ternura, como la de otros escritores gallegos (pienso en Manuel Rivas), pero también me gusta por lo que calla, por lo que no cuenta, por lo que el lector tiene que completar con la imaginación, como un hace un niño para tratar de comprender el absurdo mundo de los adultos.

                                                      Franco Battiato. Bandera blanca.